Muere en combate un guerrillero de las FARC que causó la matanza de 119 civiles
'Mapanao', que durante una batalla contra paramilitares en 2002 ordenó bombardear una iglesia llena de vecinos refugiados de la refriega, cae en una operación de las fuerzas armadas
A pesar de que a la mayoría de los colombianos su nombre no les dice nada, se trata del autor de uno de los episodios más tristes y sangrientos de la historia reciente del país: Pedro Alfonso Alvarado, alias Mapanao, el guerrillero de las FARC responsable de la masacre de Bojayá, en el departamento de Chocó (en el noroeste del país), ha sido abatido en combate en las últimas horas en las selvas del Darién, cerca de la frontera con Panamá.
La noticia fue confirmada por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, desde San Vicente del Caguán, en el departamento sureño de Caquetá, feudo tradicional de las FARC, a donde el mandatario había viajado con su gabinete en pleno como símbolo de la paulatina pérdida de poder de la guerrilla. “Buen golpe a las FARC en Chocó contra el frente 57. Seis terroristas dados de baja, incluyendo alias Mapanao”, escribió Santos en su cuenta en la red social Twitter.
“Este terrorista era el responsable del bárbaro ataque de Bojayá”, aseguró el general Óscar Naranjo, director de la Policía. El calificativo del oficial define a las claras esa acción de las FARC, ocurrida el 2 de mayo del 2002. Allí, a orillas del río Atrato, en la espesa selva, hubo un cruento enfrentamiento entre las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), paramilitares de extrema derecha, y la guerrilla comunista.
En el fragor del combate, Mapanao ordenó lanzar un cilindro de gas cargado con dinamita que atravesó el cielo, rompió las tejas de la capilla San Pablo Apóstol de Bojayá y cayó en el altar, junto a la imagen de Cristo. En la iglesia, de apenas 117 metros cuadrados, habían buscado refugio de las balas unas 300 personas. El artefacto explotó en mil pedazos. Los cristales volaron. Las tejas cayeron convertidas en afilados cuchillos y la madera de una de las 12 bancas salió disparada en astillas. 119 personas -entre ellos 47 niños- de una población de 1.100 habitantes murieron en el acto. De un golpe, la violencia se llevó la vida del 10% de un pueblo humilde y olvidado, de población negra. La explosión también dejó114 heridos, 19 de ellos de gravedad.
Las FARC buscaban aniquilar a un destacamento paramilitar del bloque Elmer Cárdenas que había llegado allí a marcar territorio en un año especialmente sangriento y en el que las masacres se contaban día a día. Estos escuadrones de la muerte habían llegado en 10 pangas (embarcaciones), cada una con dos motores de 200 caballos de potencia, y en dos avionetas que aterrizaron en la única calle de gravilla del pueblo, que por su extensión (800 metros) hacía las veces de pista.
Los guerrilleros previamente se habían mimetizado en la jungla, por lo que los paramilitares se sintieron confiados. Las AUC creyeron haber vencido sin disparar un solo tiro a las FARC en esa inhóspita geografía, una de las tres regiones más lluviosas del mundo. Creyeron que ahora ellos impondrían su ley, pues la capital, Quibdó, está a 157 kilómetros por el río Atrato, que ellos también creían dominado. Los paramiliatres sentían que el pueblo les pertenecía.
Lo que no sabían era que las FARC habían hecho una tenaza metódica y silenciosa durante varias semanas. Eran más de 1.000 guerrilleros contra 400 paramilitares. Con los primeros disparos, los paramilitares les hicieron frente, pero, al comprender la dimensión de la emboscada, empezaron a lanzarse al río y a correr por entre el follaje.
Los habitantes, aterrorizados, buscaron en la iglesia su único lugar de refugio. Varios paramilitares optaron por seguirlos para salvar sus vidas. Entonces Mapanao ordenó dispararles los cilindros de gas, un arma casera bastante usada por la guerrilla, no solo por sus bajos costos sino por la devastación que causa.
Uno de los cilindros cayó en la iglesia, y provocó la matanza.
Por entonces, la guerrilla de las FARC tenía frentes de combate a lo largo y ancho del país. Hacía pocas semanas que se habían roto las conversaciones de paz entre el Gobierno de Andrés Pastrana y el grupo insurrecto, que precisamente tuvieron como epicentro San Vicente del Caguán, el lugar desde el que Santos anunció la caída de Mapanao y en el que ayer, miércoles, cuando se cumplían 10 años del fin del fallido proceso de paz, realizó un consejo de ministros de cinco horas en señal de confianza institucional. “Ese sufrimiento que ustedes han tenido que soportar durante mucho tiempo lo queremos convertir en una gran oportunidad de progreso", les dijo Santos a los habitantes del municipio de San Vicente del Caguán, en plena plaza pública. "Por eso hemos venido el día de hoy a decirles que estamos con ustedes, que los vamos a ayudar. Nunca más los vamos a abandonar".
Desde allí, aprovechó su cuenta de Twitter para confirmar la muerte del jefe del frente 57 de la FARC, autor de una página dolorosa que nadie olvida.
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