Miedo damos nosotros
Los inmigrantes que llegan a nuestras costas son solo fantasmas en un continente que los ve incluso como una amenaza. A ellos, muertos de hambre. Son fantasmas porque aparecen aquí de la nada, no sabemos de dónde salen


¿Por qué paga uno 1.000 euros? No sé, por un viaje a Nueva York, la cena de tu vida. Pero no, imagine que los paga por subir a una barcaza cochambrosa sin piloto que se adentra en el mar en la oscuridad, abarrotada de gente. Debes de tener tus razones para semejante inversión, salir como sea del lugar en el que estás. A las pocas horas, en medio del oleaje, la barca vuelca. Casi todos, y obviamente los bebés, se hunden en el mar. Tienes suerte, consigues agarrarte al bote, helado de frío, con otros seis afortunados. Afortunados por decir algo, solo comparado con los que han muerto, porque pasas tres días así, sin comer, ni beber, a la deriva. Al tercer día, milagro, te salva la guardia costera italiana.
Es una noticia de este miércoles, de las muchas que hay de este tipo, en todo el Mediterráneo, en Canarias. Habían zarpado de Libia. Los siete supervivientes, de 28 que iban a bordo, son todos sirios, de un país en guerra civil desde hace 13 años. Ahora bien, antes han tenido que llegar a Libia. Lo miro en el mapa de Google, de capital a capital, y son 3.000 kilómetros. Andando, 661 horas. Te explica con detalle “aquí gira a la derecha”, o a la izquierda. En coche, 36 horas. Varias fronteras (más papeles, más dinero). Como sea, llegaron allí. En Libia también hay guerra civil, y a muchos extranjeros los tratan como a perros. Violados, torturados, que te roben es lo de menos (aunque necesitas los malditos 1.000 euros para salir de allí, y lo increíble es que los acaban ahorrando).
Estas siete personas ahora están en Italia. No sé cómo se puede volver a empezar después de esto, desnudo, sin nada, pero desde luego lo harán, porque es solo el principio. Solo haber pasado por lo que han pasado les prepara para lo que vendrá, no puede ser peor. Pero lo cierto es que ahora son solo fantasmas en un continente que los ve incluso como una amenaza. A ellos, muertos de hambre. Son fantasmas porque aparecen aquí de la nada, no sabemos de dónde salen, como si no fueran humanos. Ya, de Siria, pero qué demonios pasa en Siria, dónde está exactamente, y además todos tenemos nuestros problemas. Esa nada que nos rodea, no querer saber, es gran parte del problema.
La nada ocupaba esta semana la portada de The Economist. Título: “Sudán. Por qué su catastrófica guerra es el problema del mundo”. ¿Sudán? ¿El problema del mundo? Ya tenemos suficiente con Ucrania y Gaza. Pues parece ser que no es suficiente. Otra guerra civil iniciada en Sudán en abril de 2023 lleva ya 150.000 muertos. No voy ahora a explicar aquí la geopolítica que hay detrás, quién incendia el conflicto. Emiratos Árabes Unidos (influencers que van a Dubái, nos expliquen, por favor), Irán, Rusia… Por ir a lo más visible: las pilas de cadáveres se ven por satélite desde el espacio. Cálculos optimistas anuncian dos millones de muertos de hambre y enfermedad este año, y entre 6 y 10 millones hasta 2027. Optimistas porque se hacen esperando una tregua este año, que las potencias internacionales hagan algo. Si no, será peor. Llegamos al dato que quizá nos interese: se prevé que 10 millones de personas huyan del país. Vamos, lo que haríamos usted y yo. Ahora mismo, el 60% de los acampados en Calais, Francia, que quieren pasar a Reino Unido, son sudaneses. Más fantasmas que no sabemos de dónde salen, que se permiten venir aquí a asustarnos, a darnos miedo, que nos hacen votar a la extrema derecha, desear mano dura con esta gente. Personas desposeídas casi totalmente de su identidad, que nos hacen temer por la nuestra. Qué coñazo con la identidad. Miedo damos nosotros.
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