Una cumbre de futuro incierto
En Bruselas se ha logrado un compromiso entre disciplina e integración financiera, pero solo si los mercados se estabilizan en las próximas semanas se constatará si la reunión ha sido un éxito
“La eurozona es hoy una casa en llamas sin salidas de emergencia. La primera tarea es apagar el fuego. Pero eso no es suficiente. La casa tiene que ser reparada desde sus cimientos porque es la Unión Europea en su conjunto la que es cada día menos eficiente y menos relevante” (Jean- Claude Piris, Divide Europe, save the union. FT).
Es pronto para hacer una valoración definitiva de la cumbre de Bruselas porque todavía quedan muchos cabos sueltos y, lo que es más importante, porque serán los mercados los que emitan el veredicto final. Veredicto que dependerá de la decisión con la que las instituciones europeas intervengan para estabilizar los mercados y de su lucidez para poder avanzar en un auténtico proceso de integración económica. Los tiempos son importantes.
Las cumbres europeas se han sucedido a un ritmo frenético pero ninguna de ellas ha sido capaz de encauzar una riada que ha estado a punto de llevarse por delante a la unión monetaria. Hasta ahora hemos ido siempre por detrás de los mercados y por eso la crisis se ha extendido como una mancha de aceite que ha llegado a la mismísima Alemania.
El castigo que sufre la deuda soberana se debe a razones políticas, no económicas. El euro sigue siendo una moneda fuerte; tenemos más ahorro, una balanza por cuenta corriente más equilibrada y unas cuentas públicas más saneadas que los Estados Unidos, el Reino Unido o Japón. Si aun así los inversores están abandonando en masa el mercado de obligaciones europeo es porque sospechan que la unión monetaria no es una unión irreversible. Dudan sobre la gobernanza europea y sobre nuestro compromiso con el euro. Dudas que se acrecientan cuando observan que la Comisión va por un lado, el Consejo va por otro y alemanes y franceses no son capaces de ponerse de acuerdo. La crisis que vivimos es una crisis sistémica que exige una respuesta sistémica y un proyecto integral para cuya definición es necesario, como condición previa, superar las diferencias que separan a alemanes y franceses.
Esta crisis es política. El euro es fuerte, pero los inversores sospechan que la unión no es irreversible
La percepción de los alemanes es que, mientras ellos han logrado una economía altamente competitiva, los países periféricos han aprovechado los años de intereses bajos para endeudarse y vivir por encima de sus posibilidades. Alemania está decidida a forzar la aplicación de sus recetas: superávit exterior, deuda escasa y equilibrio fiscal. Bajo su óptica, una compra masiva por el Banco Central de los bonos de países periféricos hubiese limitado el incentivo de estos para reformarse. La mutualización de la deuda vía eurobonos tendría un resultado similar.
Por su parte, el presidente Sarkozy parece decidido a preservar, para su deuda, la máxima calificación crediticia porque sabe que de eso depende su reelección. Por eso es partidario de que el BCE haga mucho más de lo que hace ahora y quiere aumentar la potencia de fuego del Fondo de Rescate. Las cifras le dan la razón: el balance del BCE ha aumentado menos de la mitad de lo que lo ha hecho la Reserva Federal americana desde el principio de la crisis; el Banco de Inglaterra ha comprado deuda británica por valor de casi un 20% del PIB del Reino Unido, mientras que el BCE solo ha comprado el equivalente al 2% del PIB de la zona euro.
En la cumbre se ha llegado a un compromiso entre las dos posturas. Para satisfacer a Alemania, se ha acordado constitucionalizar la llamada regla de oro: el déficit presupuestario estructural (sin contar intereses) no podrá exceder del 0,5% del PIB. El Tribunal de Justicia Europeo deberá verificar que esta regla ha sido debidamente incorporada a los ordenamientos nacionales. Además, la Comisión y el Consejo deberán sancionar ex ante los presupuestos de los países sometidos al procedimiento de déficit excesivo; es decir, los de aquellos países cuyo déficit supere el límite del 3% del PIB. Los infractores serán sancionados automáticamente, salvo que se oponga a ello una mayoría cualificada del Consejo.
