"Muy poca gente sale ilesa o con heridas leves de un accidente con una bomba de racimo"
A Valen Kurova le chifla el jazz pero ha dedicado su vida a las minas y a las bombas de racimo. Nació en Pristina, la capital de Kosovo. Allí estudió Música y Arte Moderno. Las oportunidades, sin embargo, después de tres años de guerra iban por otros derroteros. La Organización de Apoyo a la Vida en Zonas Peligrosas (HALO, en sus siglas en inglés) le contrató como traductor en 1999. Meses después se formó en detección y manejo de explosivos, y decidió pasar a la acción. Desde entonces ha desactivado artefactos en Mozambique, Sri Lanka, Camboya, Afganistán, Georgia, Somalia y Nagorno Karabaj (Azerbaiyán). Ahora, con 33 años, es el máximo responsable de HALO en el cuerno de África y, cuatro días después de que entrara en vigor el Tratado de Oslo-el que prohíbe el uso y la fabricación de las bombas de racimo-, confiesa que no le preocupa quedarse sin trabajo. Desde la sede de la ONG, en Dumfries (Escocia), asegura que el día que HALO no tenga nada que hacer será el más feliz de su vida.
"Los empleados de HALO tienen más accidentes yendo en coche al campo que en el campo en sí"
"Lo de ir paseando como un cowboy recogiendo bombas no se corresponde con nuestro estilo de trabajo"
Pregunta. ¿Cuántas bombas de racimo quedan esparcidazas por el mundo?
Respuesta. Nadie lo sabe. En teoría, el 100% de las bombetas que contiene una bomba de racimo debería explotar al impactar con algo. Pero la realidad no es esa. Algunas quedan ocultas y se convierten en una amenaza para la población civil. Lo que pasa es que resulta imposible saber cuántas explotaron y cuántas no, o qué zonas están limpias y cuáles no.
P. ¿Cabe la posibilidad de que algunas bombetas estén diseñadas para no explotar inmediatamente?
R. Hay argumentos para defender esa idea, sí. A veces, por su color y su forma, engañan y no parecen bombas. Pero personalmente no creo que tenga mucha lógica. Un ejército las usa para destrozar objetivos concretos y le conviene que todas las bombetas exploten para cubrir el mayor área posible. Pero hay varios factores que intervienen en esa no explosión. Uno es que a veces no golpean algo duro...
P. ¿Así que su explosión depende de donde caigan?
R. Así es. Hemos trabajado en lugares en los que sabemos que se han usado, y no hemos encontrado ni una. Solo los cráteres de impacto. En otros, en cambio, si han caído sobre un suelo mojado y blando, hemos observado niveles de fallo de hasta un 50%.
P. ¿Que fuerza explosiva tiene una bombeta?
R. Hay dos tipos. Unas están diseñadas para causar daños personales, contienen mucha metralla y matan o hieren en un área de entre 25 y 50 metros cuadrados. Otras están pensadas para utilizarse contra vehículos blindados y, normalmente, son más grandes. La primera explosión penetra y el resto mata a las personas.
P. ¿Son tan peligrosas como las minas?
R. Potencialmente, mucho más. Muy poca gente sale ilesa o con heridas leves de un accidente con una bomba de racimo. Pero no necesariamente explotan por pisarlas, como pasa con las minas. Normalmente hay que moverlas o golpearlas, así que el riesgo es menor. Aunque cuando explotan, eso sí, causan mucho más daño que las minas.
P. ¿Cómo se limpia un campo con bombas de racimo?
R. Con una técnica similar a la que empleamos con las minas, sólo que más rápida. En ambos casos usamos detectores metálicos para identificar los artefactos explosivos, pero las bombas de racimo contienen mucho más metal que las minas, que suelen ser de plástico, sobre todo, así que es más fácil identificarlas.
P. ¿Qué pasa cuando suena una alarma?
R. El limpiador marca el lugar, regresa a la zona segura, y luego vuelve con una excavadora que retira entre 30 y 40 centímetros de suelo. Entonces avanza lentamente... y si identifica un artefacto explosivo avisa al encargado de hacerlo explotar.
P. ¿Se han usado bombas de racimo contra población civil?
R. No nos consta. Son armas carísimas, con detonadores de última generación... Pero después del conflicto sí hieren y matan a población civil. A lo largo de la historia han afectado a más civiles que soldados. Pero bueno, como casi todo el armamento militar.
P. ¿Cuál es lugar más infestado de bombas de racimo en el que ha estado?
R. Afganistán, aunque ahora el problema ya no es tan grave como antes. Pero en Nagoro Karabakh [una región de Azerbaiyán, de mayoría armenia, autoproclamada independiente en 1991] también hay una cantidad considerable.
P. ¿Qué le pareció En tierra hostil[Oscar a la mejor película en 2010]?
R. Obviamente es una superproducción de Hollywood y su objetivo es proyectar un mensaje. Pero lo de ir paseando por ahí como un cowboy, recogiendo bombas, no se corresponde para nada con nuestro estilo de trabajo. Lo que muestra la película es cómo no debe desactivarse una bomba. La gente que hace cosas así no suele vivir mucho tiempo.
P. ¿Cuánto cobra un desminador?
R. Lo que el resto de trabajadores, más o menos. No queremos que los limpiadores de minas y bombas de racimo ganen más que un médico, por ejemplo. Además HALO emplea a mucha gente en países con economías poco desarrolladas y sabemos lo importante que es evitar la inflación.
P. ¿Algún accidente mortal el año pasado?
R. Claro, es un trabajo peligroso. Pero normalmente los accidentes se deben a la falta de atención o al incumplimiento de protocolos. De hecho tenemos menos accidentes que algunas de las empresas que construyen carreteras en Reino Unido. Y otro dato: los empleados de HALO tienen más accidentes yendo en coche al campo que hay que limpiar que en el campo en sí.
P. ¿Qué significa para usted la entrada en vigor del Tratado de Oslo?
R. Limitar el uso de las bombas de racimo, como hizo el Tratado de Ottawa con las minas, es importante. De todas formas, nosotros estamos muy ocupados limpiando y no nos preocupamos tanto de la movilización social como otras ONG. Puede que sirva para captar cierta atención y recabar más fondos, eso sí.
P. ¿Le preocupa quedarse sin trabajo, o todavía falta mucho, para eso?
R. ¡Estamos deseando que eso llegue! Cuando no queden minas ni bombas de racimo, HALO será la organización más feliz del mundo. Pero lo cierto es que aún hay mucho por hacer. En algunas zonas la concentración es muy alta, y descubriremos otras. El problema de las bombas de racimo, en todo caso, es menor que el de las minas.
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