Educación de calidad, tarea pendiente
Si la educación fuera simplemente el hecho de acceder a un aula de clases, América Latina y el Caribe habrían cumplido la tarea. La mayoría de los países en la región ha hecho enormes progresos en acercarse a la universalidad de acceso a la educación básica. A nivel de secundaria y universidad también hay un claro progreso.
Pero más allá del acceso, el objetivo esencial de la educación es el aprendizaje. Asegurar que los niños y jóvenes tengan un desempeño de acuerdo a los requerimientos de la época es una condición necesaria para que la sociedad progrese. Y en ese aspecto la región tiene todavía una asignatura pendiente.
Este es un tema crítico que seguramente es fuente de preocupación para los jefes de estado y gobierno de Iberoamérica que se reúnen este fin de semana en Mar del Plata, Argentina.
Latinoamérica presenta un desempeño académico inferior a lo esperado según el ingreso per cápita
Los países latinoamericanos presentan año tras año un pobre desempeño académico en evaluaciones internacionales. Con excepción de Uruguay, los países en la región muestran un rendimiento muy inferior de lo esperado según sus ingresos per cápita.
En 2006, un puñado de países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay) participaron en el Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, según siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. En su totalidad se ubicaron entre los 20 peores escaños en lectura, matemáticas y ciencias, muy por debajo del promedio de casi 60 países.
Es pues evidente que mejorar la educación debe ser prioridad entre políticos, educadores y familias en la región.
Más aún, debe serlo ya que América Latina se mantiene como una región desigual y que la educación es el factor nivelador más importante para garantizar la movilidad social.
Por años esa simple idea no permeo en algunos sectores de la sociedad. Tanto gobiernos como élites temían que un trabajador mejor educado pudiera afectar la productividad al hacerse más costosa la mano de obra.
Hoy es claro que el reto de la competitividad exige trabajadores que tengan las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Una inversión que se enfoque en mejorar las oportunidades educativas entre los más humildes se justifica tanto económica como socialmente.
Si bien la brecha entre ricos y pobres ha disminuido en los últimos años, aún es parte de la realidad regional. Mientras cuatro de cada cinco niños en el sector de altos ingresos termina la secundaria, solo uno de cada cinco la termina en el sector más pobre.
Para reducir este tipo de desigualdades, los gobiernos en la región han puesto énfasis en diversos aspectos educativos, que abarcan desde programas de desarrollo en la primera infancia hasta programas de aprendizaje a lo largo de la vida. En varios de ellos, el Banco Mundial proporciona asistencia técnica y financiera.
Diversos estudios muestran que la más lucrativa inversión en capital humano ocurre en los primeros cinco años de vida. Con el propósito de igualar las oportunidades para los niños más pobres, el Banco Mundial y la Fundación Alas de Shakira lanzaron en febrero de 2010 una iniciativa por 300 millones de dólares para programas de desarrollo en la primera infancia. Más de 100 millones ya han sido aprobados para este propósito en Argentina, Brasil, Haití, México y Perú.
La mayoría de los países evalúan sus sistemas pedagógicos con pruebas nacionales estandarizadas, pero pocos hacen públicos los resultados o los utilizan como diagnósticos para mejorar la calidad. Colombia, que participó en PISA por primera vez en 2006, está evaluando los resultados y buscando un consenso nacional en torno a necesarias reformas educativas.
La calidad educativa debe medirse por su capacidad de proporcionar conocimientos relevantes en el campo laboral. México, con el respaldo de un proyecto del Banco Mundial por 700 millones de dólares, está reformando su sistema educativo con el propósito de flexibilizar la secundaria para facilitar la adopción de un plan de estudios más competente en por lo menos la mitad de las escuelas públicas del país.
En Argentina, el Banco Mundial apoya un programa gubernamental de $200 millones de dólares para consolidar y aumentar la cobertura de entrenamiento y mejorar así las oportunidades laborales de adultos de escasos recursos económicos.
Sin estos y muchos otros esfuerzos la posibilidad de generar igualdad de oportunidades para los jóvenes se tornará esquiva.
Para lograr una educación incluyente, lema de esta Cumbre, será esencial apoyar la educación de alta calidad basada en resultados. Ese curso de acción contribuiría a extender el progreso económico y social logrado en los últimos años a toda la sociedad.
Pamela Cox es vicepresidenta para América Latina y el Caribe en el Banco Mundial.
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