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El 'establishment' republicano restaura el orden

Los poderes fácticos del partido consolidan su opción con Romney

Antonio Caño
El candidato republicano Newt Gingrich se dirige a sus seguidores anoche en Orlando Florida, tras las primarias en ese Estado.
El candidato republicano Newt Gingrich se dirige a sus seguidores anoche en Orlando Florida, tras las primarias en ese Estado.CHIP SOMODEVILLA (AFP)

Newt Gingrich dijo en su discurso de la noche electoral en Florida que “el poder del pueblo acabará imponiéndose al poder del dinero”. Es su manera de ver estas primarias: una batalla entre los rebeldes en el Partido Republicano, de los que él se declara su líder, y el establishment, que pretende imponer a Mitt Romney. Si es así, el establishment es el vencedor.

Si se entiende por establishment el conjunto de cargos electos y apoyos económicos que dominan el partido, puesto que el órgano formal de dirección, el Comité Nacional Republicano, es neutral e irrelevante, Gingrich tiene razón. Romney tiene el apoyo de la gran mayoría de los gobernadores republicanos y de casi la totalidad de los miembros del Congreso que se han pronunciado públicamente. En Florida, le respaldaron todos los miembros de la Cámara de Representantes por ese Estado y, de forma discreta pero evidente, el influyente senador Marco Rubio.

En cuanto al dinero, la misma noche de su victoria en Florida, el martes, Romney presentó un saldo de 24 millones de dólares recaudados en el último trimestre. Gingrich no ha llegado a los 10 millones. Los Comités de Acción Política que apoyan a Romney han gastado hasta ahora diez veces más dinero que los que apoyan a Gingrich, y pueden seguir haciéndole de forma ilimitada puesto que no tienen ninguna restricción legal. De ese dinero, el 70% ha sido empleado en anuncios contra Gingrich.

Todas estas son poderosas razones a favor de Romney. Pero no son las únicas ni las principales que explican la victoria del exgobernador de Massachusetts. Romney ha ganado las elecciones en Florida -un Estado mucho más importante que los de anteriores primarias porque es más grande, representa mejor al conjunto del país y puede ser decisivo en las elecciones presidenciales-, esencialmente porque, a medida que avanza este proceso, los votantes republicanos, incluso los más conservadores, van renunciando a sus principios ideológicos en beneficio de quien mejor pueda batir a Barack Obama. El odio al presidente, unido al legítimo deseo de recuperar el poder, es el mayor factor aglutinante en estos momentos en el Partido Republicano.

Un 45 % de quienes votaron en Florida mencionaron como la principal cualidad que debe tener un candidato la capacidad de derrotar a Obama. Entre estos, Romney ganó por un 58% contra un 32%. El resultado total de las primarias fue del 42% frente al 32%. Entre el 62% que dijeron que la economía es su principal preocupación -la economía va a ser el gran asunto de debate en noviembre-, el resultado fue del 52% contra el 29%. Romney obtuvo incluso una pequeña ventaja sobre su rival entre los que se identificaron como seguidores del Tea Party y los que se reconocieron como muy conservadores.

El odio al presidente, unido al legítimo deseo de recuperar el poder, es el mayor factor aglutinante en estos momentos en el Partido Republicano

Probablemente, estos últimos no han dicho aún la última palabra. En parte porque Gingrich es un caballo bronco al que no va a ser fácil devolver al redil y en parte también porque Romney es un candidato frágil susceptible de cualquier revés imprevisto. Pero Gingrich lleva demasiado tiempo en la política como para no saber que lo tiene muy difícil.

Las cuatro principales primarias y caucus que se celebran a lo largo de febrero -Nevada, Colorado, Michigan y Minnesota- ya fueron ganadas por Romney en 2008. Solo le queda por disputar Arizona, donde Romney perdió hace cuatro años ante John McCain, que es senador por ese Estado. Así pues, en el mejor de los casos, Gingrich tendrá que esperar para su resurrección hasta el supermartes, el 6 de marzo. Pero para triunfar en una jornada con elecciones en diez Estados simultáneamente se requieren una organización y unos recursos económicos de los que actualmente carece el expresidente de la Cámara de Representantes.

Gingrich ha protagonizado demasiadas resurrecciones a lo largo de su carrera como para descartar que lo pueda conseguir otra vez. Además de la ayuda de la Casa Blanca -hoy mismo, el presidente criticó indirectamente la posición de Romney sobre los impagos de las hipotecas-, Gingrich puede contar con la colaboración de su propio contrincante.

Romney es un hombre disciplinado y metódico que ha demostrado que sabe conducir con eficacia una campaña presidencial. Pero no ha conseguido desprenderse aún de ese tufo elitista que genera tantas dudas sobre él. En unas declaraciones hoy, para recalcar su preocupación por la clase media, dejó esta perla: “No me importan los muy pobres porque ellos tienen una red que les protege”.

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