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Reportaje:

El arsenal militar de EE UU vuelve a ser secreto de Estado

El Gobierno de Bush ordena que se oculten datos sobre su potencial bélico que eran públicos durante la Guerra Fría

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos hacía públicas algunas cifras sobre su potencial militar para que la Unión Soviética se lo pensara un par de veces antes de dar un paso en falso. Desde entonces, hay datos (como, por ejemplo, la cantidad de misiles con los que cuenta Washington) que son de acceso público. Hasta ahora. O más concretamente, hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001. El Gobierno de George W. Bush decidió entonces ocultar como material secreto algunos datos que hasta esa fecha estaban al alcance de cualquiera.

Durante décadas, la cantidad de armas estratégicas que almacenaba Estados Unidos era un dato que hasta la Unión Soviética podía saber sin necesidad de espías. Ahora, según un informe del Archivo Nacional de Seguridad (un centro de investigación sin ánimo de lucro) citado por el diario The Washington Post, el Pentágono considera esas cifras un secreto militar.

En noviembre de 2001, el entonces fiscal general del Estado, John D. Ashcroft (una especie de ministro de Justicia), ordenó a las agencias federales (la CIA, etcétera) que tuviera más cuidado con la información que proporcionaban a los periodistas. Desde entonces, estos organismos se han mostrado más reacios a las peticiones de la prensa aunque los datos requeridos no fueran secretos.

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos dedicaba ingentes esfuerzos a averiguar cuántos misiles tenía la Unión Soviética. Sin embargo, no tenía problemas en presumir de misiles. En 1971, por ejemplo, el secretario de Defensa compareció ante el Congreso para informar de que contaban con 30 escuadrones de bombarderos, 54 misiles intercontinentales Titan y un millar de proyectiles Minuteman. Ahora Estados Unidos está ocultando ese tipo de datos, lo que ha provocado el rechazo de los expertos consultados por el diario, que no le ven sentido a mantener en secreto cifras que hasta el tato conoce ya.

Algunos van más allá, y se preguntan bajo qué parámetros se decide qué debe mantenerse en secreto y qué no: "Estamos en el siglo XXI y aún no sabemos cómo lidiar con este asunto. La información no es secreta porque deba serlo sino porque alguien decide que debe serlo", señala Steven Aftergood, director de la Federación del Proyecto de Científicos Estadounidenses sobre Secretos Gubernamentales.

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