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Guatemala inicia un giro moderado a la izquierda

El socialdemócrata Álvaro Colom asume hoy la presidencia, con la violencia y la pobreza como principales retos

Álvaro Colom Caballeros, un ingeniero industrial de 56 años, figura frágil y un aspecto de estudioso que confirma su trayectoria académica, asume hoy la presidencia de Guatemala. Su vicepresidente será Rafael Espada, un cardiólogo que mañana cumple 64 años y cuya ejecutoria ha transcurrido principalmente en hospitales de Houston (Tejas, Estados Unidos). Colom, del partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), que representa a la izquierda moderada y progresista, sustituye al conservador Óscar Berger y rompe la tradicional hegemonía de la derecha en el país.

Su Gobierno tomará a partir de hoy las riendas de un país al que Espada, médico, gusta comparar con un enfermo de suma gravedad, "de cuidados intensivos", para el cual tiene una receta que, de aplicarse sin contratiempos de importancia, permitirá al paciente abandonar el hospital en cuatro años (el término de la legislatura) y gozar de "excelente salud", en los próximos 20.

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La posología para sanar al enfermo arranca con lo que los nuevos gobernantes denominan "el Plan de los 100 Días" y que abordarán en tres áreas que consideran de prioridad absoluta: seguridad (Guatemala es el tercer país con mayores índices de violencia de Iberoamérica), asistencia sanitaria, con énfasis en las zonas rurales, y educación, un área con deficiencias tan graves que hacen de Guatemala el segundo país del continente con mayor número de analfabetos.

Es un reto difícil. Colom asume el mando de una nación que, si bien goza de indicadores macroeconómicos aceptables, tiene en el horizonte negros nubarrones. De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el crecimiento de Guatemala durante 2007 fue del 5,6%, un porcentaje que superó las expectativas.

La cifra, sin embargo, debe matizarse. Según estadísticas del Banco Mundial, Guatemala es, únicamente después de Brasil, el país con más desigualdad en la distribución de la riqueza en América Latina: el 10% de la población más rica obtiene el 46,8% de los ingresos, mientras que el 20% más pobre sólo alcanza el 2,4%.

A lo anterior deben sumarse situaciones que escapan al control de las autoridades locales, como el alza en los precios del petróleo y el endurecimiento de la política migratoria estadounidense. Según cifras oficiales, en 2007 el número de deportados de Estados Unidos, donde trabajan 1,2 millones de guatemaltecos, ascendió a 18.305; el dato es de especial relevancia si se tiene en cuenta que las remesas que los emigrantes envían a sus familias en Guatemala alcanzaron el año pasado los 4.128 millones de dólares, equivalentes al 12,5% del producto interior bruto (PIB).

Uno de los frutos más amargos de estas desigualdades es la violencia. De acuerdo a estadísticas del Ministerio del Interior, 5.885 personas murieron asesinadas en el país durante 2006. De ellas, 569 eran mujeres. Las cifras del año recién terminado, aunque menores, son también alarmantes: 4.620 víctimas, de las que 462 son mujeres. Lo más dramático es la impunidad. Sólo dos de cada cien casos son investigados y éstos raramente llegan a los tribunales, porque ni la policía ni la fiscalía se muestran capaces de aportar las pruebas necesarias para que un juez pueda dictar sentencias condenatorias.

Colom mantiene los pies en el suelo y reconoce, de entrada, que los problemas deben afrontarse sin prisa pero sin pausa. "La vida me ha enseñado a tener paciencia", repite, para añadir que espera entregar a su sucesor "un país en mejores condiciones y más reconciliado consigo mismo" que el que ahora recibe de Berger.

Expectativas de un pueblo frustrado

La llegada al poder de un Gobierno de corte socialdemócrata ha creado grandes expectativas en una población cuyo sentimiento mayoritario ha sido tradicionalmente la frustración. Colom se ha encargado de abonar la esperanza, algo que, en opinión del analista independiente Manuel Conde, le obliga a satisfacer algunos de estos anhelos de manera inmediata. "A otros gobernantes se les ha dado un lapso para generar resultados. A Colom se le pedirán desde el primer día", predice.

Conde advierte que la "luna de miel" vivida entre la Administración que termina y la que hoy asume el poder ha generado el temor de que pueda venir "más de lo mismo". Esto sería, a criterio del analista, una suerte de traición a los electores.

Añade que no se visualiza ningún cambio profundo y marcado, impresión que se agudiza al analizar los nombramientos del equipo de Gobierno. "Sus ministros son apenas de mediano nivel, cuando no unos perfectos desconocidos, lo que no augura la llegada de los cambios que el país necesita". Sin embargo, añade que el presidente Colom es un hombre de diálogo y que su manera de gobernar marcará diferencias con la de Óscar Berger. Con respecto al Plan de los 100 Días, Conde califica de error la adjudicación de plazos fijos: "Lo conveniente es dar a la sociedad resultados concretos", contrapone.

Con todo, para Manuel Conde el gran reto del gobernante será revertir el concepto de Estado que anula toda posibilidad de desarrollo del país. "El presidente debe marcar la tónica con su ejemplo. El gesto le dará autoridad moral para poder exigir a los demás el cumplimiento de sus deberes. El gran desafío es recuperar la institucionalidad política y jurídica. Una institucionalidad que se nos escapa como agua entre los dedos".

Y concluye: "Sólo cuando el cambio empieza en casa se puede proyectar al resto de la sociedad", concluye Álvaro Colom.

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