El dilema de la UE en Gaza
Bruselas reconoce que Palestina necesita su ayuda, pero no puede tratar con un Hamás considerado terrorista abocado a gobernar
"Es una zona muy, muy pobre en la que hace falta mucho dinero, pero ese dinero no servirá de nada si no hay libertad de movimiento y se revitaliza la economía". Benita Ferrero-Waldner, comisaria de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, acaba de cruzar el paso fronterizo entre de Erez, entre Gaza e Israel, camino de Ramallah, en Cisjordania, y resume con esas palabras la impresión que le ha causado su primera visita a la franja de tierra que los israelíes abandonaron el pasado verano. Lo que la comisaria ha visto, en un meteórico recorrido de apenas siete horas, es un ente humillado y torturado, en estado de coma. Y sin embargo, pese a la voluntad de mantener el intenso apoyo al pueblo palestino, pende la amenaza del éxito de Hamás en las legislativas de hoy.
La metáfora orgánica se repite con frecuencia en esta tierra de apenas 370 kilómetros cuadrados, superpoblada por 1,7 millones de míseros palestinos. "La ayuda europea a Khan Younis fue la sangre caliente bombeada por el amable corazón de Europa al Khan Younis que titiritaba por la agresión de la ocupación", le dijo el alcalde de esa localidad de la franja a Ferrero-Waldner. "El aeropuerto es el pulmón para Gaza y los territorios ocupados", explica un ingeniero responsable de una instalación vital para el futuro, cuya pista de aterrizaje destrozaron excavadoras y bulldozers israelíes en 2001, y así sigue.
La segunda intifada, que comenzó en 2000 y duró cinco años largos, fue letal para Gaza, cuyo producto interior bruto era de 1.410 dólares al comienzo de la insurrección y en 2004 había caído hasta los 979 dólares, según el Fondo Monetario Internacional. En 2003, en el paso del ecuador del asedio, el 47% de la población vivía en la pobreza y el 16% sobrevivía por debajo del mínimo de subsistencia, establecido en 1,5 dólares al día.
La Comisión Europea es el primer contribuyente mundial al sostenimiento de los palestinos, con una ayuda que el año pasado rondó los 280 millones de euros, repartidos en distintos proyectos que dan un trabajo equivalente a 125.000 personas al año. Desde los acuerdos de Oslo de 1993, el Ejecutivo comunitario ha entregado del orden de 2.300 millones de euros en asistencia a Palestina.
Ferrero-Waldner ha venido con muchos millones de euros en la cartera, algunos en promesas y otros de inmediata liberación: 1,4 para contribuir al proceso electoral en marcha; otros tres millones para dotar de medios técnicos y humanos al puesto fronterizo de Rafah, en la frontera con Egipto, la única, y pequeña, salida que, gracias a la mediación europea, los palestinos tienen al mundo exterior sin control directo israelí; 20 millones más para diversas obras de infraestructura y 25 millones para una construir una terminal de carga en el aeropuerto de Gaza, cuya reapertura sigue sin querer negociar Israel con la Autoridad Palestina.
El paso de Rafah y la reanudación del servicio del aeropuerto, bautizado con el nombre de Yasir Arafat, por el que llegaron a circular 750.000 pasajeros, son críticos para el futuro de Gaza y de Palestina. Son las puertas a través de las que comerciar y exportar. "La retirada israelí de Gaza ha abierto nuevas oportunidades para mejorar la suerte de los palestinos y en la UE estamos dispuestos a que no se pierda ninguna de ellas", dice la comisaria. En Cisjordania, la situación es sólo algo mejor, minada la región en su desarrollo por cientos de puesto de control en carreteras, fragmentación, toques de queda y graves dificultades para mover personas y bienes.
Toda esta inversión y apoyo de la UE están ahora en el aire, pendientes del resultado de las elecciones de hoy, el día en que nacerá un nuevo mundo palestino: por primera vez los islamistas de Hamás concurren a unas elecciones legislativas, sus banderas verdes dominan el paisaje y todos los sondeos les dan un espléndido resultado al amparo de su credibilidad como gestor de ayuntamientos, su probidad en un entorno de corrupción política, su disciplina y su lucha sin escatimar medios contra el ocupante.
Si se hacen buenos los pronósticos, la UE, como Estados Unidos, deberá resolver un serio problema. Hamás figura en la lista de grupos terroristas de ambos, lo que impide a Bruselas y Washington todo contacto con los islamistas. El grupo disputa los comicios con el nombre de Cambio y Reforma y ofrece al electorado y al mundo un rostro serio y desarmado: candidatos encorbatados, mujeres en la lista y un programa exento de los puntos más 'calientes' de los estatutos de Hamás: lucha armada y destrucción de Israel.
Javier Solana señaló el mes pasado que si Hamás pasa a formar parte del Gobierno palestino, la Unión retirará su apoyo a la Autoridad Palestina, salvo que el grupo renuncie a la violencia. La advertencia ha sido profusamente utilizada en la campaña electoral por Fatah, el partido del Gobierno, contra Hamás, pero desprovista de la condicional segunda parte. "Debemos trabajar con cualquier Gobierno que quiera trabajar por la paz de un modo pacífico", señala Ferrero-Waldner, quien también establece como condición inexcusable para mantener la relación de la UE con un Gabinete palestino con presencia de los islamistas la renuncia de Hamás a la violencia y la aceptación del principio de la existencia de dos Estados: Israel y Palestina. "Si eso no ocurre habrá que revisar la situación", señala la comisaria, sin dar más explicaciones.
La UE busca el medio para seguir cooperando con los palestinos y espera a conocer el verdadero impacto electoral de Hamás para afinar la futura estrategia. Fuentes europeas apuntan que corresponde a Hamás o más probablemente a su Cambio y Reforma hacer el primer movimiento y tender la mano. En Hamás hay quienes apuntan que la carta fundacional del grupo, con su destrucción de Israel, no es intocable y Bruselas lo sabe. Lo que tantea la Unión es la salida gradualista al dilema de mantener su palabra sobre la paralización de la ayuda y no dañar a los palestinos, para lo que espera contar con el realismo de Hamás. La alternativa es el abandono, la desesperación y la crisis humanitaria, de lo que nadie en Palestina echaría la culpa a Hamás.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.