J. D. Vance puede encabezar la siguiente generación de ultraconservadores en el mundo
El ideario del vicepresidente semeja al que expresa Alexander Duguin, el principal ideólogo de Putin

El movimiento ultraconservador sube y sube las escaleras desde hace más de medio siglo, hasta llegar por ahora al delirio que representa el segundo Donald Trump en la Casa Blanca. Su movimiento no es uniforme, tiene picos de sierra, pero también continuidades. Se pueden seguir las líneas de puntos desde lo que significaron Reagan y Thatcher hasta hoy. En cada momento tuvo especial relevancia un centro de pensamiento y un documento, que fueron creando por acumulación la doctrina de este ultraconservadurismo-neoliberalismo.
Al principio fue el británico Institute of Economic Affairs, tan querido por la señora; luego el Contrato por América, que lideró Newt Gingrich; más adelante la llegada a la Casa Blanca con Bush II de los Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, etcétera, los considerados auténticos neocons, con el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano. Y ahora los tres mosqueteros, que como con Dumas son cuatro: Trump, Vance, Musk y Marco Rubio. Y siempre siempre, la Fundación Heritage, que gobierna en esta coyuntura y que elaboró esa especie de programa electoral denominado Proyecto 2025, que trata de aplicar a base de órdenes y decretos el inquilino de la Casa Blanca. El Proyecto 2025 indica, en esencia, cómo tomar el control de las distintas instituciones del Estado, reducir drásticamente las regulaciones (con un negacionismo frente a la emergencia climática), recortes fiscales, proteccionismo, deportaciones masivas de emigrantes, disminución del pequeño welfare americano (Medicaid y Medicare), etcétera.
Lo curioso —la debilidad humana— es que muchos de estos personajes no se hablan entre sí. Son curas de distintos conventos. Habitualmente los vicepresidentes de EE UU no son muy visibles, excepto que le ocurra algo al presidente (Johnson y Kennedy), o que tengan que ejercer su voto de calidad como presidentes del Senado en caso de empate en alguna votación entre demócratas y republicanos. Tuvo mucho poder Dick Cheney con Bush II y parece que lo va a tener J. D. Vance con Trump a la luz de sus primeros movimientos. Fue Vance el que acompañaba a Trump en el despacho oval cuando decidieron humillar a Zelenski. También fue él quien tiró al plato contra el primer ministro británico, Keir Starmer —laborista—, cuando le dijo que en el Reino Unido hay violaciones a la libertad de expresión que no solo afectan a los británicos (éstos pueden hacer lo que quieran en su país), sino también a las empresas tecnológicas estadounidenses, “y por extensión a los ciudadanos americanos”.
Pero la intervención más profunda del vicepresidente fue en la Conferencia de Seguridad de Múnich, la ciudad en la que Chamberlain entregó Checoslovaquia a Hitler. Su jefe, Trump, dijo que la Unión Europea se creó para “joder” a EE UU, y en su discurso, J. D. Vance ha iniciado una guerra cultural contra Europa, expresando sus simpatías por el diablo (la extrema derecha), con una durísima arremetida de corte ideológico frente a los países europeos, sus hasta entonces aliados. “La amenaza que más temo para Europa no es Rusia ni China, ni otro factor externo. Es la amenaza interna”. Esto es, “la retirada de algunos de sus valores fundamentales, valores compartidos con EE UU”. No sería en EE UU sino en Europa donde se estaría produciendo una reacción antidemocrática que busca suprimir ideas (las ideas de la extrema derecha) que son legítimas y deberían ser consideradas de otra manera en el debate público.
El ideario del vicepresidente semeja al que expresa Alexander Duguin, el principal ideólogo de Putin. J. D. Vance no ve razones para vetar la intoxicación fascista, bajo la protección de la libertad de expresión. Hay que seguir muy atentamente su trayectoria. De 41 años, es el segundo de Trump, de 78. Alguien ha escrito que el presidente ha sido la “píldora roja” de Vance, siguiendo la secuencia lógica de la película Matrix: en ella hay una elección entre la voluntad de aprender una verdad potencialmente inquietante y que cambia la vida (la píldora roja), o permanecer en la ignorancia satisfecha (la píldora azul). J. D. Vance puede encabezar otra generación de ultraconservadores en el mundo.
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