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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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La conquista de la democracia: no es tiempo de silencio ante las revisiones ideológicas

Crece una corriente revisionista que dice que la Transición la protagonizaron las élites

Sevilla durante una jornada de huelga, en febrero de 1976, de los empleados de autobús del Ayuntamiento de Sevilla
Joaquín Estefanía

Romero Marín sale en la pantalla de la televisión. Sólo uno de los que están viendo la serie, el más viejo, sabe quién es el Tanque: oficial del ejército de la República, dirigente del Partido Comunista de España, quizá el militante que más tiempo permaneció en el interior del país reorganizando la exterminada estructura comunista después de la Guerra Civil. La serie La conquista de la democracia (en La 2 de Televisión Española), por lo visto hasta ahora, va a devenir en un instrumento central de explicación de lo que sucedió en un trozo de nuestra historia, siempre que vaya acompañada de una labor de pedagogía paralela. También servirá para combatir el tsunami ultraderechista que los maestros denuncian que se está extendiendo en los colegios y en los institutos, si se pasa en ellos.

La serie servirá para combatir tres hitos revisionistas que tratan de extenderse en algunos libros de historia, conferencias y relatos: el primero, que la Transición desde la dictadura a la democracia fue obra de algunas élites con nombre y apellidos. Desde hace algún tiempo repite su director, Nicolás Sartorius, que el dictador (Franco) murió en la cama, pero que la dictadura murió en la calle (por la acción de múltiples movimientos ciudadanos heterogéneos, que confluyeron en la necesidad de las libertades: el obrero, el universitario, el vecinal, las mujeres, etcétera).

El segundo revisionismo proviene de los tecnócratas del Opus Dei que en el año 1959 protagonizaron el Plan de Estabilización y la marcha de España desde la autarquía hacia una economía de mercado. Algunos han llegado a escribir que ese año tan temprano y ese plan son los orígenes de la Transición. Pero una economía de mercado no es una democracia, y, si no, miremos, por ejemplo, lo que unos años más tarde, hizo Pinochet en Chile: la economía más liberal del mundo en un país azotado por la represión y por el totalitarismo (o la China de Deng Xiaoping).

El tercer hito revisionista que se combate en la serie es que el cambio llegó inmediatamente después de la muerte de Franco. Unos días después de su fallecimiento, en diciembre de 1975, Juan Carlos es coronado rey de España. En el ínterin ha actuado un Consejo de Regencia compuesto por Alejandro Rodríguez de Valcárcel, presidente de las Cortes; Pedro Cantero Cuadrado, arzobispo de Zaragoza, y el teniente general Ángel Salas Larrazábal. Un político franquista químicamente puro, un cura y un militar. Preside el primer Gobierno sin el dictador Carlos Arias Navarro, calificado expeditivamente por la oposición como “carnicerito de Málaga”, por sus actuaciones represivas durante la Guerra Civil.

Enero de 1976, menos de dos meses después de la desaparición del dictador: Madrid es sacudido por un movimiento huelguístico sin precedentes por su extensión, que luego se expande al resto de España. Afecta a todas las ramas de la producción y los servicios. La ciudad se queda sin metro, sin autobuses, sin taxis, sin correo (ni rastro aún de internet). Durante semanas, decenas, centenares y miles de personas se vienen reuniendo a diario en asambleas que discutían el curso de su acción. Allí están presentes los clandestinos sindicatos de clase y todos los partidos de izquierdas. El sindicato oficial, el Sindicato Vertical, al que pertenecen conjunta y obligatoriamente, en un oxímoron, empresarios y trabajadores, se veía desbordado con convocatorias lanzadas desde sus propios órganos comarcales y provinciales. Intervienen los comandos de extrema derecha y las partidas de la porra.

Estas huelgas hay que considerarlas como parte destacadísima del esfuerzo de la oposición democrática por plantear la ruptura frente a la intención continuista (con reformas menores) presentada por aquel Gobierno de Arias Navarro (con tres vicepresidentes: de Defensa: el general De Santiago y Díaz de Mendívil; de Interior, Manuel Fraga Iribarne, fundador del Partido Popular, y de Asuntos Económicos, el empresario Juan Miguel Villar Mir).

En estos conflictos tuvieron tanta significación las reivindicaciones económicas (salariales) como las políticas (libertad, amnistía). Se había iniciado el tránsito hacia una sociedad abierta que más temprano que tarde entraría en la Europa democrática.

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