Una Carta Magna para aferrarse al poder
La votación del domingo es la prueba irrefutable de que El Asad está empeñado en mantenerse en el poder a toda costa
Si hay una prueba irrefutable de que el presidente sirio Bachar el Asad está empeñado en mantenerse a toda costa en el poder es el referéndum constitucional que se celebró hoy en Siria.
Si, en marzo pasado, cuando acababa de estallar la rebelión, El Asad hubiese propuesto una reforma ambiciosa de la Carta Magna, es posible que hubiera podido preservar algo de sus inmensas atribuciones, pero tras 11 meses y 7.600 muertos, la gran mayoría civiles indefensos, su iniciativa llega tarde.
No solo todas las ramas de la oposición han hecho llamamientos al boicoteo de las urnas sino que el Consejo Nacional Sirio, que reagrupa al grueso de los adversarios del régimen baazista, rechaza incluso dialogar con El Asad sobre cómo acabar el conflicto porque, asegura, tiene las manos manchadas de sangre.
Aunque haya sido convocado, a veces manu militari, a las urnas, el plebiscito del domingo no está destinado al pueblo sirio mayoritariamente musulmán suní (el 70%) y que aborrece un sistema político-policial en manos de la minoría alauí. Su objetivo es más bien la comunidad internacional empezando por los aliados de Damasco, Moscú y Pekín.
Se trata de mostrar una aparente buena disposición a emprender reformas mientras que repite hasta la saciedad que no reprime a los civiles sino que lucha contra terroristas infiltrados. Acaso las colas en los colegios electorales proporcionen argumentos, en defensa de Damasco, a los diplomáticos rusos y chinos, pero Occidente, Turquía y la mayoría del mundo árabe consideran que se trata de una “broma”.
El texto de la Constitución no ha dado lugar a ningún debate y en la televisión solo se alentó a votar “sí”. Aunque acaba con la hegemonía del partido Baaz y hace concesiones a los islamistas —la sharia se convierte en la principal fuente del derecho—, la Carta Magna dista mucho de ser democrática
Pone todo tipo de impedimentos legales para que un opositor exiliado puede ser presidente y allana el camino para que El Asad lo siga siendo durante dos nuevos mandatos —es decir, hasta 2028, cuando cumpla los 63 años—. Brinda así una indicación adicional de que sigue aferrado a la jefatura del Estado.
Hostigado por una oposición cada vez más armada, asfixiado por las sanciones árabes y occidentales, y abandonado por algunos de sus aliados como Hamás, el régimen sirio acabará probablemente, no a corto plazo, como el de Gadafi en Libia a menos que una cuadrilla de generales felones protagonice un golpe de Estado para deshacerse de El Asad, negociar con los rebeldes y salvar su pellejo.
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