Descifren eso si pueden: un árabe islamófobo neonazi psiquiatra
El perfil del terrorista de Magdeburgo es incomprensible, pero una cosa está clara: ante la duda, hoy todos los zumbados se van para el mismo lado, el ambiente dominante es ese, lo que hay en el aire es odio y violencia
No es raro que escriba estas líneas para ver si entiendo yo algo mientras escribo, pero cada vez lo ponen más difícil. He tenido que hacer un esquema para aclararme con el perfil del terrorista que ha matado a cinco personas en Magdeburgo, Alemania. Es de Arabia Saudí, pero no soportaba el islamismo fanático y hasta se hizo ateo. Como para no. En 2006 se fue a Alemania y le aceptaron como refugiado, claro, pero empezó a ver por allí demasiados musulmanes. Se hizo islamófobo, incluso pedía el cierre de las fronteras. En fin, pasó a odiar también a los alemanes, creía que Europa se islamizaba. Acabó admirando las masacres a tiros de Estados Unidos, simpatizando con el partido de ultraderecha AfD y se hizo fan de Elon Musk. Se volvió un poco neonazi. Todos sabemos lo que haría un nazi con un árabe como este señor, pero no fue un problema para su evolución personal. En fin, para rematarlo, este sujeto que parece estar como una cabra además era psiquiatra. En concreto, en un hospital de Bernburg que durante el nazismo fue centro de exterminio de discapacitados y seres considerados inferiores. Hay allí un monumento que lo recuerda, o si no lo escucharía en la cafetería, pero tampoco afectó a su conversión (y no es el único, AfD es el primer partido en esta ciudad). Sea como fuere: al final cometió el típico atentado de un fanático islamista, y eso que decía que él era lo contrario. Tanto rodeo para llegar a lo mismo. En todo caso, luego AfD ha subido en los sondeos, se ve que por mucho que este hombre se empeñara en ser neonazi, ni por esas, a muchos no les engaña: era un inmigrante. Es todo incomprensible, pero una cosa está clara: ante la duda, hoy todos los zumbados se van para el mismo lado, el ambiente dominante es ese, lo que hay en el aire es odio y violencia.
Sobre esto, he recordado un pasaje del maravilloso libro de Patrick Leigh Fermor, El tiempo de regalos, relato de su viaje a pie con 18 años por Europa en 1934. En Alemania hizo amistad con unos muchachos de su edad. Uno, el más divertido, le invitó a dormir a su casa y al entrar en su habitación aquello era una especie de museo nazi, con banderas, fotos, carteles (Hitler llevaba un año en el poder). Tenía el uniforme de las SA planchadito y una pistola. Cuando el visitante le insinuó que el ambiente era un poco claustrofóbico al joven le dio la risa y le dijo que tenía que haberlo visto un año antes: eran todo banderas comunistas, hoces y martillos, retratos de Stalin. Entonces salía a zurrarse con los nazis, contaba entre carcajadas, pero cuando Hitler llegó al poder se dio cuenta de que era su hombre (“¡De repente!”).
El título de ese libro, lleno de nostalgia por un mundo ya desaparecido que se precipitaba hacia el caos, viene de un poema de Louise MacNeice sobre la noche de reyes: “Porque ahora el tiempo de los regalos se ha ido/ Oh, niños que crecéis, oh, nieves que se derriten”. Este poeta irlandés tiene otros poemas bonitos, como uno que se llama Nieve: “El mundo es más repentino de lo que imaginamos / El mundo es más loco y más de lo que pensamos, / incorregiblemente plural”.
Estos días abracen a sus seres queridos, sobre todo a los más tranquilos, los más normales, porque la gente sensata no tiene precio. Salen menos en las noticias, pero son muchísimos más, el centro de gravedad en medio de la agitación. Y así habrá que seguir, aguantando las locuras del mundo, y a los ignorantes, exaltados, prepotentes y matones cada vez más de moda, haciendo lo posible por mantener la cordura, confiando en llegar también al final del año que viene sanos y salvos. ¡Feliz año!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.