Rousseff marca las diferencias con Lula
La presidenta de Brasil destaca en una entrevista con la revista 'Veja' las características de su forma de gobernar
A los 15 meses de gobierno, con un consenso popular mayor al que tenía en ese mismo periodo su antecesor el carismático expresidente Lula da Silva, Dilma Rousseff ha trazado su verdadero perfil, en una entrevista de diez páginas publicada esta semana en la revista brasileña Veja, la publicación más crítica con el Gobierno.
Las dudas que podía aún existir sobre una presidenta a la que algunos calificaban hasta ayer como un enigma se han disipado. Dilma es ya Dilma, para empezar, y no sombra de nadie, ni siquiera del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, su gran tutor y maestro político. A la pregunta explícita de los tres redactores del semanal que la examinaron durante dos horas, si se siente a disgusto al disentir de Lula viene a confirmar que Lula es Lula y ella es ella.
“No tengo dificultad en disentir de Lula. Ni siquiera un poco. Ya disentimos mucho en el pasado y seguimos sin concordar en algunas cosas”, señala y afirma que aunque que sigue manteniendo una gran amistad con Lula y un profundo cariño por él: “tenemos desacuerdos, sí, y eso debe ser visto como algo normal. En lo esencial estamos de acuerdo”.
Rousseff deja claro que con ella no “habrá ningún tipo de complacencia con la ilegalidad”. Citando a Montesquieu, recuerda que las “instituciones deben ser virtuosas”. Y confirma que con ella no existirán ese “te doy para que me des”, una práctica común hasta ahora entre diputados y senadores de los partidos aliados que exigen favores y dinero a cambio de votar a favor de los proyectos del Gobierno.
Esta circunstancia ha llevado a afirmar a más de un analista político que con Rousseff existe una crisis en curso entre el Ejecutivo y el Legislativo, precisamente por esta intransigencia de la presidenta con las viejas formas de gobernar. “No existe crisis. Perder o ganar votaciones [en el Congreso] forma parte del proceso democrático y debe ser respetado. No se puede ganar siempre. La verdadera crisis existe sólo cuando se pierde la legitimidad”. Y Rousseff, a pesar de la lucha sorda de algunos politicos contra ella en el Congreso, sigue ganando puntos en consenso popular. Quizás también por esa su nueva forma de gobernar más enérgica.
La mandataria aprecia de manera claramente diferente a su antecesor las relaciones entre Brasil y los países ricos. “Ya no necesitamos su dinero”, afirma y cuenta que se así lo dijo claramente a la canciller alemana, Angela Merkel. “Brasil no quiere ya ser visto como destino del capital especulativo, o apenas como un mercado consumidor de productos que ellos exportan”, afirma. Y asegura en la entrevista que para evitar ese flujo de capitales extranjeros especulativos en busca de los tipos de interés más altos del mundo, ello los va a bajar. Ya lo está haciendo. ¿Significa eso que Rousseff aboga por un nuevo proteccionismo? Ella lo niega : “No vamos a cerrar el país. Al revés, queremos inversiones extranjeras, pero productivas”. Aunque añade: “eso, sí, vamos a proteger a nuestras empresas, nuestros puestos de trabajo”.
La mandataria brasileña cuenta que “cuando el colega Mario Draghi [el presidente del Banco Central Europeo] dice: 'Vamos a hacer trabajar a la maquinita que imprime dinero', lo que está haciendo es inundar los mercados con dinero y Brasil no puede quedarse con los brazos cruzados frente a eso. Tenemos que defendernos, aunque eso es diferente del proteccionismo”.
Y una última diferencia entre Rousseff y su antecesor Lula. El genial extornero, un intuitivo de la política, confesaba que no leía libros porque la lectura le producía sueño. Dilma ha querido dejar claro ante los redactores de Veja que ella es una lectora empedernida y asegura estar convencida de que el siglo XXI será el siglo de las mujeres, que son justamente las que más leen. "Estoy leyendo el segundo volumen de la Construcción Nacional, de José Murillo de Carvalho. Sólo descanso cuando me recojo para leer. Sin lectura la vida se hace más difícil”.
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