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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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Cómo convertir la vivienda en el quinto pilar del Estado de Bienestar

Seis de cada 10 euros presupuestados se dedican a políticas sociales. ¿Dónde recortar?

Vivienda Estado de Bienestar
Joaquín Estefanía

La vivienda como quinto pilar del Estado de bienestar. Así la definió el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, en la entrevista que concedió a Pepa Bueno en Televisión Española. Para que sus palabras sean creíbles habrá que concretar sus contenidos (número de viviendas de protección social, viviendas de alquiler, viviendas libres, plazos de construcción y entrega). Habrán de expresarse también las ayudas a su financiación, no vaya a suceder como con el cuarto pilar de ese welfare, los cuidados a los ciudadanos dependientes, que, aprobado por los Gobiernos de Rodríguez Zapatero, todavía tiene las suficientes nebulosas como para afirmar su carácter medio fallido.

La vivienda se uniría, pues, a los cuidados, las pensiones, la sanidad, la educación, el seguro de desempleo y una legislación laboral socializada como parte del Estado de bienestar español, uno de los últimos creados en el núcleo duro de la Unión Europea. Todo él puesto en funcionamiento por los socialistas en el Gobierno, aunque su aplicación haya trascendido luego a las diferentes legislaturas.

En medio de estas necesidades urgentes están aquellas otras que aparentemente no son repetitivas, que se muestran una sola vez (a no ser que la desgracia o la emergencia climá­tica las reiteren). Por ejemplo, las compensaciones a los afectados por las lluvias torrenciales, a los de los incendios de sexta generación, o —no olvidar— a los de la erupción del volcán de La Palma. Todas ellas requerirán de mucho dinero público.

Y finalmente están los nuevos compromisos, entre los que destaca el de invertir al menos el 2% del producto interior bruto en industria militar para seguir siendo considerados miembros de primera categoría de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Todavía está en discusión si ese porcentaje para el año 2035 habrá de llegar al 5% (3,5% en inversión militar y 1,5% en otros gastos relacionados con la defensa), como pretende Donald Trump. Es seguro que en ese año Trump no estará en la Casa Blanca para auditarlo. Un 5% del PIB en defensa supondría inyectar alrededor de 80.000 millones a esta partida, lo que equivaldría a un poco más de la cantidad que se dedica a sanidad o cerca de la mitad de lo que se atribuye a pensiones. Para llegar al 2% en el año en curso el Gobierno ha puesto en marcha algunas inversiones excepcionales, difíciles de ejecutar antes de que finalice el año y, sobre todo, complicadas de mantener en el tiempo. Este compromiso es el más trasversal de todos. Quiere decirse que habrá de ser cumplido gobierne quien gobierne.

Estos menesteres, y otros que andan por ahí, solo disponen de tres formas de financiación y una limitación que viene de Bruselas por pertenecer al selecto club del euro. Las primeras son: aumentar los impuestos; endeudarse con dinero público español o europeo (los fondos Next Generation finalizan el 31 de diciembre de 2026); recortar otras partidas presupuestarias (¿cuáles?: en España, seis de cada 10 euros de los últimos Presupuestos aprobados son acaparados por políticas sociales). O una mezcla de las tres: impuestos, endeudamiento y recortes. La limitación europea significa que el desequilibrio en las cuentas públicas no pueda superar el 3% del déficit público y el 60% de la deuda pública. Aunque estos porcentajes estén ahora un poco acolchados, siguen vigentes.

¿Cómo resolver este sudoku? A ello es a lo que tiene que responder el Gobierno al presentar nuevos Presupuestos Generales del Estado para el año que viene, y una oposición que repite como un lorito que hay que reducir impuestos, sin explicar dónde aplicará la cirugía. Los Presupuestos vigentes (prorrogados desde 2023) señalan unos gastos totales de 486.000 millones de euros, que parece una cantidad claramente insuficiente para enfrentarse a los casos expuestos y a otros presentes, como, por ejemplo, atender a los sectores más golpeados por la incertidumbre y la guerra arancelaria que llega del otro lado del océano, así como la sostenibilidad ambiental y el impulso a la innovación y a la digitalización, con el fin de no quedarnos rezagados.

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