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IDEOGRAFÍAS
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Huwaida Arraf, la activista que ve en Gaza un problema político y no humanitario

Detenida más de 24 veces, esta abogada y defensora de los derechos humanos, cofundadora de Free Gaza, ha dedicado su vida a desafiar la injusticia sistémica que sufren los palestinos

IDEAS 19/01/25 Huwaida Arraf
Luis Grañena
Ana Vidal Egea

Si mamá muere, ¿debería no ponerme triste porque está tratando de ayudar a la gente?”, le preguntó la hija menor de Huwaida Arraf, de 10 años, a su padre el pasado mes de mayo. Y es que por entonces Huwaida Arraf se encontraba en Estambul liderando la Flotilla de la Libertad, con la intención de cruzar a Gaza y llevar 5.500 toneladas de ayuda humanitaria en barco. La iban a acompañar un millar de activistas entre los que se encontraba la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau, pero tuvieron que cancelar la noche antes de zarpar por cuestiones diplomáticas (los países involucrados retiraron sus banderas de los barcos).

Huwaida Arraf (Detroit, 1976) ha dedicado su vida al activismo por los derechos humanos de los palestinos en el conflicto palestino-israelí y a luchar de forma no violenta por un cambio en un sistema que considera que perpetúa la injusticia y la impunidad. No tiene miedo a morir. Tampoco ve otra solución más que seguir haciendo lo que hace. “No podemos rendirnos”, aclara por videoconferencia.

Con 25 años, en 2001, cofundó junto a otros activistas, entre ellos su marido, el Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM, por sus siglas en inglés), que fue nominado al Premio Nobel de la Paz (2003 y 2004). Invitaban a voluntarios internacionales a protestar defendiendo los derechos de los palestinos y los preparaban para reaccionar de forma no violenta ante situaciones de violencia extrema.

El objetivo, explica Arraz, era visibilizar ante la comunidad internacional la situación de opresión, violencia y abuso contra los palestinos. Pero también tratar de evitar daños mayores, confiando en que si en el terreno había ciudadanos internacionales el ejército israelí sería más reacio a atacar.

No obstante, en 2003 murieron tres voluntarios del ISM. “La primera asesinada fue la estadounidense Rachel Corrie, arrollada por una excavadora israelí, cuando se oponía a la demolición de casas en Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Se consideró un accidente desafortunado y sirvió como precedente para matar a ciudadanos internacionales con total impunidad”, se lamenta Arraf. “Pocas semanas después de aquello dispararon a un voluntario británico de 21 años que trataba de movilizar a niños palestinos fuera de la línea de fuego. La situación es peor que el apartheid de Sudáfrica”. La abogada celebra que el ISM sirviera para concienciar sobre la situación y generara otros proyectos, pero admite que eran muy inocentes al creer que, visibilizando la violencia que estaban sufriendo los palestinos, la situación cambiaría.

“Es una mujer de acción, impaciente por el cambio”
Adam Shapiro, marido de Huwaida Arraf

Arraf nació un mes después de que sus padres, ambos palestinos, se establecieran en Estados Unidos. Fue la mayor de cinco hermanos en una familia humilde donde durante muchos años (hasta que la madre volvió a graduarse en Enfermería, ya que no pudo homologar sus estudios) vivieron con el salario de su padre, que trabajaba como operario en General Motors. Consciente de las limitaciones económicas, a los 12 años Arraz consiguió su primer trabajo en Dunkin’ Donuts y continuó sus estudios de grado superior siempre gracias a becas y premios. Se especializó en ciencias políticas en la Universidad de Míchigan, así como en estudios árabes y judaicos, porque consideraba que hablar los dos idiomas era esencial para contribuir a sentar la paz. Y se desplazó hasta Jerusalén para su primer trabajo, como coordinadora del programa de una organización llamada Seeds of Peace, dedicada a potenciar relaciones entre niños israelíes y palestinos.

