Félix deja 65 muertos oficiales
El Ejercito nicaragüense confirma que el huracán ha causado menos muertos que los 170 divulgados por la prensa y que miles de familias sufren por la falta de agua y alimentos
En medio de la destrucción en Nicaragua causada por el huracán Félix, la carencia de agua, alimentos y medicinas, así como de espeluznantes relatos de los sobrevivientes, el Ejército nicaragüense confirmó ayer que la cifra registrada oficialmente de fallecidos en la embestida del huracán el pasado 4 de septiembre es de 65, y no de más de 170, como divulgaron varios medios locales y extranjeros tomando como referencia los cálculos de organizaciones humanitarias e incluso de la policía nicaragüense.
El informe de la Dirección de Relaciones Públicas y Exteriores del Ejército de Nicaragua aseguró que hasta el sábado habían muerto 65 personas, 21 se encontraban gravemente heridas y 134 están desaparecidas a consecuencia de los vientos de más de 270 kilómetros por hora de un huracán catalogado como catastrófico y de Categoría 5.
Además, la institución castrense indicó que el total de familias afectadas son 18.275, lo que equivale aproximadamente a más de 93.000 personas, que han sufrido severos daños en sus viviendas, cultivos, animales domésticos y otros enseres. La cantidad de personas que permanecen en los refugios es de 8.925.
Las peor situación se ha registrado en los municipios de Bilwi, Rositas y Bonanza, en la aislada y pobre Región Autónoma del Atlántico Norte de Nicaragua (RAAN), a la que sólo se puede tener acceso vía marítima o terrestre.
Entre la devastación más visible, además de las casas e infraestructuras destruidas, está la falta de agua para la población afectada, que ahora sufre por las olas de calor sofocante de la costa caribeña. Los pozos están contaminados, las letrinas están desbordadas (en esta región no existen sistemas de distribución de agua ni de alcantarillado); los alimentos y las medicinas comienzan a repartirse, pero el agua potable es escasa, según indican las autoridades.
Por otra parte, los supervivientes de la catástrofe comienzan a narrar sus espeluznantes testimonios, como el caso de Yuri Lens, que, según El Nuevo Diario, fue rescatado moribundo abrazado a una boya. Gran parte de su cuerpo está quemado por la inclemencia del sol y de la sal del agua del mar. Cuenta cómo varias personas, incluso su jefe, murieron ahogados a su alrededor por el embate de las olas.
Casi la misma experiencia narró Darío Zacarías, quien, al igual que Yuri, residía en uno de los cayos aislados de la costa llamado Mara. El día del huracán decidieron tomar una rústica embarcación para tratar de llegar a tierra firme. Fueron de los pocos supervivientes.
Está también el caso Jackson Dean Hunter, de 12 años, a quien un árbol le cayó encima y hoy está conectado a un respirador artificial, así como la bebé Soraya Baptist Miranda, que yace en una cama con sondas para alimentarla debido a que una lámina de zinc que los vientos hicieron volar como un proyectil le cercenaron parte del rostro.
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