Grecia estalla contra los nuevos recortes
Miles de ciudadanos salen a la calle para protestar por la situación económica "Mucha gente no se puede permitir más austeridad", afirma un parado
Porque cree que está mejor que muchos otros, Giannis Hasanakos salió a protestar el jueves contra la factura social de la crisis económica de Grecia. Perdió el trabajo en junio, con lo que cobra 460 euros de paro, y su mujer, empleada de una empresa constructora de colegios públicos, ha visto caer su jornal de 1.400 a 1.100 euros. Ambos esperan un hijo y algunas respuestas. “Haga números: si pagamos 600 euros de alquiler, nos quedan apenas mil para pagar todas las facturas, seguros… y los impuestos no dejan de subir”, explica. Con 37 años, planean irse a vivir con los padres de su esposa, como muchos griegos han hecho desde que empezó lo más negro de la crisis. “Mucha gente no es que no quiera más austeridad, es que no se la puede permitir. Yo estoy mejor que muchos”, añade.
Miles de griegos han tomado esta tarde todo el centro de Atenas para protestar contra la oleada de ajustes económicos que han sufrido en un año, para protestar contra los políticos, contra la banca, contra la corrupción, contra todo aquello que ellos creen que ha llevado al país al borde la bancarrota. Fueron dos largos ríos de gente cargada de cánticos y banderas que debió servir al nuevo primer ministro, Lukas Papademos, como termómetro del malestar social al que se enfrenta en las calles.
La protesta de ayer, en realidad, conmemora el levantamiento estudiantil de 1973 contra la dictadura militar, pero cada año sirve para poner en el asfalto las quejas de la población y, desde hace dos años, no son otras que las relacionadas con la crisis. Mal, la gente está pasándolo muy mal, le dice a uno cualquier taxista, universitario, anciano u hombre de negocios en Atenas. ¿Cómo se mide eso de estar mal? Es difícil poner números. Son cuatro años en recesión, que seguirá en 2012, una tasa de paro oficial del 18% (hay quien lo eleva al 21%), y sobre todo, una deuda pública y privada descomunal. Entre rebajas de salarios, pensiones y subidas de impuestos, los sindicatos calculan muchos trabajadores ha perdido hasta un 40% de sus ingresos para vivir.
Los sindicatos calculan muchos trabajadores ha perdido hasta un 40% de sus ingresos para vivir
La cifra de suicidios de este país, que solía tener una de las tasas más bajas de Europa, no ha dejado de crecer con la crisis. En los cinco primeros meses del año, el número ha crecido un 40%, según los datos del Ministerio de Salud. Y en un año, el ratio se ha duplicado, de tres a seis por cada 100.000 habitantes.
Nikos Pleuris, un médico de 26 años sin trabajo, militante de izquierdas, se quejaba airado: “Mucha gente que conozco ha tenido que cortar la luz porque no pueden pagar y ahora viene el invierno, no podemos asumir más sacrificios, nos amenazan todo el día con salir del euro, pues salgamos, no podremos acabar de pagar esta deuda nunca”.
“Las personas están por encima de los mercados”, decía un melancólico Yorgos Papandreu se despidió de su semana pasada, cuando anunciaba que dejaba el Gobierno, arrinconado por su propio partido, contestado en la calle y rechazado en Europa. Pero el mercado ha prestado al estado heleno una cantidad de dinero que equivale al 167% de su producto interior bruto (PIB), los vencimiento de la deudas se acercan y apenas quedan euros en la hucha para pagar. Y Bruselas y el Fondo Monetario Internacional (FMI), quienes financian el primer y segundo rescate, que es una inyección de 130.000 millones de euros hasta 2014, pide a Grecia más aceite de ricino para conseguir que el país ponga sus cuentas en orden y no seguir hinchando la deuda. Esa es la labor encomendada al nuevo Ejecutivo de unidad que juró su cargo hace una semana.
Así que, como era previsible, los gritos contra Europa, el FMI, y la llamada troika (los inspectores del Banco Central europea, la comisión Europa y el FMI que vigilan la economía griega), dominaron toda la marcha. La policía antidisturbios -había miles de agentes repartidos por toda la ciudad- utilizó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes en varias ocasiones durante la protestos, que vivió su momentos más caliente en la plaza Syntagma, donde se encuentra en Parlamento y es razón social de las protestas atenienses, y al finalizar, frente a la embajada de Estados Unidos, país al que consideran haber sido cómplice de aquella dictadura militar.
La policía detuvo al menos a dos personas que habían lanzado bombas incendiarias contra los agentes que protegían el Parlamento griego, según se ve en las imágenes de la emisora en internet Zougla, aunque las revueltas fueron más leves que otros años.
Y en medio de la protesta, marchaba también el movimiento de insumisión fiscal Den Plirono (No voy a pagar), cuyo portavoz, Leónidas Papadopoulos, sin aparentar un pelo de ironía, explicaba así el estado de su lucha: “Bueno, el movimiento es previo a la crisis pero ahora ha crecido mucho, lo que pasa es que mucha gente ha dejado de pagar las tasas porque no puede, la mayoría, y nuestra reivindicación es política, no hay que pagar dos veces por los bienes públicos, aunque se pueda”.
Medidas de ajuste
- El primer plan de ajuste se adoptó en mayo de 2010; el segundo, a finales del pasado junio. A ellos se sumaron en septiembre medidas como un nuevo impuesto sobre bienes inmuebles o el fin de la gratuidad de los libros de texto.
- Gran parte de los recortes se basan en el incremento de la presión fiscal (este año se pagarán 2.300 millones más que en 2010) y en la lucha contra el fraude.
- Otras medidas pasan por la privatización de empresas del Estado (se prevé ingresar 50.000 millones hasta 2015) y el drástico recorte del funcionariado (desaparecerán 150.000 de los 700.000 puestos existentes).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.