Los actos de conmemoración del golpe contra Allende concluyen con un policía muerto y más de 300 detenidos
Grupos de vándalos protagonizaron los disturbios más violentos de los últimos años
La jornada de conmemoración por las víctimas del golpe militar de 1973 terminó con un policía muerto, 41 heridos y 304 detenidos en todo el país, la mayoría en la noche del martes y madrugada de ayer, en los disturbios más violentos de los últimos años, concentrados en las barriadas periféricas de Santiago.
Durante la noche y madrugada, grupos de jóvenes armaron barricadas en las poblaciones periféricas de la capital, en manifestaciones que combinaron actos de protesta con vandalismo, aprovechando el 34º aniversario del golpe militar contra el Gobierno socialista de Salvador Allende.
La estrategia, que aprendieron de sus padres cuando se enfrentaban con carabineros y soldados en las protestas contra la dictadura de Augusto Pinochet, incluyó arrojar cadenas a los cables del tendido eléctrico público para dejar zonas completas a oscuras.
Unas 100.000 personas en la zona sur y poniente de Santiago estuvieron durante varias horas sin electricidad durante los disturbios. Con la luz de los neumáticos que quemaban en las calles y el tráfico interrumpido, los jóvenes, muchos de los cuales nacieron en democracia, se enfrentaron a pedradas y cócteles molotov con las fuerzas del orden; en algunos lugares dispararon armas cortas, escopetas e incluso fusiles contra la policía militarizada, que les arrojó gases y chorros de agua. Turbas de hasta 200 personas saquearon escuelas, una decena de pequeños locales comerciales y un supermercado; destruyeron paradas de autobuses y una gasolinera; quemaron coches y arrojaron piedras contra automovilistas y vehículos de prensa en distintos barrios. En la zona oeste de Santiago, una bala atravesó el cráneo del cabo de carabineros Cristián Vera, que murió ayer. Otros nueve policías quedaron graves, cuatro de ellos por heridas de bala.
Tras visitar a los policías heridos y reunirse con los parientes del fallecido, la presidenta del país, Michelle Bachelet condenó el vandalismo y pidió a la justicia aplicar "todas las medidas" contra los responsables. Al término de una reunión de los encargados de seguridad ciudadana en La Moneda, la fiscalía nacional afirmó que no permitirán que "el delito se apodere de las calles".
Los cuatro Gobiernos democráticos desde el fin de la dictadura en 1990 han intentado contener sin éxito las explosiones de violencia nocturna que surgen periódicamente, aprovechando fechas emblemáticas. Las organizaciones que convocan las protestas —en este caso, el Partido Comunista— no controlan a los manifestantes ni a las pandillas, y La Moneda, que se resiste al clamor de la derecha de aplicar métodos represivos masivos y ha derogado la detención por sospecha, no dispone de muchas herramientas para desactivarlas, salvo sacar a miles de policías militarizados a las calles.
Los sociólogos atribuyen el vandalismo al descontento latente entre los sectores pobres, que ven a su alrededor una economía próspera en la que participan poco a causa de una distribución de la riqueza que se encuentra entre las más desiguales de América Latina. Los descontentos descargan su malestar en los símbolos del Estado, aprovechando las convocatorias de protestas.
Algunos testigos de los disturbios de ayer relataron que entres quienes saqueron una escuela gratuita estaban quienes estudian en ella y sus padres.
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