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Cuadernos de Kabul

El enviado especial de EL PAÍS retoma su diario sobre la vida cotidiana en Afganistán antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales

Jugar al fútbol sin burka

Palwasa tiene 20 años y es defensa central. Se mueve con autoridad, anticipa muy bien las jugadas y tiene buen toque de balón. No ha oído hablar de la película 'Quiero ser como Beckham' porque nunca va al cine

El futuro está en la frontera

Roohulá sueña con estudiar empresariales. Su obsesión es viajar a Canadá

Más información
Desagradable recordatorio para los testigos de la guerra
Democracia es comer como nosotros
Cazadores de recompensas en Chicken St
"Tengo un problema: me quieren matar"
Las barberías tienen la culpa del desastre
Obama debería escuchar a este hombre
Las patatas de Bamiyán saben a guerra
El libro es un lujo que sólo se huele
El hombre que construye esperanzas
Karzai amplía su ventaja en los comicios afganos y se acerca al 50% de votos

El oficio de no pensar

Existe un triángulo entre Afganistán, Pakistán y Cachemira del que los medios de comunicación escribimos y hablamos mucho. La imagen que proyecta tanta información es la de unos territorios habitados por gentes que dedican una parte considerable de su tiempo a hacerse la guerra en nombre de dios o del diablo

A los talibanes no les gusta la música

Al oído le cuesta a veces acostumbrarse a las músicas extranjeras, que la cultura universal no existe, es la nuestra que se vende en todos los mercados.

El volador de cometas

Cuando Zabur mira al cielo no ve dioses ni princesas ni dragones ni sueños, sólo ve un vacío preñado de nubes y vientos en los que un buen volador de cometas sabrá jugar con la altitud y los cambios de dirección exactos para cortar las de los demás.

El cuidador del cementerio de los ingleses

En este cementerio no hay muertos que caminan. Los occidentales somos así, nos morimos tan ignorantes como vivimos

El frente huele a cinco estrellas

Cada guerra tiene un oasis amurallado. En Afganistán se llama hotel Serena

Un herrero en el mercado de los pájaros

Más que herrero parece un preso, un émulo crecido del niño del pijama de rayas. Lo suyo no es el nazismo y los campos de exterminio, sino el destajo y la muerte lenta entre vapores insanos, martillazos y calor.

Cuando ser mujer es el problema

Afganistán no es un país para heroínas que decidan escapar del 'burka' de sus madres y abuelas y retarle a la tradición desde profesiones poco adecuadas

La esperanza empieza en el teatro

Kabul, de noche, es un rún rún de generadores, una ciudad oscura en la que los focos de los coches descubren la cortina de polvo que cada día se mete en los pulmones de la gente y en los ojos

El fotógrafo de la Cruz Roja

En ciudades como Kabul, donde no hay fotomatones, surgen tipos singulares como el que se gana la vida en la calle sacando fotos de carné

El cavador que planta Internet

Kabul no es Madrid, pero Madrid en algunas de sus calles podría ser Kabul. Aquí no rugen grandes máquinas excavadoras obsesionadas con multiplicar los aparcamientos.

El niño que vende zumos de fruta

La capital afgana está inundada de vendedores callejeros, muchos de ellos niños que no acuden al colegio por ayudar a su familia

El banquero de la calle

Amin Jon tiene 30 años y es banquero a su manera. Lo suyo no son las grandes operaciones bursátiles ni financiar OPAS hostiles

El privilegio de morir de muerte natural

El miedo a la gripe A se extiende también en Kabul

El tráfico de Kabul es una demostración de lo que es una sociedad en la que cada uno negocia constantemente los límites

El hombre que construye esperanzas

En la entrada principal del centro ortopédico de Kabul -uno de los seis del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Afganistán- se alinean decenas de pacientes en una bancada de hierro.

El libro es un lujo que sólo se huele

Parece un espacio mágico arrancado de El Cairo de Naguib Masouf o el Bagdad de Las mil y una noches, un remanso de paz en el que no se escuchan los cláxones.

