_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Justicia sin justicia

Sea casualidad, sea oportunidad, lo cierto es que la muerte de Osama Bin Laden se ha producido en un momento de creciente cuestionamiento del presidente Obama por su falso nacimiento fuera de Estados Unidos, un bulo que ha prendido en el mismo público que aviva el fuego de su supuesto islamismo y que se siente incómodo, en suma, con su nombre, su origen, su color. Casualidad porque no es Obama, sino figuras como Donald Trump o medios como Fox los que agitan esos fantasmas. Y oportunidad porque el impacto de un presidente, precisamente este presidente, anunciando la muerte del terrorista número 1 del mundo debería pulverizar para siempre las absurdas teorías que sitúan a Obama en el territorio enemigo.

Más información
Hillary Clinton: "Bin Laden también atacó a inocentes en Londres, Madrid, Bali o Estambul"
ONU: "La muerte de Bin Laden es un avance crucial"
Gratitud en la comunidad musulmana de EE UU

"Se ha hecho justicia". Su discurso en la noche del domingo, 1 de mayo, ya es parte de la historia, y el eco de estas palabras resonará por muchos años en la memoria de generaciones marcadas por el 11-S, personas para las que la autoestima como nación y civilización subirá grados desde hoy.

Pero no es justicia exactamente lo que ha encontrado Bin Laden. Si la OTAN es cuestionada en los últimos días en Trípoli por rozar a Gadafi en un bombardeo que ha matado a uno de sus hijos y varios nietos. Si la resolución de la ONU que permite la intervención internacional para fijar una zona de exclusión aérea en Libia no incluye precisamente acabar con el dictador. Si la guerra de Irak ha sido llevada a los infiernos de las guerras por no contar con ningún tipo de legalidad internacional frente a los casos de Kosovo, Afganistán o Libia. Si todo eso ocurre es porque la causa de la legalidad internacional parecía emerger como único salvavidas en el universo posterior a la guerra fría en que hemos visto naufragar grandes valores en los pozos del 11-S, Guantánamo o Irak.

Pero no es legalidad, sino legitimidad en mayúsculas, lo que Estados Unidos reivindica poderosamente en la muerte de Bin Laden. Hacer justicia con alguien es "obrar en razón con él o tratarle según su mérito, sin atender a otro motivo, especialmente cuando hay competencia y disputa", nos dice la Real Academia de la Lengua.

Es decir, lo ocurrido no es justicia a secas (lo que debe hacerse según derecho o razón, la RAE dixit), sino que lo ocurrido es eso: que se ha hecho justicia, que se le ha tratado con su medicina, en suma. ¿O alguien esperaba que un soldado que se topara con Bin Laden iba a llamar a un abogado como primera reacción, como recoge este interesante artículo en Foreign Policy.

No es legalidad lo que se enarbola, sino la legitimidad construida sobre 3.000 muertos en el corazón de EEUU e incontables atentados en otros países, incluido el doloroso 11-M de Madrid. Y sobre una guerra contra el terrorismo de Al Qaeda que languidecía en Afganistán sin éxitos a la vista. La muerte de Bin Laden por fuerzas de EEUU no sólo inyecta moral a las generaciones heridas, puede poner un final justificado, este sí, a la presencia de tropas extranjeras, incluidas españolas, en el Afganistán que albergó el peor terrorismo de la historia.

Un cartel cuelga de las calles de Nueva York el 18 de septiembre de 2011, días después del atentado contra las Torres Gemelas.
Un cartel cuelga de las calles de Nueva York el 18 de septiembre de 2011, días después del atentado contra las Torres Gemelas.RUSSELL BOYCE (REUTERS)

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_