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Rusia insiste en que no legitimará una intervención militar contra Siria

Moscú recuerda que ha entregado un proyecto alternativo a la ONU, rechazado por EE UU por ser muy "blando" con el régimen de El Asad

Pilar Bonet
El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov.MAXIM SHIPENKOV (EFE)

Rusia no acepta las sanciones unilaterales contra Siria ni está dispuesta a permitir que otros Estados utilicen el Consejo de Seguridad de la ONU para legitimar ya sean esas sanciones o una intervención militar en aquel país, según dijo el miércoles el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Según Lavrov, no es permisible que alguien, de forma unilateral y sin consultar a sus socios, decida adoptar medidas coercitivas, como son las sanciones, y luego pida a los otros miembros del Consejo de Seguridad que las apoyen y las cumplan.

Refiriéndose al buque Chariot, que llegó recientemente a Siria con un cargamento de Rosoboroneksport (la empresa estatal rusa exportadora de armamento) tras ser retenido brevemente en Chipre, Lavrov afirmó que Moscú actúa de acuerdo con el derecho internacional y no se somete a las sanciones impuestas por los aliados occidentales.

“Rusia no considera necesario dar explicaciones y justificarse ante EE UU por sus relaciones comerciales con Siria”, señaló el jefe de la diplomacia rusa, aludiendo al comentario preocupado e inquisitivo de la representante estadounidense en la ONU Susan Rice sobre este asunto.

Rusia no considera necesario dar explicaciones y justificarse ante EE UU por sus relaciones comerciales con Siria

El Chariot, que lleva bandera de San Vicente y Granada y pertenece a la compañía rusa Westberger, zarpó de San Petersburgo el 9 de diciembre, pero debido al mal tiempo, al día siguiente tuvo que refugiarse en el puerto de Limasol, en Chipre. En un registro a bordo se encontró una “carga peligrosa” (60 toneladas de armas y municiones según los medios de comunicación chipriotas), destinada al ministerio de Defensa de Siria. El buque siguió después su rumbo hasta el puerto sirio de Tartus, donde está la única base de la Flota rusa en el Mediterráneo. La base, que está siendo modernizada para recibir portaviones, está bajo el control de Moscú en virtud del acuerdo bilateral firmado por la Unión Soviética y Siria en 1971.

Lavrov recordó que Moscú ha presentado un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria. Este proyecto ha sido rechazado por EE UU y sus aliados occidentales por considerar que Rusia es muy benévola con el régimen de Bachar El Asad y se equivoca al distribuir las responsabilidades por la violencia en la misma medida entre el gobierno y la oposición. El ministro reiteró que Rusia no apoyará los intentos de recurrir a la fuerza para resolver el conflicto en Siria. Moscú, dijo, quiere el cese de la violencia “venga de donde venga”, apoya la misión de la Liga Árabe, propone un diálogo nacional con la participación de todos los grupos sirios y está dispuesta a actuar de anfitriona de ese diálogo.

Lavrov puntualizó que Rusia ha sacado las pertinentes consecuencias de la experiencia libia, por lo que su proyecto de resolución no contiene ningún punto susceptible de interpretarse como una autorización para el uso de la fuerza contra Siria. Lavrov no consideró adecuada la creación de una zona de exclusión de vuelo, ya que “a diferencia de Libia”, en Siria “no se utiliza la aviación contra la población pacífica”. El ministro manifestó que a Siria llegan armas para “guerrilleros y extremistas” que “intentan utilizar el movimiento de protesta para tomar el poder por la fuerza”.

Una guerra en Irán tendría "durísimas consecuencias"

P. B., Moscú

En relación al programa nuclear de Irán, el ministro dijo que con la última resolución de la ONU hace medio año se agotaron las sanciones que podían influir en el comportamiento de Teherán en este terreno. Las nuevas sanciones unilaterales de Occidente a Irán “no tienen nada que ver con el mantenimiento del régimen de no proliferación nuclear”, sino que tratan de ejercer una “sofocante presión” sobre la economía iraní con la esperanza de provocar el malestar popular. Una guerra en Irán, advirtió, tendría consecuencias durísimas, pues provocaría un éxodo de hacia Azerbaiyán y a través de ese país a Rusia y aventaría la confrontación suní-chií dentro del Islam. “Hacemos todo lo posible para que esto no suceda”, dijo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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