Xavier Rabat: "Siento que todo se mueve"
Localizado vivo el vecino de Olot (Girona) en paradero desconocido desde el martes por el temblor de Haití
En el taxi viajaban Xavier Rabat y unos amigos cuando el camión cisterna de delante empezó a moverse. "La calle se llenó de un polvo blanquecino y la pared que tenía a mi derecha se cayó", recuerda. Al taxista le dio tiempo de hacer una llamada. Habló unos segundos y el teléfono se cortó. El hombre salió corriendo del coche. Y Xavi tras él. "Pensaba que iba a hacer una locura", recuerda. Se acaba de enterar de que su familia había muerto en el terremoto. "Desde entonces tengo la sensación de que todo se mueve", lamenta Xavier. Este hombre de 36 años y del municipio gerundense de Olot escapó ayer de Haití y llegó sano y salvo a la República Dominicana.
El desamparo del taxista, que ve cómo cambia su vida en unos segundos, es el ejemplo que pone para explicar la impotencia y el alcance de la tragedia. "Estaba todo destruido, la gente corría por las calles. Un caos impresionante", relata desde el aeropuerto de Santo Domingo, donde trata de cambiar su billete de vuelta a España. Xavier ha estado desde el martes hasta ayer por la noche en el Pétionville, un suburbio de Puerto Príncipe. Mañana tendría que estar de vuelta a casa, si sus vacaciones hubieran salido como tenía planeado.
"Todos buscábamos lo que podíamos. Yo me encargué de encontrar agua"
"He llegado aquí por mis propios medios y gracias a la ayuda de mis amigos"
Cinco horas para 15 kilómetros
Recuerda que tras el terremoto tardaron cinco horas en recorrer los 15 kilómetros que les separaban de la casa donde estaba. Cuando llegaron, la mayor parte de la vivienda estaba en el suelo. "La gente estaba en la calle con sillas, con mantas, dispuesta a pasar la noche al raso". Y en la calle se quedó durmiendo durante tres días, hasta que ayer logró cruzar la frontera. "Te recomendaban que te quedaras en la calle, por si había otro movimiento". Con la luz del sol la gente se relajaba. Pero al caer la noche, el miedo a las réplicas acechaba. "Estabas con ansiedad". La misma noche del martes hubo una repetición, de tres segundos. , recuerda. Pero no cayó nada más.
El miércoles empezó a llegar la ayuda. Pero la información era mínima. "Era imposible encontrar prensa. Nos enterábamos de lo que pasaba a través de una radio a pilas que teníamos", explica. El municipio estaba sin agua, sin luz, sin teléfono, sin comunicación y sin gasolina. Ese mismo miércoles, empezaron a entrar en las casas de dos en dos. Daba miedo. "Todo derrumbado, el muro de contención abajo. Si soplaba un poco de viento, la casa se movía", recuerda. Y eso que era un edificio grande, de dos plantas. Sacaron lo que pudieron y volvieron a la calle.
El olor de las calles
Pero comida no falta, según Xavier. El mismo miércoles llegaron camiones con mangos, patatas y arroz. Y se formó en la zona una especie de mercadillo de truque. "Todos buscábamos lo que podíamos. Yo me encargué de encontrar agua", recuerda. Acudían a las tiendas, también destrozadas y a hacerse con lo que pudieran. "A partir del jueves, la cosa empeoró. Los hospitales estaban llenos. La gente acudía y les pedían que volviesen más tarde". Las calles olían mal, servían para hacer vida, para defecar, para que esperasen la ayuda los heridos...
Durante todo ese tiempo Xavier permaneció incomunicado hasta que el jueves por la tarde por casualidad dio con un guardia civil español que iba en un convoy de las Naciones Unidas. "Iba pidiendo gasolina, de un coche a otro, y topé con él". La conversación duró 30 segundos y con el coche en marcha. Xavier alcanzó a escribirle en un papel el teléfono de sus amigos para que les avisase de que estaba bien. Le dijo que era de Girona y el agente le explicó que había estado destinado un tiempo en la provincia. Pero no hubo tiempo para más. "No sé ni cómo se llama".
La tarde del jueves y la mañana del viernes, Xavier, ayudado de varios amigos, continuó buscando gasolina. "Cada uno con una garrafa, íbamos a las gasolineras, de coche en coche...". Consiguió reunir unos 40 litros. Con eso y con el todoterreno que le prestó una amiga haitiana logró el viernes cruzar la frontera hasta la República Dominicana. "He llegado aquí por mis propios medios y gracias a la ayuda de mis amigos en Haití", advierte. El hombre se encuentra en un hotel en Boca Chica, a la espera de volver a España. Espera hacerlo la semana que viene y está agradecido a las autoridades españolas que le están ayudando con todo el papeleo.
"Físicamente estoy bien. Psicológicamente, también. Emocionalmente... No lo sé", reconoce por teléfono, sereno. Ninguno de sus amigos en Haití ha muerto, ni ha sufrido pérdidas cercanas. Pero eso no quita el sufrimiento y pide que llegue cuanta ayuda sea posible y cuanto antes. "Yo vuelvo y tengo todo. No he perdido absolutamente nada. Pero ellos no. Su vida está ahí y no tienen opciones".
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