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FORO DE DAVOS

¿Es Davos incompatible con el islam?

Los nuevos dirigentes árabes comparecen por vez primera en el Foro donde se reúnen anualmente las élites del capitalismo global

Lluís Bassets
Un manifestante egipcio en la plaza Tharir.
Un manifestante egipcio en la plaza Tharir.Khalil Hamra (AP)

Hay una solidaridad entre las élites que supera ideologías, fronteras y religiones. Nada puede inquietar más a quien siente el espíritu de cuerpo de los elegidos que la súbita caída de uno de los suyos. Las élites son hostiles a las revoluciones, con independencia del color político e incluso las simpatías. No es extraño que el camino elitista de Davos sea de difícil tránsito para los nuevos gobernantes árabes, islamistas casi todos ellos, que están sustituyendo a las viejas élites corruptas y dictatoriales.

Las dificultades vienen de todos lados. Les cuesta a los nuevos gobernantes árabes hacer llegar su mensaje. Y a los asistentes al Foro les cuesta atender con el debido entusiasmo la llegada de un nuevo grupo de líderes en el momento en que inician sus transiciones democráticas y la construcción de un nuevo sistema de selección de sus élites. La desconfianza es mutua y tiene profundas raíces: el antioccidentalismo de un lado y del otro una islamofobia suscitada por la malintencionada identificación de una entera religión con la violencia terrorista.

El pasado Foro de 2011 se celebró ya bajo el signo de una revolución triunfante, la tunecina, que despidió al tirano el 14 de enero, y de otra en plena erupción, la egipcia, iniciada el 25 de enero, con una manifestación en la plaza de Tahrir, el mismo día en que empezaban las reuniones. Nada estaba previsto en las discusiones ni nada se improvisó a propósito de aquellos súbitos cambios. Saif el Islam, el hijo universitario de Gadafi hoy en prisión, se hallaba entre las personalidades esperadas hace un año en aquella reunión entre cumbres nevadas. Davos no supo ver entonces el acontecimiento definitorio de la época.

La jornada del viernes escenificó de nuevo el desencuentro entre las fuerzas que pugnan por el cambio en el mundo árabe y las élites mundiales que se reúnen en Davos. La intervención inaugural de la jornada corrió a cargo del primer ministro tunecino, Hammadi Jebali, en el gran auditorio, frente a dos salas donde se celebraban sendos seminarios, uno dedicado a Irán y su proyecto nuclear, en el que intervino el ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, y otro dedicado a discutir sobre el siglo XXI con el columnista Thomas Friedman. El enorme auditorio se hallaba casi vacío, pero había colas para entrar en las otras dos salas.

Jebali, militante del partido islamista En-Nahda, barba y callo de devoto islámico en la frente, es el primer gobernante árabe que sale de una elección democrática y el primero en comparecer aquí. Su discurso fue para “jurar la Constitución”: cumplirá todos los requisitos exigibles desde la Unión Europea. También para situar el desafío central de la nueva democracia en la creación de puestos de trabajo y la disminución de la pobreza. Señaló que Túnez tiene una élite profesional bien formada, clases medias y ahora un Gobierno de coalición, abierto y moderado. Predicó la libertad de mercado, la independencia judicial y de los organismos reguladores, condiciones para las inversiones extranjeras. Y no tuvo empacho en enumerar los sectores donde los tunecinos cuentan con mejores bazas, con el objetivo explícito de atraer algo del flujo de dinero que circula por los bolsillos presentes en Davos.

La cadena televisiva de capital saudí Al Arabiya organizó el debate que se celebró a continuación, enteramente en árabe con interpretación simultánea, en un escenario donde rige el inglés. Participaron el primer ministro marroquí, Albdelilá Benkirán, de nuevo el tunecino Jebali y los dos candidatos presidenciales egipcios, Amr Moussa y Abdel Monein Aboul Fotouh. Marruecos y Túnez son la vanguardia del cambio, el primero reformista y el segundo revolucionario, pero ambos con dirigentes islámicos al frente de sus respectivos Ejecutivos, mientras que Egipto, todavía en efervescencia, es la almendra donde se juega el futuro del cambio político árabe en su conjunto.

Benkirán calificó el proceso marroquí de “una revolución más tibia”, que no se hace en la confrontación con el rey y tiene sus orígenes en las reformas anteriores emprendidas por Mohamed VI. “A quién le importa que nuestros Gobiernos sean islámicos o no, lo que interesa es que estos Gobiernos son democráticos”, añadió en respuesta a las preocupaciones europeas. Amr Moussa señaló que “Occidente quiere elecciones democráticas, pero también que ganen sus partidos preferidos”. “Todos somos ahora demócratas”, añadió, “pero el problema es saber si Occidente sabrá negociar con una democracia que es árabe”.

Shadi Hamid, director del centro de Doha del think tank estadounidense Brookings, en otro debate sobre el papel del islam en la política, señaló que “la democracia es el derecho a equivocarse, de ahí que lo único que importe ahora es encontrar el camino para trabajar con quienes están en el poder, nos gusten o no”.

Para el egipcio Fotouh, Davos es uno de los símbolos de la connivencia occidental con las dictaduras. La cuestión crucial es saber si las nuevas élites que están llegando al poder en el mundo árabe serán plenamente aceptadas en la escena internacional de Davos. Se verá en el Foro de 2013.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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