Libertad: una palabra y 200 significados
El filósofo Isaiah Berlin popularizó la distinción entre la libertad negativa, la ausencia de prohibiciones, y la libertad positiva, que intenta poner los medios para alcanzar nuestros objetivos
¿Qué significa “libertad”? El filósofo Isaiah Berlin (1909-1997) escribía que los historiadores han documentado “al menos 200 sentidos de esta palabra sumamente poderosa y proteica”. Parecen pocos: hay quien la usa para referirse a la democracia, algunos para tuitear lo que les apetezca y otros para poder tomarse unas cañas. Berlin comenzaba con ese dato su Dos conceptos de libertad, un texto en el que el británico nacido en Riga (Letonia) intentaba poner un poco de orden y dejaba estos 200 sentidos en dos grandes ideas, en una distinción que tiene su origen en los primeros pensadores ilustrados y liberales:
La libertad negativa, o la “libertad de”. Esta libertad se refiere a la ausencia de impedimentos, interferencias y control por parte de los demás. Es el área de libertad personal que se debe preservar a toda costa y gracias a la que podemos expresar nuestras ideas, reunirnos con quien queramos y leer los libros que nos apetezcan. Es un bien en sí mismo, pero además también trae consecuencias positivas: una sociedad libre y abierta que estimula el conocimiento y el progreso. Y es el significado de libertad al que se suele agarrar gran parte de la derecha, de Isabel Díaz Ayuso a Javier Milei, pasando por Donald Trump, para defender los recortes de políticas sociales, las bajadas de impuestos y el Estado mínimo.
La libertad positiva, la “libertad para”. Se trata de la libertad para alcanzar nuestras metas y objetivos. En ocasiones no basta con la negativa: si nadie me prohíbe ir a la universidad, pero no puedo pagarme los estudios, ¿de verdad soy “libre” para estudiar? Esta idea de libertad puede llevarnos a fijarnos en cuestiones de justicia y de equidad, y es la que solemos ver en discursos asociados a la socialdemocracia. Sin embargo, en opinión de Berlin presenta riesgos, ya que abre la puerta a que una sociedad autocrática decida por nosotros cuáles son los objetivos que debemos alcanzar. Es una idea que parte de la “voluntad general” de Rousseau y que llega a las dictaduras y totalitarismos de los siglos XX y XXI.
De hecho, cuando Berlin escribe su texto, está preocupado por la Unión Soviética y el bloque comunista, y quiere defender ese ámbito de libertad negativa “frente a la intervención del poder político y del Estado”, explica al teléfono Elena García Guitián, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid. Como añade por videoconferencia Joshua Cherniss, politólogo de la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), en revisiones posteriores del ensayo, Berlin intentó encajar el planteamiento en su concepción del pluralismo: la “libertad de” no puede ser absoluta porque entra en conflicto con otros valores y derechos. La vida en sociedad está marcada por el conflicto y la negociación, y a menudo entran en liza principios como la libertad, la seguridad, la prosperidad, la igualdad… “Las metas humanas son múltiples, no todas son conmensurables y algunas rivalizan perpetuamente entre sí”, escribe Berlin. Es decir, no hay valores supremos y tenemos que buscar soluciones que no serán ideales, pero sí adecuadas y, con suerte, más buenas que malas.
García Guitián cree que esta dicotomía de Berlin entre libertad positiva y negativa se ha visto superada. Pensadores posteriores como la estadounidense Martha Nussbaum (nacida en 1947) y el irlandés Philip Pettit (1945) creen que la libertad es inseparable de la capacidad de desarrollarnos y de las condiciones que la garantizan, como la democracia y el Estado de derecho. A pesar de estas limitaciones, Cherniss considera que la distinción aún es útil porque nos ayuda a pensar en los conflictos entre valores que consideramos importantes.
Aunque sea a la contra: en Sobre la libertad, Timothy Snyder defiende la importancia de la libertad positiva frente a la negativa, que considera insuficiente y a menudo engañosa. La libertad positiva, escribe, nos ayuda a saber qué sociedad queremos y cómo lograrla. Para eso no basta con el mercado y las rebajas de impuestos. Ni las cervezas.
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