Juicio al nigeriano que intentó volar un avión a Detroit en nombre de Al Qaeda
Umar Farouk Abdulmutallab intentó hacer estallar una bomba en un avión en la Navidad de 2009 El explosivo falló y fue reducido por los pasajeros y el personal Fue entrenado en Yemen por el fallecido Anuar el Aulaki
A medida que el vuelo número 253 de Northwest Airlines se acercaba a Detroit el día de Navidad de 2009, Umar Farouk Abdulmutallab, el hombre de nacionalidad nigeriana que ocupaba el asiento 19-A, comenzó a hacer los preparativos propios del martirio al que se quería someter. Pasó al baño, se lavó y se perfumó. Regresó a su asiento, y empleó una jeringuilla plástica para inyectar dos líquidos químicos en una bolsa con 190 gramos de pentrita, un material explosivo. Esperaba que aquello hiciera explotar el avión. Lo único que provocó fue un pequeño incendio y su arresto por parte de las autoridades norteamericanas, al aterrizar en Detroit.
El juicio contra él comenzó ayer y la fiscalía reveló los primeros detalles pormenorizados que se conocen sobre aquel atentado frustrado. Michael Zantow, que ocupaba el asiento 19-B, fue el primero en percibir el humo. “Oye, los pantalones se te están quemando”, le dijo al pasajero del asiento de al lado, según recordó ayer al subir al estrado, en calidad de testigo.
Al servicio de Al Qaeda
Abdulmutallab, que llevaba un dashiki, una camisa de vivos colores propia de África occidental, se mantuvo impasible, lo que puso nervioso a Zantow. El humo alarmó al resto de pasajeros y a la tripulación. “Estaba al servicio de Al Qaeda”, dijo ayer en su alegato inicial el fiscal Jonathan Tukel, que representa al Gobierno de EE UU en el caso. “Pensó que acabaría en el cielo, porque iba a ser un mártir”.
"Oye, se te están quemando
los pantalones", le dijo
el pasajero de al lado
Todo lo que se sabe del caso, de momento, proviene de la fiscalía, porque Abdulmutallab, de 24 años, se representa a sí mismo y ha declinado hacer un alegato de defensa inicial. Según Tukel, el supuesto terrorista viajó en 2009 a Yemen, donde fue adoctrinado por el clérigo propagandista de origen estadounidense Anuar el Aulaki, que murió el pasado 30 de septiembre en un ataque de con misiles lanzados desde aviones de EE UU no tripulados.
En Yemen, diversos operativos de Al Qaeda le explicaron a Abdulmutallab un modo de llevar explosivos no metálicos adheridos al cuerpo para hacerlos estallar en un avión.
Antes de abandonar Yemen grabó un mensaje de vídeo enalteciendo al islam y criticando a EE UU, al estilo del que graban en ocasiones los yihadistas. Entre los días 6 y 7 de diciembre le adhirieron los explosivos en la entrepierna. Un testigo que viajaba en el avión los definió como una especie de “pañal grande”. Los llevó durante casi 20 días, en un periplo que le llevó de Yemen a Gana, de allí a Nigeria y, finalmente, a Amsterdam, donde embarcó en el vuelo 253 a Detroit. En ningún aeropuerto hizo sonar las alarmas. Contaba, además, con un visado estadounidense, expedido por la embajada de EE UU en Londres.
El ataque acabó siendo una chapuza. Los pasajeros apagaron el fuego con mantas. Los asistentes de vuelo rociaron a Abdulmutallab con extintores. Éste se levantó y perdió parte del explosivo, que cayó en el asiento 13-B, de donde lo recuperaría el FBI horas después. Algunos pasajeros comenzaron a gritar, alarmados. El caos reinaba en el avión.
Los pilotos comunicaron su situación de alerta al aeropuerto. Al atacante lo sentaron en el asiento 1-G, con sus genitales, severamente quemados, expuestos.
Luego lo cubrieron con una manta, mientras era custodiado por los propios pasajeros y asistentes de vuelo. El fiscal mostró ayer al jurado una foto de los genitales como prueba del daño que quería hacer Abdulmutallab en el avión. Un abogado que asesora al supuesto terrorista había pedido que no se enseñara la foto, para proteger su intimidad, algo que la jueza Nancy Edmunds rechazó finalmente.
Al aterrizar en Detroit, a Abdulmutallab le recibió un agente de la policía de frontera de EE UU, Marvin Steigerwald. Éste le preguntó que con quién estaba asociado, a lo que respondió, inmediatamente: “Al Qaeda”. Fue la primera de una larga serie de confesiones, todas en la misma línea. En el juicio iniciado ayer, sin embargo, el hombre que más cerca ha estado de atacar a EE UU tras los atentados de 2001 ha decidido permanecer, de momento, en el más absoluto silencio.
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