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Rescatados por el fútbol

Una grupo de menores nicaragüenses que vivían en las calles de Managua viajarán a Suráfrica para participar en un mundial de niños pobres

"Quiero conocer los tigres", dice Lidia Hernández, una niña nicaragüense de 13 años que vive en la calle. Hace una pausa en su entrenamiento de fútbol, con gotas de sudor resbalando por su cara, para contar lo que hará cuando ponga por primera vez los pies en Suráfrica. Ella y otros ocho niños viajarán hasta el país africano para participar en un mundial de fútbol de niños de la calle. Los lleva Casa Alianza, la organización que los rescató de la pobreza y la violencia en Managua, la capital de Nicaragua.

Lidia huyó de su casa por los malos tratos de su hermano mayor y su madre. Dice que la golpeaban sin razón. El hermano y la mujer, que trabaja como empleada doméstica, también peleaban entre ellos. El muchacho, de 17 años, casi va a la cárcel porque trató de ahorcar a su madre, cuenta Lidia. En una ocasión, los golpes del hermano fueron tan fuertes que la niña trató de suicidarse bebiendo cloro. Al final, buscó refugio en la calle. "Me decían 'picha sin huevos' porque en la calle sólo con hombres me juntaba", dice entre risas.

Hace ahora 13 meses que Lidia vive en Casa Alianza. Aquí tiene ropa limpia, comida y estudio. Además del colegio, la muchacha aprende inglés y panadería. ¡Y juega al fútbol! En marzo viajará a Suráfrica. "Estoy alegre, ¡nunca he salido a ningún lado!", dice.

Casa Alianza es una organización no gubernamental que atiende a 60 niños de entre 13 y 17 años que sufren violencia, explotación sexual o laboral y adicción a las drogas o viven en la calle. Abrió sus puertas en Nicaragua en 1998. Eneyda Pérez, directora de programas de la organización, dice que este hogar cuenta con un equipo de maestros que recorren los barrios más pobres de Managua, los semáforos, mercados y paradas de autobuses de la capital reclutando a los menores.

En la casa, un amplio complejo de cemento que cuenta con dormitorios, patios, salones de clases y comedor, los niños reciben durante ocho meses atención psicológica y apoyo económico. Y también disfrutan de su niñez. Aquí gozan de placeres impensables en su mundo de pobreza: van al cine y al teatro, pasean por el país... "Es para que se den cuenta de todo lo que es la vida, porque les ha tocado la parte más complicada, el sufrimiento", dice Pérez.

Casa Alianza, explica, se mantiene con el apoyo económico de organismos extranjeros, donaciones privadas y la ayuda de empresas nicaragüenses ?panaderías, restaurantes, talleres mecánicos? que dan a los niños la oportunidad de entrenarse. Es un proyecto exitoso en un país donde los programas gubernamentales a favor de la niñez terminan en fracaso, como ocurrió recientemente con el Programa Amor, impulsado por la primera dama, Rosario Murillo, que pretendía sacar a los niños de la calle. El proyecto ha fracasado por falta de liquidez.

En el patio de Casa Alianza, un grupo de esos niños corre detrás del balón bajo las órdenes de Julio Membreño, un hombre muy flaco que los entrena para que se luzcan en Suráfrica. Casa Alianza fue invitada por una organización inglesa para participar en el mundial de fútbol de niños de la calle. "Muchos de ellos han dejado las drogas por el deporte", explica Membreño. Es el caso de Róger Zamora, de 15 años. "Yo consumía guaro [licor barato], y cuando podía, marihuana", dice el muchacho. Vivía en la calle, explica, porque su mamá dedicaba todo el día a vender ropa usada en el mercado. "Cuando le iba mal, no comíamos, nos teníamos que aguantar". No conoce a su papá.

Róger lleva más de un mes en Casa Alianza. Perdió el año escolar, pero dice que regresará a la escuela cuando inicie el curso de 2010, que en Nicaragua arranca a finales de febrero. La organización le comprará el uniforme y le pagará los pasajes. Mientras tanto, juega al fútbol y aprende inglés.

Herenia Velásquez tiene 13 años y trabajaba con su madre vendiendo chicles en los semáforos. Lo hacía desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, bajo el sol, que en este país muerde la piel, entre el humo y el ruido de los vehículos. Si Herenia no reunía suficiente dinero, en casa le esperaba una paliza. "Mi mamá me decía que, si no iba a vender, me las arreglara para comer", cuenta. Hasta que la niña se hartó. Ahora lleva cinco meses viviendo en Casa Alianza, va al colegio y también estudia inglés. "Es difícil, pero me gusta", dice.

Cuando estos niños terminen su estancia de ocho meses en este hogar, tendrán que regresar a la realidad. Eneyda Pérez explica que trabajan con las familias para restablecer el vínculo de los niños con su hogar original. Pero, como la pobreza es la carta de presentación de esos hogares, una vez que los menores dejan Casa Alianza la organización les garantiza los gastos para que continúen sus estudios. Y también los capacita en algún oficio, porque cuando estos niños cumplen la mayoría de edad la organización les busca trabajo y les enseña a ahorrar dinero para que puedan sobrevivir en un país donde sólo el más fuerte puede mantenerse en pie.

Pero, mientras a un grupo de ellos les llega el momento de dejar el hogar, corren tras el balón con sus sueños puestos en el país africano. Entrenan mucho, sudan mucho, ríen mucho. ¡Ahí va la pequeña Lidia a meter un gol!

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