Allí conoció a su ahora marido, Adam Shapiro, un estado­unidense de familia judía, que ejercía de director. Se casaron un año después, en 2002, y al mes de la boda, Shapiro fue detenido durante una protesta pacífica y, a pesar de que no había pruebas en su contra, deportado sin que se le permitiese volver a entrar a Israel. No obstante, alentó a Huwaida a quedarse, lo que ella hizo durante dos años más. “La vida de Huwaida está intrínsecamente ligada a la lucha por la libertad de los palestinos. Lo que intensifica su lucha interna sobre cómo existir en este mundo durante este genocidio. Es una mujer de acción, impaciente por el cambio”, explica Shapiro por correo electrónico.

Con 25 años cofundó el Movimiento de Solidaridad Internacional, candidato al Premio Nobel de la Paz

Se graduó y volvió a Jerusalén en 2007 para crear el primer programa educativo en consultoría legal del mundo árabe, en la Universidad de Al-Quds. Por entonces la hostilidad se había disparado, cuenta Arraf: “La segunda intifada —entre 2000 y 2005— ocurrió porque, durante los años del supuesto proceso de paz, Israel continuó apoderándose de tierras, expandiendo puntos de control y restringiendo cada vez más la libertad de movimiento de los palestinos. Seguían colonizando bajo la apariencia de un proceso de paz y el pueblo se sublevó”. La activista explica que en 2007 la gente moría al no poder salir de la Franja de Gaza para recibir, por ejemplo, quimioterapia, ni los tanques de oxígeno que necesitaban.

En ese contexto fundó en 2006 con otros activistas Free Gaza, un movimiento del que fue presidenta y a través del cual consiguieron fletar barcos que entraran a Gaza por aguas internacionales. “En principio no llevábamos ayuda humanitaria porque no queríamos que Gaza fuese vista como un problema humanitario, cuando es un problema político. No somos una organización humanitaria sino que luchamos por los derechos humanos”, matiza Arraf. Entraron y salieron de Gaza cinco veces. “Lo hicimos como forma de resistencia para confrontar a un país que controla la comida y las medicinas que reciben los palestinos y que permite que los niños sufran amputaciones sin anestesia”.

En 2010 Arraf, que dice haber sido detenida en más de 24 ocasiones, creó la Flotilla de la Libertad, reclutando a 750 voluntarios procedentes de 35 países para cruzar hasta Gaza en siete barcos. Uno de ellos, el Mavi Marmara, que llevaba 10 toneladas de ayuda a la Franja, fue atacado por los israelíes y 10 voluntarios murieron al ser disparados desde un helicóptero, en lo que el por entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, calificó de “baño de sangre”.

La excoronel, exdiplomática y activista estadounidense Ann Wright, una de las voluntarias a bordo, recuerda la determinación y valentía de Arraf en aquellos momentos. “Huwaida estaba en la barandilla gritando y tratando de evitar que los soldados de las fuerzas armadas israelíes subieran a bordo”. Y destacó los más de 15 años de la activista contrarrestando la narrativa israelí. “Admiro y aprecio mucho lo que Huwaida ha hecho para mantenernos informados y movilizados sobre el continuo genocidio israelí en Gaza y ahora en Cisjordania”.

En su primer trabajo como cooperadora en Jerusalén conoció a su marido, un estadounidense de familia judía

Arraf vuelve una y otra vez a Jerusalén aunque sea peligroso. De hecho, prefirió dar a luz en esa ciudad a sus dos hijos, sin su marido, con tal de que pudieran tener como ella la ciudadanía israelí. Eso y el pasaporte americano la han protegido en muchas ocasiones. “La única distracción que ocasionalmente se permite son los crucigramas y los rompecabezas. Solía dibujar, pero ha dejado todo de lado para dedicarse de manera obsesiva (y creativa) a encontrar formas de conseguir justicia”, relata su marido.

“Ahora que soy madre no puedo hacer lo mismo que antes, pero incluso embarazada seguí llevando delegaciones a Palestina y sigo luchando desde Estados Unidos”, afirma Arraf. “Dejé el despacho de abogados en el que trabajaba para ir a Estambul y tratar de cruzar a Gaza. Cuando Palestina llama, lo dejo todo”.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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