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Columna
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¿Ministro de Sanidad de Trump? El payaso de McDonald’s

Hay que acelerar este despropósito y volverse más trumpista que todos los tarados con cuernos que asaltaron el Capitolio. Esta gente no atiende a razones, hay que vencerles con sus propias armas

Ronald McDonald
Un hombre vestido de Ronald McDonald, la mascota de la cadena de comida rápida, en un acto promocional en Laredo, Texas (EE UU).Roberto Galan / Alamy Stock Photo
Íñigo Domínguez

Con los ministros de Trump, estos días, me ha pasado que no sabía si estaba leyendo el periódico o El Jueves. Si encima había al lado artículos sobre las explicaciones de Mazón, seguía en las mismas. Dadas las circunstancias, ya creo que lo mejor es que el Gobierno de Trump sea lo más loco posible y que un descarrilamiento catastrófico tenga los efectos del Brexit o el procés. Un momento Liz Truss, ya ni se acordarán de ella, que duró 44 días de primera ministra británica. Momentos de locura donde la única solución es ver el desastre para creer en él y que luego llegue un Gobierno de signo contrario. Así que cuanto antes pase, mejor. En resumen, hay que acelerar este despropósito volviéndose más trumpista que todos los tarados con cuernos que asaltaron el Capitolio. Esta gente no atiende a razones, hay que vencerlos con sus propias armas. Hay posibilidades de éxito, porque habrán visto que una barbaridad más grande que la anterior siempre triunfa, arrastra todo el movimiento aún más hacia la irracionalidad, descubren que aún es posible ir más allá, se preguntan por qué no. Se trata de pilotarlos hábilmente hacia la autodestrucción.

Total, que una vez metido en el papel, la lista de ministros de Trump me parece floja. Ahí van algunas propuestas. Ministro de Defensa, al mando de todos los ejércitos, Kim Jong-un, que podrá teletrabajar desde Pyongyang. Ministro de Economía, el vidente Rap­pel. Ministro de Sanidad, el payaso de McDonald’s. De los servicios de inteligencia, Mortadelo y Filemón. De Igualdad, estoy entre Jack el Destripador y El Fary. Ministro de Educación, el propio Donald Trump (esta es un poco fuerte, lo sé, pero es necesario). Responsable de Eficiencia Gubernamental, Elon Musk, el hombre más rico del mundo. Ya, esto es así en la realidad, no se me ocurría nada más absurdo. En otro desorden de cosas, para cargos intermedios dará puntos haber sido acusado al menos de dos escándalos sexuales, pero en Estados diferentes, no vale el mismo. Quitará puntos haber dicho cualquier afirmación en el último año sustentada en evidencias científicas. Todo el mundo cobrará en criptomonedas. Con esto creo que podemos acelerar la debacle y que todo salte por los aires en semanas. Con lo que planea Trump quizá dure solo algunas más, pero no hay tiempo que perder. Con Musk, la verdad, no sé qué se puede hacer. Es conmovedor tanto desinterés por ayudar de un individuo que, según los expertos, está endeudado hasta las orejas y no tiene verdadera liquidez, depende de cómo el mercado valore sus empresas. Su esperanza de salir adelante pasa precisamente por mangonear desde el Gobierno para ayudarlas descaradamente. Así yo revalorizo hasta las acciones de una fábrica de hombreras o aparatos de fax. En cambio, la expresión “conflicto de interés” dejará de usarse, como “gramófono”, porque no bastará para describir lo de este hombre. Según The New York Times, solo en 2023 sus empresas tuvieron más de 100 contratos con 17 entidades del Gobierno. Echarán a todos los que regulan o controlan algo. Será un milagro si queda alguien en la puerta de Wall Street que te pida el DNI. Creo que con Musk lo único es seguirle la corriente, acompañarle a una de sus naves y que se vaya a vivir a Marte.

He hecho un punto y aparte porque me he dado cuenta de que si algún día me hubieran dicho que estaría haciendo estos chistes de Estados Unidos no me lo habría creído. Solía ser un país serio. Pero es que tampoco habría creído en la vida que iba a estar preocupado por si Rusia nos bombardea, y miren cómo estamos. Lo serio es todo lo demás.


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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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