"Me he ido porque mi madre me llamaba todos los días llorando"
Muchos españoles se marchan de Japón a países vecinos para tranquilizar a sus familiares en España
"Cuando tu madre te llama todos los días desde España llorando no te queda otro remedio". Fernán Izquierdo llegó ayer a Bali, huyendo de Japón, no por miedo propio, sino para tranquilizar a los suyos. "Lo hice por mi familia, porque en Japón estábamos más o menos tranquilos, pero cada vez que hablábamos con alguien de España creían que estábamos en un sitio que iba a desaparecer de la faz de la tierra".
Tomó un avión desde Tokio, ciudad en la que vive desde el pasado mes de octubre, cuando llegó para hacer una beca en la oficina comercial de la embajada de España. Hizo escala en Osaka, uno de los lugares a donde los japoneses están huyendo. También algunos amigos de Izquierdo. "Se están yendo al sur de Japón o a otros países asiáticos de alrededor". En unas horas, recibirá a un par de amigos en la isla de Indonesia.
"La mayoría de mis amigos, españoles en Tokio, solo están un poco asustados, pero la gente desde España tiene verdadero pánico". Es por ello que muchos de ellos se están marchando unos días, para tranquilizar a sus familiares. Él tiene un billete de vuelta a Tokio para dentro de unos días. "Los extranjeros somos los primeros que nos estamos yendo", cuenta.
Según narra Izquierdo, tras el terremoto -y por la situación de la central nuclear de Fukushima-, los becarios de la oficina comercial se reunieron con el consejero y le pidieron si podían marcharse, dada la situación de emergencia. El Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) no les puso problemas y les dijo que, podían irse por cuenta propia, puesto que no hay una postura oficial por parte de la embajada que diga que hay que dejar el país.
Tras los días de nervios y tensión, Izquierdo respira más tranquilo. El pasado domingo, cogió su motocicleta y se puso a conducir en dirección Fukushima. "Esto pasa una vez en la vida y hay que verlo", comentaba emocionado, horas después de regresar de un viaje que le llevó hasta unos 100 kilómetros de la central nuclear. Hasta ese momento, no había sentido el miedo real. Pero fue al hablar con su familia y sus amigos cuando se planteó los riesgos que corría. "Hay dos perspectivas, la de los japoneses que dicen que está controlado y la de los medios internacionales, que da más miedo, ¿a quién creemos?". Él por el momento ha decidido hacer caso a los suyos, a su propia familia. "Si pasa algo grave, al menos estaremos lejos", comentaba desde Indonesia.
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