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La CIA culpa a un miembro del Gobierno de Bush de las acusaciones falsas contra Irak

El director de la agencia proporciona al Senado el nombre del responsable último de que el presidente hiciera mención al inexistente programa nuclear de Irak en un discurso

No amaina el huracán en torno a las falsas acusaciones de Estados Unidos contra Irak: mientras en Europa el primer ministro británico se las ve y se las desea para mantener su credibilidad a salvo mientras respalda un informe que se ha demostrado erróneo, y los servicios secretos italianos, responsables últimos del mismo, se convierten en el hazmerreir del mundo, en Estados Unidos el último rayo de la tormenta política amenaza con fulminar a un miembro del equipo del presidente, cuya identidad aún permanece en la sombra.

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El origen de la catástrofe hay que buscarlo hace mucho, mucho tiempo, en un país bastante lejano. Según las últimas revelaciones de la prensa italiana, fueron los servicios secretos de ese país los que pusieron la semilla del culebrón al conseguir, en circunstancia aún desconocidas, un paquete de papeles que supuestamente probaban las intenciones del régimen de Sadam Husein de comprar uranio a Niger para emplearlo en la fabricación de armas nucleares. El Sismi pasó esa información a los servicios secretos británicos, que lo creyeron cierto pese a que, como ha desvelado esta semana el diario La Republica, contenía errores de bulto que permitiría a cualquier experto averiguar que se trataba de una falsificación.

¿Mintió el presidente?

Los británicos, a su vez, le dieron el soplo a la CIA, que no se creyó del todo el asunto. Así, el Gobierno estadounidense envió a un diplomático a Niger para investigar la supuesta compra, y así pudo averiguar que era un montaje. El problema surgió cuando la acusación contra Irak apareció en un discurso del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en concreto en el del estado de la Unión del pasado 28 de enero. La frase que al final pronunció Bush fue: "El Gobierno británico ha comprobado que recientemente Sadam Husein intentó comprar cantidades significativas de uranio en África".

¿Sabía el presidente que esa acusación era falsa? La CIA dijo en un principio que sí, que ella le había advertido que no había pruebas para respaldar la afirmación, y le había aconsejado que la borrase del discurso. Sin embargo, el Gobierno se encastillo en la defensa de la inocencia de Bush, hasta el punto de que al final el director de la agencia, George Tenet, terminó por asumir la responsabilidad última sobre la inclusión de la frase en el discurso. La Casa Blanca ya había admitido para entonces que la acusación era falsa, así que sólo quedaba por dirimir si el error de hacerla pública fue intencionado (lo que dejaría al presidente en una posición muy peligrosa, puesto que podría cuestionar la validez del resto de acusaciones que vertió contra el régimen iraquí para justificar la guerra) o fruto de un fallo, uno más, de los servicios secretos.

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La verdad saldrá a la luz

Así las cosas, la tormenta parecía mitigada en Estados Unidos gracias al gesto de Tenet, mientras en Europa arreciaba contra Tony Blair (que ha decidido dar la cara por sus servicios secretos). Pero el director de la CIA tuvo que comparecer el miércoles ante el Comité de Inteligencia del Senado. Allí debía declarar bajo juramento, y al parecer su testimonio distó mucho de lo que había mantenido hasta entonces.

Según ha hecho público el senador demócrata Dick Durbin, que estuvo presente en esa sesión, Tenet admitió que la decisión de mantener la frase fue de un alto cargo del Gobierno de Bush, que estaba al corriente de las dudas sobre su validez pero pese a todo decidió seguir hasta el final. Es más, Tenet proporcionó a los senadores el nombre del tipo, y aunque Durbin no lo ha relevado porque su cargo se lo impide si ha dejado claro que espera "que la verdad salga a la luz".

"La pregunta más importante es quién en la Casa Blanca estaba decidido a engañar al pueblo estadounidense y por qué siguen ahí", ha afirmado Durbin. Lo que parece claro es que los demócratas no están dispuestos a dejar pasar la oportunidad para hacer mella en el Ejecutivo republicano: el FBI ha iniciado una investigación, a petición del senador John Rockfeller, para esclarecer este embrollo y aclarar las responsabilidades políticas correspondientes.

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