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Brasil agasaja a su Ejército

El Gobierno de Lula crea una nueva estructura de defensa para repeler agresiones extranjeras y paliar la sensación de abandono de sus militares

El Gobierno brasileño acaba de crear el Sistema Nacional de Movilización (Sinamob), una ambiciosa estructura de defensa capaz de actuar ante una eventual agresión militar extranjera. En el Sinamob participan 10 ministerios, aunque con protagonismo del de Defensa. Fue creado mediante la ley 11.631, publicada en el Boletin Oficial del Estado el pasado 28 de diciembre.

Se trata de un texto que comenzó a ser analizado en el Congreso hace cuatro años, tras la llegada del presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, al poder. Según dicho decreto, la movilización nacional contra un enemigo externo deberá estar caracterizada "por la rapidez", y da poderes al presidente de la República para decretarla con autorización previa o posterior del Congreso. Los ministerios que integran el Sinamob son los de Defensa, Justicia, Relaciones Exteriores, Planificación, Presupuesto y Gestión, Ciencia y Tecnología, Economía, Integración Nacional y Casa Civil, además del Gabinete de Seguridad Institucional y de la Secretaria de Comunicación de la Presidencia de la República, ésta última con rango ministerial.

Cabe preguntarse por qué Brasil, que lleva más de 60 años sin participar en una guerra y sin haber sufrido ataque alguno en su territorio nacional desde la guerra con Paraguay, en el siglo XIX, se preocupa ahora de crear semejante mecanismo de defensa nacional para prevenir ataques externos y que prevé, entre otras medidas, la llamada a filas a civiles y militares, la ocupación de bienes y de servicios, la convocatoria de entes federales para que participen en el esfuerzo bélico y la intervención en la producción pública y privada.

La explicación oficial es, según el diario O Estado de São Paulo, que la creación del Sinamob tiene como finalidad llenar una laguna jurídica existente desde la Segunda Guerra Mundial. Durante el siglo XX, Brasil tuvo una participación modesta en los dos conflictos mundiales. Desde entonces, militares brasileños han sido enviados a participar en misiones de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos (OEA). Otro argumento es que, después de la traumática dictadura militar y una vez alcanzada la democracia, los sucesivos Gobiernos fueron debilitando poco a poco los aparatos militares hasta dejar el mando del Ejército en manos de civiles.

Cuando Lula se presentó a las elecciones de 2002, que acabó ganando, los militares se quejaban de la escasez de presupuesto y de un cierto abandono. Lula sabía que necesitaba su apoyo para ser elegido, o al menos que no estuvieran en su contra. Así, les prometió potenciar la defensa nacional e incluso, durante la campaña electoral y ante el asombro de su propio partido (el Partido de los Trabajadores, PT), llegó a elogiar públicamente la política económica desarrollada por los militares durante la dictadura, que según él tuvieron "visión de futuro", con una crítica implícita a los políticos actuales, que no saben ver más allá de los intereses electorales.

Por último, los militares brasileños, que ven cómo la Venezuela de Hugo Chávez invierte en la modernización de su Ejército, han puesto de relieve más de una vez la precariedad de las Fuerzas Armadas del país. Se estima, por ejemplo, que de 719 aviones de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB), apenas 217 se encuentran en condiciones de volar. Otros 220 están en parques de mantenimiento y los demás, 282, no pueden despegar por falta de piezas de recambio. El Ejército critica la existencia de vehículos con más de 30 años de servicio, entre ellos carros de combate y artillería antiaérea, inutilizados por falta de ordenadores. Y la Aeronáutica se queja de la falta de misiles aire-aire de medio alcance, de helicópteros de ataque y de bombas inteligentes; menos de la mitad de las naves de combate están en disposición de funcionar.

Lula quiere poner fin a todo esto, dotando a las Fuerzas Armadas brasileñas de nuevas reglas y de nuevos medios para ser dignas de representar al país que algunos ya califican de "corazón de la economía latinoamericana".

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