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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La venganza motiva la 'ley mordaza'

Todas las opiniones negativas sobre Fidesz se han interpretado como ataques de la izquierda

 El Gobierno húngaro se encuentra bajo un fuego cruzado permanente en los medios de comunicación internacionales. El primer ministro Viktor Orbán siempre ha sido un gran combatiente y adora las analogías militares. Sin embargo, esta vez es la propia Comisión Europea la que ha iniciado unos procedimientos acelerados de infracción contra el país, acompañados por una dura retórica sin precedentes. Con toda la razón: es el último momento, si no es demasiado tarde, para detener la construcción de un régimen político intolerante en un Estado miembro de la Unión Europea en su zona centro-oriental.

Ninguna de las tres revisiones legales, presentadas por la Comisión, aborda las normativas húngaras sobre la libertad y el pluralismo de los medios de comunicación. A pesar de ello, son igual de importantes: está en juego la independencia política del sistema judicial, el banco central y el defensor del pueblo para la protección de datos frente al Gobierno. Pero hay una “lista de 30 infracciones del Tratado, preguntas fundamentales, preocupaciones graves”, como afirmaba Guy Verhofstadt, líder del grupo político liberal ALDE en el Parlamento europeo, durante el debate sobre Hungría del 18 de enero de 2012.

Las consecuencias de las leyes sobre medios de comunicación aprobadas sin contratiempos en 2010 por el Parlamento húngaro, donde el partido gobernante, Fidesz, tiene una peculiar mayoría de dos tercios, forman parte de las contagiosas heridas con las que tiene que vivir la semidemocracia húngara. Incluso si se aprobasen cuatro enmiendas como consecuencia de la intervención de la Comisión Europea hace exactamente un año y a pesar de una decisión posterior del arbitrariamente debilitado Tribunal Constitucional Húngaro en diciembre de 2011, que anuló las partes más brutales de la ley relacionadas con la prensa escrita, pero sin enfrentarse a las normas relativas al sector de los medios de comunicación electrónicos.

Pero centremos la atención en una pregunta curiosa: ¿cuáles son las motivaciones ocultas de una formación política inicialmente democrática - y liberal no hace tanto tiempo - para volverse contra los fundamentos de la autonomía del sector de los medios de comunicación? La historia se remonta a la última década del siglo XX. La mayoría de los dirigentes de la joven organización juvenil de la oposición que intervino activamente en la caída del comunismo entre 1988 y 1990 no fue capaz de aceptar y tolerar las opiniones críticas con su propio partido publicadas en y por los medios de comunicación, una vez que estos se vieron en unas circunstancias nuevas y democráticas. Todas las opiniones negativas sobre el comportamiento político de Fidesz se han ido interpretando poco a poco ni más ni menos que como ataques constantes por parte de las fuerzas liberales de izquierdas. Desde entonces, los medios de comunicación se han convertido en un chivo expiatorio fácil en épocas de fracaso electoral para los políticos más importantes del partido.

Mientras tanto, la teoría de un supuesto poder de los medios se ha propagado y convertido en piedra angular del pensamiento político del lado derecho del espectro de los partidos. Viktor Orbán proclamaba ya en 1999, al comienzo de su primer mandato como primer ministro gobernante, el programa de un nuevo equilibrio en los medios de comunicación: al enmascarar su plan como una lucha contra la supuesta influencia en los medios de socialistas y liberales, un imperio mediático de derechas partidista y leal ha surgido de la tierra en la primera década del nuevo siglo, lo que ha contribuido a un sistema de medios de comunicación realmente polarizado que también refleja la similar lógica básica de la competencia entre partidos. Es más, la única conclusión extraída de la derrota en las siguientes elecciones, en 2002, fue una vez más la misma lección simplista: Fidesz debería haber gobernado con mano aún más dura.

 La siguiente vez, disfrutando de su holgada mayoría en el Parlamento, una de las primeras nuevas normativas que Orbán y los diputados de la facción de Fidesz introdujeron en 2010 fue una ley extremadamente larga sobre los medios de comunicación, bien preparada mucho antes de la victoria del partido que, de hecho, contrasta claramente con los vaivenes de la que se ha dado en denominar política económica poco ortodoxa. La intención del nuevo proyecto de ley y de la nueva y profundamente detallada ley de los medios de comunicación aprobada solo hace medio año era, en primer lugar, mostrar quién manda en casa. Cuando las normativas sobre los medios de comunicación dieron pie a un escándalo internacional, los ideólogos de derechas y los partidarios del Gobierno celebraron que los medios no elegidos estuvieran finalmente bajo control.

La señal más evidente de la actitud de “ley y orden” puede observarse en el establecimiento de una nueva autoridad de los medios de comunicación. El presidente del organismo se ha convertido en una persona nombrada por el primer ministro, en este caso una exdiputada de su propio partido, que siempre se ha comportado como una recluta del partido en su cargo como miembro de la anterior institución de los medios de comunicación. ¿Y saben cuántos miembros del partido y cuántos de los partidos de la oposición ha elegido el Parlamento para el nuevo Consejo de Medios para cubrir los cuatro nuevos cargos? La respuesta correcta es cuatro frente a ninguno. Desde entonces, todo el sistema público de medios de comunicación ha sido reorganizado y los ciudadanos pueden ver un flujo constante de información progubernamental en la televisión pública sin que les molesten noticias demasiado controvertidas.

 En un reciente artículo que expresa nuestra postura conjunta, nuestra Sociedad Húngaro-Europea junto con el Sindicato Húngaro de Libertades Civiles, el Instituto de Política Pública Eötvös Károly y el Supervisor de la Calidad de los Medios se dirigieron hacia el Grupo de Alto Nivel sobre la Libertad y el Pluralismo de los Medios, recientemente creado por la Comisión Europea, explicando en detalle algunos de los problemas fundamentales y de los casos desagradables relacionados con el periodismo húngaro con el nuevo régimen de los medios de comunicación. Es una señal positiva de que las instituciones europeas no se han olvidado del caso húngaro. Mientras tanto, como señalábamos, la definición de algunos principios de la normativa sobre los medios y la libertad de prensa a escala europea, con efecto viculante para los Estados miembros, proporcionaría una garantía frente a los intentos gubernamentales autoritarios de controlar los medios de comunicación en toda la Unión Europea.

István Hegedűs es el presidente de Hungarian Europe Society, una ONG con sede en Budapest.

Traducción de News Clips.

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