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Reportaje:

La tragedia del éxodo forzoso

Los miles de campesinos colombianos expulsados de sus tierras por las FARC piden seguridad para poder regresar

Seguridad para retornar. Eso es lo que quieren los más de 2.200 campesinos colombianos que han abandonado sus parcelas y se encuentran en el casco urbano de Samaná, población del departamento de Caldas, el mayor productor de café de Colombia. Los labriegos salieron apresuradamente de sus tierras el pasado 18 de noviembre, presionados por la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Los guerrilleros usaron a los niños de las escuelas para informar a los padres de que tenían un plazo de 24 horas para abandonar el lugar.

Al obligar al éxodo masivo, "las FARC quieren exigir la salida del Ejército", explica el alcalde, Mario Clavijo. Hace dos semanas, los soldados se instalaron de manera permanente en Encimadas, un caserío del área rural del municipio, usado como corredor de la guerrilla más antigua y numerosa del país.

"Confiamos en el Estado", aseguró a EL PAÍS uno de los campesinos desplazados. Esperan regresar sin el temor a las minas quiebrapatas, sembradas en el campo por la guerrilla, y sin el temor, sobre todo de los que viven en los parajes más alejados, de sentirse completamente desprotegidos por parte del Estado.

Las enfermedades —hay epidemia de gripe— y el abandono en que dejaron sus cultivos de café —el grano ya está listo para ser cosechado— son los asuntos que más les preocupan. La zona que quedó vacía produce el 11% de las 346.000 arrobas del café que da Samaná al año. Los habitantes del municipio montañoso y en gran parte selvático se encuentran entre dos fuegos: el Frente 47 de las FARC, que se refugia en las partes altas, y los grupos paramilitares que controlan el pie del monte y las partes bajas del valle del río Magdalena.

Desde hace unos 10 años y por presiones de ambas partes, llegó el cultivo de coca y los campesinos de algunos sectores empezaron a abandonar el tradicional cultivo de café. Hasta el momento, la fumigación y la erradicación manual han acabado con 2.400 hectáreas del arbusto ilegal.

El actual es el tercer desplazamiento en esta población en los últimos tres años. Los anteriores se dieron por la llegada de la policía —durante años no ha habido fuerzas públicas del orden— y por la lluvia de glifosato para terminar con las plantaciones de coca. La Cruz Roja Internacional (CICR) ha llevado a esta población, encaramada en la cordillera Central, 42 toneladas de ayuda humanitaria. Los desplazados, entre ellos 760 niños, permanecen en escuelas y locales adaptados para albergarlos temporalmente.

Éste ha sido uno de los desplazamientos masivos más numerosos en lo que va de año. A comienzos de 2005, 5.000 indígenas de Toribio Cauca, al sur del país, dejaron sus casas pero no se alejaron de sus tierras. Se instalaron en refugios — escuelas, casas comunales, etc.— habilitadas por ellos mismos para la emergencia. Aunque el número de desplazados ha disminuido en comparación con años anteriores, el fenómeno "sigue siendo preocupante", según el director regional de la CICR, Juan pedro Schaerer. "La realidad es que cada día hay más desplazados en Colombia", denuncia Schaerer. De enero a septiembre de este año, 16.000 personas —3.600 familias— tuvieron que abandonar sus casas en desplazamientos masivos.

Imagen de archivo de una capilla destruida por combates entre las FARC y el Ejército.
Imagen de archivo de una capilla destruida por combates entre las FARC y el Ejército.JESÚS ABAD COLORADO

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