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Putin vence en las urnas y toma la calle

El mandatario es elegido presidente de Rusia por tercera vez con el 64% de apoyo. Más de 100.000 personas arroparon su victoria en Moscú

Pilar Bonet
Vladímir Putin y Dmitri Medvédev celebran la victoria del primero en Moscú.
Vladímir Putin y Dmitri Medvédev celebran la victoria del primero en Moscú.REUTERS

Vladímir Putin fue elegido ayer presidente de Rusia por un holgado margen y no tendrá que competir en segunda vuelta, si se confirman las encuestas a pie de urna que daban al favorito casi un 60% de los votos. En segundo lugar, siempre según las encuestas, se situó el comunista Guennadi Ziugánov, con casi un 18%, y en tercero, el multimillonario Mijaíl Prójorov, (más de un 9%). Seguían el populista Vladímir Zhirinovski y, muy por detrás, el socialdemócrata Serguéi Mirónov. Con el 78% de los votos escrutados, Putin tiene un 64,91% a favor. En Moscú, con un 12,6% del escrutinio, se acercaba al 50%.

 Putin fue presidente durante ocho años, siendo elegido en 2000 con 52,94% de los votos y en 2004, con 71,31%. Estas son los quintos comicios presidenciales desde 1991 en Rusia, y el mandato del jefe del Estado ha sido ampliado ahora a seis años.

 A las 23.00, Putin y el presidente saliente, Dmitri Medvédev, subieron a un gigantesco escenario para saludar a más de 100.000 personas, muchas de ellas trasladadas en autobuses desde provincias, que esperaban escuchando un concierto en la plaza del Manezhe. “Hemos ganado”, exclamó Putin en dos ocasiones. De su ojo derecho caían lágrimas, que, según dijo después, fueron a causa del viento. “Hemos demostrado que no se nos puede imponer nada ni nadie. Nuestra gente es capaz de distinguir fácilmente el deseo de renovación de las provocaciones políticas cuyo único fin es destruir el Estado ruso y usurpar el poder”, gritó. “No entregaremos la victoria. Necesitamos esta victoria para que Rusia sea moderna, fuerte e independiente”, dijo a su vez Medvédev.

 Tras el éxito, Putin, no mostró el espíritu generoso e integrador que el cargo de presidente de Rusia debería llevar consigo. En vez de captar a sus oponentes para una tarea común por el bien del país, prefirió seguir tratándolos como enemigos del Estado. Este tono inicial no parece el más adecuado para buscar el consenso social con los rusos que han apoyado a los otros candidatos y que dudan de la legitimidad de las elecciones. Con todo, el secretario de prensa del líder, Dmitri Peskov, dijo que Putin está dispuesto a dialogar con la oposición y calificó a éste de “pragmático absoluto en política y en todos los otros campos”.

Los comunistas han denunciado nuevos métodos de falsificación consistentes en listas extras de votantes y la aparición en las últimas semanas de cerca de 2000 colegios electorales situados en empresas y lugares de difícil acceso para los observadores. Además, denuncian el uso irregular de los boletines de desplazados, que han sido repartidos en grandes cantidades. Estas estratagemas, de ser ciertas, habrían “desplazado” el fraude a una fase más temprana del proceso electoral. Si en diciembre, las actas de los colegios se reescribían para el recuento en los distritos, ahora se habrían manipulado las listas de electores, que son controladas por la Comisión Electoral Central. Un total de 93.000 cámaras, enfocadas sobre las urnas y la mesa electoral, fueron instaladas en los colegios de todo el Estado, desde Kamchatka, a 8000 kilómetros al Este de Moscú, hasta Kaliningrado, a 1.100 kilómetros al oeste.

 La elección de Putin supone que Occidente tendrá que seguir tratando con un político desconfiado, competitivo y deseoso de restablecer el carácter de superpotencia de Rusia, pero incapaz hasta ahora de realizar reformas de amplio calado y de frenar la corrupción que medra en las estructuras del Estado. Los rusos que le han votado esperan que cumpla sus promesas populistas, que implican grandes desembolsos. Debido a los comicios, las subidas anuales de tarifas y servicios públicos se congelaron hasta el verano.

 El equipo del primer ministro calificó los comicios como “los más limpios en toda la historia de Rusia”. La oposición, sin embargo, pone en entredicho el proceso, aunque dos de sus líderes, el socialdemócrata Serguéi Mirónov, y el populista Vladímir Zhirinovski sí han aceptado los resultados. “Las elecciones a la presidencia del 4 de marzo no han sido ni limpias ni justas, ni transparentes”, dijo Ziugánov, quien aseguró que no va a felicitar a nadie por la victoria. “Vamos a aumentar la presión callejera e intelectual”, sentenció. Por su parte, el candidato Prójorov dijo haber contabilizado más de mil irregularidades.

 Mientras por el primer canal de la televisión estatal los especialistas debatían en directo sobre la legitimidad de los comicios y la necesidad de tomarse en serio las denuncias de fraude, los partidarios de Putin se lanzaron a celebrar la victoria en el centro Moscú. Este espacio fue custodiado durante todo el día por un impresionante dispositivo policial que, con autobuses, camiones y barreras metálicas, cerró el acceso hasta que se dio luz verde a los partidarios de Putin.

 Más allá de la arrogante demostración de fuerza de la plaza, los politólogos advertían de que, tras la victoria, es necesario tender puentes entre los vencedores y la oposición. “Putin debe aspirar a ser el líder de todos”, opinó el nacionalista moderado Serguéi Baburin, mientras el comentarista Nikolái Zvanidze afirmaba que “la confrontación ha sido azuzada por parte de las autoridades”. “Putin tiene que comprender que hay gente que no va a aceptar los resultados”, manifestó el politólogo Glev Pavlovski, según el cual “si no se ponen de acuerdo, las cosas irán mal y muy deprisa”.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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