Lula, golpeado por las armas
El domingo, el 64% de los brasileños votó a favor de seguir usando armas
Brasil dice sí a las armas y arrincona la iniciativa del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, respaldada por algunos sectores de la oposición de centroizquierda, de frenar el despliegue de armamento. El año pasado murieron asesinadas 36.000 personas por armas de fuego.
En el referéndum celebrado el domingo, que debía ratificar la decisión del Parlamento, apoyada por el Ejecutivo de Lula, de prohibir la venta de armas y municiones en todo el territorio nacional, como un camino hacia una sociedad más pacífica, el 64% votó a favor de que los ciudadanos puedan seguir armados frente al 36% que apostaron por el desarme.
El resultado, espectacular e inesperado en esas dimensiones, donde el sí ha perdido en todos los Estados sin excepción y en algunos, como en Río Grande do Sul con la cifra record del 87% , ha significado, según afirmaban ya todos los analistas políticos del país, que los ciudadanos no confían en que el Gobierno y el Estado sean capaces de defenderles, y por eso prefieren poder seguir armados.
"Primó el miedo de las personas ante los planes de seguridad de un Gobierno en el que no confían", señala el sociólogo Geraldo Tadeu Montero, presidente del Instituto Brasileño de Pesquisas Sociales. Los activistas en favor del comercio de armas también creen que el resultado ha sido un mensaje claro para Lula. Según Marcio Garritano, uno de los impulsores de la campaña en favor de la libre venta de armas, la población ha dicho que "no cree en la propuesta" del Gobierno y que "quiere tener y preservar el derecho a la defensa". Los brasileños, según Garritano, han expresado que "quieren una acción real del Gobierno contra la violencia, que quieren trabajos sociales y no prohibiciones, porque prohibiendo no se resuelve nada".
La desconfianza creciente en Lula y su Gobierno quedó reflejada en una encuesta divulgada el mismo domingo, según la cual, la popularidad de Lula sigue cayendo por causa de los escándalos de corrupción que han salpicado al Gobierno y a su Partido de los Trabajadores (PT). En opinión de Lucía Hipólito, experta en ciencias políticas, el referendo fue en realidad "un plebiscito contra el poder público", que reflejó el malestar que existe en Brasil.
También hay que añadir que caló hondo en la opinión pública que el sí al referéndum signficaba un recorte de las libertades privadas. Generalmente, explican hoy los sociólogos, los referendos en todo el mundo suelen ser para "ensanchar" libertades y no para "recortarlas". Se trató de un dilema de conciencia, ya que los ciudadanos entendían que armarse privadamente es negativo, pero que desarmarse, cuando no se confía en la política de seguridad del Gobierno, puede ser peor. Y muchos de los que votaron no quisieron dejar constancia de que también ellos prefieren una sociedad sin armas y segura a la vez.
El mensaje al Gobierno de Lula, a quien se le acusa de haberse distraido demasiado en los asuntos de seguridad ciudadana, tras haber gastado hasta ahora sólo el 5% de los presupuestado para el Plan de Segurirdad Nacional, ha sido tan claro que ayer mismo la clase política, tanto los defensores del sí como los del no, ha comenzado a hacer examen de conciencia para examinar qué medidas urgentes hay tomar para que la población no se quede doblemente frustrada si no ve atendido el reto que le ha lanzado con el rechazo del referéndum.
Una de las ventajas del referéndum, es que el tema de la seguridad, que el Gobierno había dejado en sordina, preocupado sobretodo con los éxitos de la macroeconomía, es que el asunto de las armas entró a fondo en la socidad tanto a nivel familiar como escolar.
Lo que sí es cierto, no sólo en las grandes ciudades, como São Paulo, Río de Janeiro, Fortaleza, Bahía o Recife, sino incluso en las provincias, es que la violencia, en todas sus caras (asaltos, secuestros, balas perdidas, etc), es hoy el tema número uno de los ciudadanos, incluso más que el desempleo. La población en Brasil vive asustada, cada vez más recluida en sus casas, cada vez más blindadas. Si el Gobierno no lo había entendido, ahora el referéndum se lo ha gritado con la fuerza de los números salidos de las urnas.
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