Un fajo de mensajes secretos para desmantelar la Mafia siciliana
La justicia italiana investiga los 'pizzini' que permitieron la detención del jefe de la Cosa Nostra para rastrear las redes del crimen organizado
Bernardo Provenzano no usaba jamás el teléfono. Para comunicarse con su mujer y sus hijos, y para mantener bajo control los largos tentáculos de la Mafia siciliana empleaba pizzini, unos papelitos en los que escribía sus instrucciones. Era un sistema lento pero seguro, o al menos lo fue hasta que la policía interceptó uno de ellos y siguió su rastro hasta la casa en la que se escondía el capo. Provenzano fue detenido ayer tras más de 40 años de persecución policial. Ahora la justicia examina los pizzini incautados para tirar del hilo y desmantelar la red mafiosa. Por ahora hay tres nuevos detenidos, pero los investigadores esperan localizar a gente a la que hasta ahora ni se relacionaba con la Cosa Nostra.
Provenzano (Corleone, 31 de enero de 1933) pasó a la clandestinidad en septiembre de 1963, tras asesinar al lugarteniente de un capo con el que competía por el control de su localidad natal. En 1993, tras la detención de Salvatore Totó Riina, asumió el mando de la Cosa Nostra y afrontó una modernización del crimen organizado que ha convertido su detención en algo casi irrelevante (pese a su enorme carga simbólica). Provenzano, un anciano de 73 años, tiene ya a buen seguro aspirantes a relevarle: Sandro Lo Piccolo (Palermo, 1975), buscado por homicidio, extorsión y asociación mafiosa; Matteo Denaro (Castelvetrano, 1962), buscado por homicidio, matanza, devastación y tenencia de explosivos; Maurizio di Gati (Racalmuto, 1966), buscado por homicidio y estafa; Giuseppe Falsone (Campobello, 1970), buscado por homicidio y narcotráfico.
Pero el negocio ha cambiado de estrategia empresarial. Se ha producido un relevo generacional, y los viejos padrinos han sido sustituidos por gente joven, universitarios con dominio de la informática y que dirigen la red criminal manteniendo un perfil bajo para sobrevivir. La Mafia vive fundamentalmente de la licitación de obra pública, el impuesto revolucionario que cobra a empresarios y comerciantes, y el tráfico de drogas.
Provenzano fue detenido en un caserío cerca de Corleone. A menudo la policía había seguido pizzini falsos puestos en circulación para tender cortinas de humo. Los papelitos viajaban de mano en mano, movidos por colaboradores extremadamente prudentes que a veces esperaban semanas antes de dar un paso. No dejaban rastro, pero no eran invisibles.
Provenzano había pasado largo tiempo escondido en Sicilia pero lejos de su pueblo. A finales de 2004 y principios de 2005 regresó a Corleone, según el relato del fiscal adjunto de la Dirección Antimafia de Palermo, Michele Prestipino. Fue más o menos por entonces cuando la red de comunicación del capo sufrió un duro golpe policial "y se resquebrajó su tupida red de protecciones". La "pista justa" llegó a través de "los paquetes que le llegaban puntualmente". "Siguiente esta pista se llegó a la casona" en la que se escondía, una casa de campo con dos habitaciones y un baño situada a dos kilómetros del pueblo, y desde la que movía una red de 130 clases con unos 50.000 fieles.
Una vez atrapado al cabecilla, que se encuentra en prisión incomunicada, el juez se afana ahora por descifrar los mensajes incautados para tirar del hilo y desmantelar en la medida de lo posible su red de colaboradores. Los tres últimos detenidos son habitantes de Corleone que supuestamente "cuidaban de las comunicaciones y la logística" de Provenzano, llevándole ropa, comida y, claro, los pizzini. No son mafiosos como los de las películas: un pastor, Bernardo Riina y de Calogero; su hijo, Giuseppe Lo Bue, representante de una firma de aspiradores, y un hijo de Provenzano, Angelo, que vivía en Corleone con su madre.
Pero las cartas halladas en la casa de campo deben permitir tirar del hilo aún más allá para detener a personas que nunca fueron investigadas por las autoridades antiMafia, según han confirmado fuentes policiales. Por cierto que también ha sido detenido otro pastor, Giovanni Marino, el propietario de la casa en la que vivía Provenzano y, al parecer, su principal contacto con el exterior.
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