Obama presenta un presupuesto con inversiones para crear empleo
El presidente, que busca su reelección, establece más impuestos para los ricos
Barack Obama ha enviado este lunes al Congreso unos presupuestos para 2013 que trazan el marco de su programa para la reelección en noviembre: más impuestos para los ingresos altos, una tasa especial para las grandes fortunas, más inversiones en infraestructuras y educación, y una meta de largo plazo para la reducción del déficit sin perjudicar las bases para el crecimiento económico y la creación de empleo.
Como los de 2012, estos presupuestos no tienen la menor posibilidad de ser aprobados en el Capitolio, donde los principales líderes republicanos ya han advertido que están “rechazados antes de su llegada”. Constituyen, por tanto, una declaración de intenciones sobre el modelo que el presidente ofrece a la nación, en contraste con el de sus rivales en la oposición.
Por esa razón, Obama ha acudido este lunes a defender su propuesta a una universidad de Virginia, donde explicó ante los estudiantes que no se puede luchar contra el déficit eliminando programas, como los de la educación, sobre los que debe construirse la prosperidad de Estados Unidos a largo plazo. En marcado contraste con las recetas que en estos momentos se aplican en Europa, estos presupuestos, que contemplan un déficit de 1,33 billones de dólares para el próximo año fiscal, incluyen gastos como 800.000 millones de dólares en infraestructuras y otros estímulos al empleo, así como 8.000 millones de dólares para ayudar a las universidades a formar a sus estudiantes en los puestos de trabajo del futuro.
Aunque Obama admitió que los efectos de la crisis económica que comenzó en 2008 se sienten todavía entre amplios sectores de la población, la economía parece haber entrado en el camino para su solución, como demuestra el hecho de que se han creado 3,7 millones de puestos de trabajo en los últimos tres años. “Lo último que podemos hacer ahora es regresar a las políticas que nos metieron en esta crisis”, manifestó.
Los dirigentes republicanos han recibido estos presupuestos como la confirmación del desinterés de la Casa Blanca en el peligro que representa el déficit y de la voluntad del presidente de seguir gastando por encima de sus posibilidades. “El presupuesto de Obama es un insulto a los contribuyentes norteamericanos”, declaró el principal candidato presidencial de la derecha, Mitt Romney.
El presidente contempla añadir unas partidas de 300.000 millones de dólares de nuevos gastos este año, y prevé un incremento de la deuda superior a los 6 billones de dólares en la próxima década. El objetivo de reducción del déficit se sitúa de forma escalonada y a largo plazo: un 8,5% del Producto Interior Bruto para 2012, un 5,5% para 2013 y una reducción total de 4 billones de dólares en 10 años.
Aunque se planean algunas reducciones de gastos, especialmente del presupuesto militar, las principales novedades de ingresos tienen que ver con el aumento de los impuestos. El presidente propone la eliminación de las actuales exenciones fiscales para los ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales por familia y una tasa especial para garantizar que los contribuyentes por encima del millón de dólares de ingresos anuales paguen al menos un 30% de impuestos. En total, la Administración espera recaudar al menos 1,5 billones de dólares en diez años en nuevos impuestos.
“Hemos elaborado este presupuesto”, manifestó Obama, “en torno a la idea que siempre ha prevalecido en este país de que todo el mundo tiene que ser tratado de forma equitativa. Rechazamos el modelo económico basado en el concepto de que cada cual se apañe como pueda, una fórmula que solo ha conseguido ampliar el abismo que separa a los pobres de los ricos”.
Queda claro, pues, el eslogan con el que Obama buscará la reelección: el de campeón de las clases medias, el de defensor de los humildes, el de procurador de la justicia social. Es un tiempo adecuado pero arriesgado para la defensa de esa causa. El país siente aún la angustia de la situación económica y, como demuestran todas las encuestas, valora el problema del paro muy por encima del déficit. Pero, al mismo tiempo, EE UU ya ha recibido una señal de alerta de parte de las agencias de calificación sobre la gravedad de su déficit, e hipoteca buena parte de su solidez futura por este asunto.
En año electoral, Obama no puede permitirse el lujo de desatender la preocupación del grueso de su electorado. El debate sobre qué es primero, la lucha contra el déficit o el crecimiento económico, es una batalla ideológica no resuelta en la que caben argumentos válidos por ambos bandos. La reducción del déficit norteamericano requiere medidas algo más complejas que subir impuestos o reducir el gasto público. Pero esas soluciones de fondo, si llegan, tendrán que esperar al año próximo.
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