Marina Ovsyannikova, la periodista de la televisión rusa que denunció en directo la guerra de Putin
La reportera que irrumpió con un cartel en un canal oficial vive exiliada en París y cuenta en un libro su historia
El 14 de marzo de 2022, a las 21.30, la periodista rusa Marina Ovsyannikova (Odesa, 1978) irrumpió en el telediario más visto del país con un cartel en contra de la guerra en Ucrania. La escena duró apenas seis segundos, pero bastó para que su vida diera un vuelco. Pocos minutos después, el director adjunto de los informativos le preguntó preocupado: “¿Eras tú?”. Su carrera profesional en la estatal Pervy Kanal (Canal 1) terminó en ese mismo instante. No se arrepintió. Tras 20 años trabajando en lo que ahora llama una “máquina de propaganda”, se transformó en símbolo de resistencia contra la narrativa oficial del presidente ruso, Vladímir Putin.
El gesto de Ovsyannikova dio la vuelta al mundo menos de un mes después del inicio de la invasión rusa de Ucrania y le valió una oleada de apoyos. En un discurso, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, dio las gracias a la “chica que entró en el estudio de Canal 1″. Y el presidente francés, Emmanuel Macron, se apresuró en ofrecerle protección. La periodista, nacida de una madre rusa y de un padre ucranio, rechazó en un primer momento la oferta. Pero el pasado febrero apareció por sorpresa en París, donde espera ahora el asilo tras huir de Rusia en plena noche junto a su hija. En su periplo, cambió siete veces de coche y terminó cruzando la frontera a pie.
Tras la protesta, su madre, ferviente defensora de Putin y quien la crio sola tras la muerte de su padre, la tachó de traidora. Y su hijo de 18 años rechazó hablar con ella. “Sacrifiqué todo por decir la verdad”, aseguró Ovsyannikova en inglés a este periódico. Su hija, de 12 años, vive con ella en París.
La periodista entró en Pervy Kanal en 2003, cuando apenas tenía 25 años. Acababa de llegar a Moscú y estaba dispuesta a comenzar de cero, como muchos jóvenes reporteros llegados de provincias. En esa época, “el espacio informativo ruso aún era relativamente libre y abierto”, apunta Lukas Aubin, experto en Rusia del Instituto francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas. Ovsyannikova había ganado experiencia en la televisión regional de Krasnodar, en el sur de Rusia, mientras concluía sus estudios de periodismo en la Universidad Estatal de Kuban. Poco a poco, empezó a ascender hasta desempeñarse como redactora en jefa adjunta de los informativos y obtener su propio programa.
Era la “edad de oro” del periodismo ruso, recuerda en su libro Between Good and Evil. How I Finally Opposed to Kremlin Propaganda (Entre el bien y el mal. Cómo al fin me opuse a la propaganda del Kremlin), que no ha sido traducido al español de momento. La situación, sin embargo, empezó a cambiar progresivamente. En las entrevistas que ha dado, la periodista suele referirse a la guerra en Georgia de 2008 como un punto de inflexión en el control que ejercía el Kremlin sobre los medios. En aquel momento, Ovsyannikova decidió poner a un lado lo que más tarde decidió denunciar.
En Moscú gozaba de un cómodo horario laboral, que le permitía viajar a otros países, estar con su familia y sus dos golden retrievers, y seguir practicando la natación, como hace desde niña. Fue también en Pervy Kanal donde conoció a su ahora exmarido, actualmente empleado en la televisión estatal Russia Today y con el que tuvo un hijo y una hija. Su vida era la de una mujer de clase media.
Hasta que la guerra en Ucrania vino a sacudirlo todo. Como editora de la sección de internacional, veía lo que difundían los medios internacionales sobre el conflicto en Ucrania y lo que después decidía emitir su propia cadena. “Era una realidad paralela”, declaró. Ya no lograba hacer abstracción de las imágenes de edificios en llamas y de los miles de refugiados huyendo. Su actual agente literaria, Christine Proske, la describe como alguien con un gran “sentido de la justicia”.
La guerra en Ucrania le recordó su infancia en Grozni, la capital chechena, de donde huyó justo antes de la guerra en 1994. Ovsyannikova se refiere a ese periodo como una época difícil. A finales de los años ochenta, presenció cómo iba cambiando la vida diaria en la ciudad. Las milicias armadas aparecieron poco a poco en las calles. Y en las rejas de su escuela, alguien había colocado un mensaje que instaba a los rusos a regresar a Moscú.
En un tren repleto de gente, llegó con su madre, una ingeniera química, a la región de Krasnodar. Años más tarde, mientras ya trabajaba en la televisión regional, volvería a ver el edificio donde había vivido. Estaba en ruinas y sus vecinos sobrevivían entre los escombros, relata en su libro.
En parte por eso, cuando estalló el conflicto en Ucrania, decidió actuar, sin pensarlo mucho. “Es alguien que toma decisiones rápidamente, es lo contrario de alguien que procrastina”, cuenta Christophe Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras, la organización que le ayudó a salir de Rusia. En el prefacio de la edición francesa del libro escribe : “Ovsyannikova encarna la posibilidad de librarse de un aparato de propaganda, de desertar de él y resistirle”.
Al irrumpir en directo en el noticiero, la editora gritó “alto a la guerra”. Contará después en su autobiografía que ni reconoció su propia voz. Y que cuando salió tenía las piernas temblorosas. El cartel, que había preparado la víspera en su cocina, tenía una frase en inglés y tres en ruso. “No a la guerra. Paren la guerra. No crean la propaganda. Les están mintiendo”, decía. Para entrar al edificio, escondió la pancarta en la manga de su abrigo blanco.
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