Las patatas de Bamiyán saben a guerra

Detrás de unas elecciones desastrosas, de la guerra constante desde hace 30 años, los coches bombas y los cohetes recientes sobre la sureña ciudad de Kandahar, la vida siempre se empeña en descubrir otros caminos.

Obama debería escuchar a este hombre

El Obama afgano no es negro sino de origen mongol, que también es un problema. Se llama Ramazan Bashardost, tiene 45 años, pertenece a la etnia minoritaria de los hazaras.

Las barberías tienen la culpa del desastre

Las barberías de Kabul tienen la culpa de que todo esté saliendo tan mal en Afganistán. De que la guerra contra lo que parecía una banda de desarrapados con turbante y Kaláshinkov de tercera mano vaya por mal camino.

Tengo un problema: me quieren matar

Malalai Joya tiene un serio problema: la quieren matar. Esta mujer menuda, de 35 años, casada, sin hijos, diputada sin escaño y que vive en la clandestinidad, es uno de los símbolos de la lucha de la mujer afgana.

Cazadores de recompensas en Chicken St

Un pequeño ejército de niños pobres y algo sucios patrulla por Chicken Street en busca de extranjeros. No son peligrosos, sólo cazadores de recompensas con un radar en los ojos.

Democracia es comer como nosotros

Winston Churchill dijo que EE UU y Reino Unido eran dos países separados por un mismo idioma. Sucede también con los padres y los hijos; los hombres y las mujeres.

Los esclavos de la panadería de Kartace

El día de las elecciones, cuando todos tenían miedo a las bombas de los talibanes, Abdul Shokon se despertó como de costumbre a las tres de la madrugada.

No fumar para morir mejor

En los países donde se puede morir por cualquier causa, sea de salud o armas, no se fuma o se fuma poco. Sucede en África. Allí sólo aspiran tabaco el hombre blanco y los negros que lo imitan.

Pasión por el cine

En Charicar, un bullicioso pueblo tayiko a los pies del valle del Panchir, es día de mercado. En víspera de la fiesta nacional afgana, que se celebra hoy, hombres, mujeres y niños ocupan sus calles...

El niño del zoo de Kabul quiere volar

El zoológico de Kabul es tan pobre como el país que lo acoge. El taquillero Freidum está sentado al otro lado de la ventanilla sobre una silla desdentada.

Oficios de miseria alrededor de un Kebab

Los restaurantes de comida afgana en Kabul no tendrían mucho éxito en España y hasta es posible que las autoridades sanitarias los clausuraran por falta de higiene.

El bar que odian los talibanes

Rugula tuvo poco trabajo ayer en la barra de L'Atmosphere, el bar-restaurante de Kabul que los talibanes han señalado como candidato a ponerle una bomba.

Los niños que quieren ser médicos

La ciudad vieja de Kabul, al otro lado del monte de la televisión, huele a polvo y arena. En 2001 parecía Grozni o Dresde: una alfombra de edificios derruidos en los que no cabía una bala ni un muerto.

Hoteles, Kapuscinski y la competencia

Ryszard Kapuscinski tenía una manía en sus viajes: personalizar la habitación del hotel en la que iba a pasar tiempo durante una cobertura informativa.

Desagradable recordatorio para los testigos de la guerra

La noticia del accidente del fotógrafo Emilio Morenatti y del camarógrafo indonesio Andi Jatmiko en una carretera de Kandahar ha conmocionado a la creciente colonia de periodistas en Kabul.

La seguridad y el miedo

Quien inventó el miedo inventó el negocio. Y la guerra es uno de los mejores para los que no hacen cuentas con la conciencia. Kabul, como antes Bagdad, se está llenando de guardias privados armados hasta los ojos.

El tráfico

La capital de un país acostumbrado a las guerras es una ciudad sucia y caótica tomada por el tráfico y los bocinazos. Se nota que no existe la costumbre de seguir las normas.

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