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Tribuna
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Ultrapopulismo de Sarkozy

El nuevo viático del populismo sarkozista no es diferente del que se está desarrollando en Europa

Sami Naïr
El presidente francés Nicolas Sarkozy.
El presidente francés Nicolas Sarkozy.LIONEL BONAVENTURE (AFP)

En Francia se sabe bien que la batalla para ganar las próximas presidenciales del 24 de abril va a ser encarnizada. Nicolas Sarkozy, elegido en 2007 con un programa de movilización nacional y republicana en torno a la defensa del valor trabajo y a la seguridad y haciendo como siempre una amalgama de la delincuencia con la inmigración y la droga, vuelve, en 2012, con el mismo programa, pero, y eso es la gran diferencia, esta vez a la defensiva. Quería aplazar la presentación de su candidatura lo más tarde posible, hasta mitad de marzo, pero el ascenso en los sondeos del candidato del partido socialista, François Hollande, desde hace meses, hace que Sarkozy, y no solamente sus seguidores, esté cada vez más minado por el temor de desmoronarse en un fracaso en la contienda. En la historia de la V Republica, pocas veces hemos visto un presidente tan poco apreciado por sus conciudadanos: es que el balance de la política puesta en marcha durante su presidencia aparece a los ojos de muchos demasiado a favor de las clases altas. “Trabajo, responsabilidad, autoridad”, es el lema de su campaña, con algo nuevo: el uso de referendos para obligar a los parados a aceptar condiciones de empleo fuera de convenio y, por otra parte, hacer de la cuestión de los sin papeles un tema administrativo y no judicial.

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Más allá, el proyecto es crear las condiciones sociales de una reforma en profundidad del Derecho Laboral para ponerlo en conformidad con las medidas restrictivas que se están dibujando en la zona euro. En este último punto necesita la ayuda de Angela Merkel, y es fácil prever la línea de argumentación que van a utilizar ambos: “No hay otra solución para una Europa que siga en torno al eje franco-alemán; los socialdemócratas, con Gerhard Schröder, empezaron estas reformas laborales y nosotros las seguimos”.

Es muy hábil esta estrategia. Tiene dos vertientes: defender la idea de que el empleo debe favorecer primero a los franceses, cazando así en el campo de Marine Le Pen, la líder de la extrema derecha, y, segundo, destrozar los restos del Estado de bienestar con la idea de que los ciudadanos también son culpables de la crisis, pues no tienen el sentido de responsabilidad lo suficientemente desarrollado para aprovechar la solidaridad nacional. Y un valor añadido: poner a los socialistas franceses en posición de aislamiento respecto a los social-liberales europeos, tanto los socialdemócratas alemanes como los socialistas del sur de Europa. De ahí la invitación y recepción en el Elíseo a Felipe González, presentado como el que supo “modernizar” España (lo que es verdad, aunque en sentido contrario a la política de Merkozy).

Ese es el nuevo viático del populismo sarkozista, nada diferente en realidad del que se está desarrollando en el resto de Europa. Pero lo importante es saber por qué, en una situación en la que Sarkozy necesita del apoyo de las clases medias, sobre todo de las medianas, se juega el todo por el todo asumiendo el riesgo de atacar de manera tan directa los derechos sociales globales.

La explicación estriba en la visión de sus principales asesores, que arranca de una triple convicción: 1. Si Marine Le Pen consigue las firmas para poder presentarse, puede eliminar a Sarkozy desde la primera vuelta, provocando así un 21 de abril a la inversa (eliminación del socialista Lionel Jospin por Jean-Marie Le Pen en 2002), y de ahí la necesidad de tener un discurso ultrapopulista para captar al electorado de la extrema derecha. 2. La sociedad francesa se ha derechizado durante la crisis, y el nacionalismo culturalista se ha vuelto la ideología dominante en el país. 3. La ideología liberal-libertaria, dentro del partido socialista como en la izquierda no socialdemócrata, es culturalmente minoritaria en el país.

Además, obligar de hecho a las diversas fuerzas de izquierda a pronunciarse sobre la “responsabilidad, la autoridad y las reformas laborales” es recuperar la iniciativa y demostrar que su programa va en el sentido de la corriente dominante en Europa.

Hay algo de verdad en el análisis de sus asesores, sobre todo en cuanto al giro nacional-autoritario en Francia. El partido socialista lo sabe, por supuesto, pero el problema es que no tiene un discurso lo suficientemente coherente sobre estos temas como para afrontar un debate rigoroso. Tendrá que desbaratar la trampa, basándose tanto sobre una visión moderna de la República como en la defensa de los derechos humanos y sociales. Y asumir que la batalla sea sin cuartel, lo que no es acorde con el temperamento de François Hollande. Pero él lo sabe ahora: frente a Sarkozy no tendrá otra elección, ni en el sentido propio ni en el figurado.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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