Leonel Fernández brinda por Haití
El presidente dominicano, de visita oficial en España, pide la integración del país vecino en la Comunidad Iberoamericana de Naciones
En el año en que comienzan a prepararse las conmemoraciones de los bicentenarios de las naciones latinoamericanas, el presidente de República Dominicana, Leonel Fernández, recordó ayer a los españoles que habían olvidado una fecha: 1804, la fecha de la primera independencia, cuando Haití no sólo se emancipó del poder colonial sino que abolió la esclavitud. El homenaje y recuerdo a Haití -con el que República Dominicana no sólo comparte la isla que fue llamada La Española sino una tormentosa historia- se dobló con la petición formal formulada por Fernández de que Haití sea admitida como miembro de pleno derecho en la Comunidad Iberoamericana de Naciones.
Leonel Fernández hizo esta petición en la Casa de América de Madrid durante un desayuno al que asistieron diplomáticos, empresarios y medios de comunicación en su primera jornada de su visita oficial a España. El tema de Haití volvió a surgir, de una forma indirecta, en el turno de preguntas al ser inquirido por las modificaciones que la reforma constitucional en marcha prevé en las condiciones para adquirir la nacionalidad dominicana. Algunos críticos han indicado que el proyecto constitucional puede restringir el derecho a la nacionalidad a hijos de inmigrantes, en su mayoría haitianos, en función del estatutos migratorio de sus padres. Los hijos de los emigrantes ilegales, aunque nacidos en el territorio dominicano, no tendrían derecho a la nacionalidad con la nueva reforma, afirman los críticos. El presidente señaló que la reforma no se hace contra nadie, sino que se quiere combinar el jus solis -quien nace en un territorio es de ese territorio- con el jus sanguinis -se tiene la nacionalidad de los padres como se tiene su sangre-.
Fernández demostró en su discurso su condición doctoral. Trazó un relato sobre la evolución política de América Latina, sus ciclos políticos, su lucha por la emancipación, sus fracasos, sus dependencias y su búsqueda de una sociedad más justa. Habló de las economías precapitalistas administradas por oligarquías de terratenientes que despreciaban la democracia, del ciclo del caudillaje populista y el asentamiento, en las últimas décadas, de la democracia basada en el Estado de derecho.
Pero para hacer frente a los dos grandes flagelos del continente -la pobreza y la desigualdad social-, Fernández defendió la necesidad de conectar la economía dominicana a la energía de la globalización económica y el deseo de integrar su economía en la cadena global de valor que permite la fragmentación de los sistemas productivos gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías. Buscar espacios para añadir valor aprovechando la propia posición de su país. Es decir, la economía dominicana desea expandir su sector servicios gracias a la plataforma que ofrece a los inversores su Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
No ocultó que la globalización tiene su lado oscuro como ha demostrado la crisis financiera que sacude las economías del mundo entero. Situó el epicentro de la crisis en las políticas neoliberales, desreguladoras, de la Reserva Federal de Estados Unidos que alimentó una economía irreal que contaminó los mercados del mundo entero. Pero expresó un moderado optimismo. Como buen caribeño aseguró que el "ojo del huracán" ya ha pasado. Seguirán las lluvias, dijo, pero la tormenta tenderá a menguar. Su mensaje era de cooperación necesaria entre las dos orillas del Atlántico sobre un modelo social compartido y que conocen las decenas de miles de dominicanos que hoy trabajan en España.
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