Justicia sin justicia
Sea casualidad, sea oportunidad, lo cierto es que la muerte de Osama Bin Laden se ha producido en un momento de creciente cuestionamiento del presidente Obama por su falso nacimiento fuera de Estados Unidos, un bulo que ha prendido en el mismo público que aviva el fuego de su supuesto islamismo y que se siente incómodo, en suma, con su nombre, su origen, su color. Casualidad porque no es Obama, sino figuras como Donald Trump o medios como Fox los que agitan esos fantasmas. Y oportunidad porque el impacto de un presidente, precisamente este presidente, anunciando la muerte del terrorista número 1 del mundo debería pulverizar para siempre las absurdas teorías que sitúan a Obama en el territorio enemigo.
"Se ha hecho justicia". Su discurso en la noche del domingo, 1 de mayo, ya es parte de la historia, y el eco de estas palabras resonará por muchos años en la memoria de generaciones marcadas por el 11-S, personas para las que la autoestima como nación y civilización subirá grados desde hoy.
Pero no es justicia exactamente lo que ha encontrado Bin Laden. Si la OTAN es cuestionada en los últimos días en Trípoli por rozar a Gadafi en un bombardeo que ha matado a uno de sus hijos y varios nietos. Si la resolución de la ONU que permite la intervención internacional para fijar una zona de exclusión aérea en Libia no incluye precisamente acabar con el dictador. Si la guerra de Irak ha sido llevada a los infiernos de las guerras por no contar con ningún tipo de legalidad internacional frente a los casos de Kosovo, Afganistán o Libia. Si todo eso ocurre es porque la causa de la legalidad internacional parecía emerger como único salvavidas en el universo posterior a la guerra fría en que hemos visto naufragar grandes valores en los pozos del 11-S, Guantánamo o Irak.
Pero no es legalidad, sino legitimidad en mayúsculas, lo que Estados Unidos reivindica poderosamente en la muerte de Bin Laden. Hacer justicia con alguien es "obrar en razón con él o tratarle según su mérito, sin atender a otro motivo, especialmente cuando hay competencia y disputa", nos dice la Real Academia de la Lengua.
Es decir, lo ocurrido no es justicia a secas (lo que debe hacerse según derecho o razón, la RAE dixit), sino que lo ocurrido es eso: que se ha hecho justicia, que se le ha tratado con su medicina, en suma. ¿O alguien esperaba que un soldado que se topara con Bin Laden iba a llamar a un abogado como primera reacción, como recoge este interesante artículo en Foreign Policy.
No es legalidad lo que se enarbola, sino la legitimidad construida sobre 3.000 muertos en el corazón de EEUU e incontables atentados en otros países, incluido el doloroso 11-M de Madrid. Y sobre una guerra contra el terrorismo de Al Qaeda que languidecía en Afganistán sin éxitos a la vista. La muerte de Bin Laden por fuerzas de EEUU no sólo inyecta moral a las generaciones heridas, puede poner un final justificado, este sí, a la presencia de tropas extranjeras, incluidas españolas, en el Afganistán que albergó el peor terrorismo de la historia.
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