Para contentar a los franceses, se ha acordado adelantar a julio de 2012 la puesta en marcha del Mecanismo de Estabilidad Financiero. Se ha cambiado la regla de unanimidad por la de la mayoría supercualificada (85%) en la toma de decisiones y, presumiblemente, se relajarán las referencias a la participación del sector privado en la resolución de las crisis de la deuda que tanto ha desanimado a los inversores a embarcarse en un proyecto de porvenir incierto. Parece que también se ha decidido dotar al Fondo con más dinero, aunque no se hace mención alguna a los eurobonos que, en mi opinión, serían la solución más acertada. Se ha ratificado la posibilidad de que los Estados miembros acudan a los Fondos de Rescate para recapitalizar sus bancos; condición más que necesaria para la temprana recuperación del crédito y la financiación de la economía.
Además de la disciplina presupuestaria habría que adoptar medidas de estímulo en otros frentes
En relación con el BCE, la decisión ha sido salomónica: ni la canciller Merkel volverá a decir que Draghi desborda sus competencias cuando interviene en los mercados secundarios de la deuda, ni Sarkozy volverá a insistir en que eso es precisamente lo que tiene que hacer para estabilizar los mercados. Lo que haga el BCE es lo que va a determinar el éxito o el fracaso de la cumbre. Esto es así porque la experiencia demuestra que el BCE solo interviene en los mercados cuando considera que hay un horizonte de seguridad. La institución monetaria se muestra siempre temerosa a que un tsunami financiero se traduzca en una depreciación de los bonos comprados. El expresidente del BCE, Jean-Claude Trichet, empezó a comprar deuda solo cuando los Estados pusieron en marcha el Fondo de Rescate Provisional, gesto que interpretó como un compromiso de los Gobiernos de defender el euro.
En mi opinión, en Bruselas ha habido buenas noticias que conviene destacar. La primera es que 26 de los 27 países de la Unión han decidido suscribir un acuerdo intergubernamental que plasme las reformas que la Unión Europea necesita. La segunda es que se ha logrado alcanzar un compromiso entre disciplina e integración financiera para asegurar a los “contribuyentes netos” que las ayudas a los países en dificultades a través del Banco Central (y de los Fondos de Rescate) no contribuirán a aumentar el riesgo moral o a fomentar la irresponsabilidad de los beneficiarios. Es también una buena noticia que se hayan aprobado mecanismos más automáticos de control fiscal para asegurar que los desmanes de estos últimos tiempos no se vuelvan a repetir y se haya dado un salto cualitativo en materia de gobernanza económica.
La estabilidad presupuestaria, la corrección de los desequilibrios macroeconómicos y las ganancias de competitividad son condiciones necesarias para el desarrollo sostenible. Lo demás son atajos que no conducen a ningún sitio. Es bueno también que se haya decidido reforzar los mecanismos de rescate.
Subsisten, sin embargo, sombras. En mi opinión, la austeridad fiscal no basta para salir de la crisis. La disciplina presupuestaria debería ir acompañada de medidas de estímulo a la economía en otros frentes, singularmente para abaratar la financiación de los países y las empresas del euro. El BCE debería tener una actuación más decisiva, asumiendo un papel más relevante en la estabilización de los mercados. Los mecanismos de rescate permanentes deben ser activados cuanto antes y contar con los recursos suficientes para ser creíbles. Los eurobonos con garantía mancomunada parecen el instrumento más adecuado para nutrir los mecanismos de rescate, superar la fragmentación del mercado de deuda soberana y restaurar la condición de activos sin riesgo de los bonos públicos.
En unas semanas constataremos si la cumbre ha sido un éxito o un fracaso. Si los mercados se estabilizan habremos comprado el tiempo suficiente para poner en marcha las reformas estructurales aprobadas en Bruselas y estaremos más cerca de asistir al final de la crisis.
José Manuel García-Margallo y Marfil, eurodiputado del PP, es vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo.
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