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Trabajar cansa
Columna
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Cambia tu ‘look’ neofascista en Israel en sencillos pasos

Se habla mucho de que está mal que, por criticar la ofensiva en Gaza, te llamen antisemita, pero mucho menos de que por defenderla pueda parecer que no lo eres

El dirigente de Vox Santiago Abascal visita el pasado mes de diciembre el kibutz Nir Oz
El dirigente de Vox Santiago Abascal visita el pasado mes de diciembre el kibutz Nir Oz tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, en el que perdieron la vida decenas de sus habitantes.@Santi_ABASCAL (TWITTER)
Íñigo Domínguez

Se habla mucho de que está mal que, por criticar a Israel por su ofensiva en Gaza, te llamen antisemita, pero mucho menos de que por defender a Israel pueda parecer que no lo eres. Y es casi peor, sobre todo para los propios judíos, porque se equivocan aún más de enemigo. Vivimos una época de semántica para modelar, donde gana el más lenguaraz y bocazas, y nunca ha sido tan fácil sacarse el certificado de demócrata de toda la vida. Imagine que es usted un viejo fascista, o un neofascista joven, de conocida trayectoria. Bueno, basta que ahora apoye el derecho de Israel a hacer lo que le dé la gana en Gaza y ya está, limpito el historial. Cambias tu look neofascista en Israel como cuando vas a Turquía a ponerte pelo. ¿Creen que es broma? Es lo que están haciendo Le Pen y Zemmour en Francia, Meloni y Salvini en Italia.

En nuestra loca variante ibérica esto se mezcla, cómo no, con el lío catalán, con el concepto de terrorismo calzado en las investigaciones del procés. Es decir, este Gobierno que critica a Israel está con los terroristas de Hamas, igual que con esos temibles terroristas catalanes a los que quiere amnistiar. Y Abascal va corriendo a Israel, después de que Sánchez criticara el bombardeo de población civil, para darles la razón y decir que este tío es un peligro. Esta semana Netanyahu ha acusado a España de “recompensar el terrorismo” por anunciar que reconocerá el estado palestino, frase que le podrían haber escrito aquí en una sesión de control del Congreso normalita. Es un momento de grandes oportunidades para el timo, se están mezclando las etiquetas como estampitas y desgastando las palabras: fascista, comunista, dictadura, terrorismo, antisemitismo, es que ni una croqueta ya sabes lo que es, todo te lo revisitan.

Con este viraje oportunista la extrema derecha europea se sacude su pasado (nazi, fascista, franquista) en una versión 2.0 (nunca he sabido qué demonios significa eso) y busca parecer civilizada. Ese adjetivo no es casual, ven Israel como un bastión de civilización occidental en tierra de bárbaros, esos mismos que luego nos invaden, nos quitan el trabajo y ponen en riesgo nuestras costumbres. Aznar ha dicho esta semana que Israel “tiene que terminar esta operación” para los intereses del mundo libre. La llama operación, ya ven. Este malabarismo histórico ha sido posible porque, por méritos demostrados, para un facha europeo Netanyahu y toda la ultraderecha israelí ya son como de la familia. Como ha escrito David Grossman, en la deriva de su país le repugna “la fusión de la religión con el mesianismo, de la fe con el fanatismo, de lo nacional con lo nacionalista y lo fascista”.

Con todo, en esto de jugar con las palabras aún hay clases. Ya es difícil seguir a Putin. Tras el atentado de Moscú, su teoría es que Ucrania, un país nazi (aunque con un presidente judío que habla ruso), apoyado por un Occidente degenerado dominado por homosexuales, ha enviado terroristas islámicos de Tayikistán, concretamente de un subgrupo de Afganistán extendido por Asia central. Podríamos meter también un platillo volante con unos marcianos con nariz de trompeta y dos delegados del Ku Klux Klan, le veo posibilidades. Sea como fuere, te saca luego sin problemas a unos detenidos inflados a mamporros. Se han filtrado vídeos policiales donde a uno de ellos le cortan la oreja y le obligan a comérsela, y le comentan: “Todavía te queda una”. No digo que no puedan ser los terroristas, digo que pueden haber confesado hasta haber ido en el platillo volante ese. Es evidente lo que Putin quiere decir: yo arreglo las cosas como en una de Tarantino. Esto es de lo poco que tenemos claro, al menos es una referencia. Veáse el término “dictadura”, que aquí oímos cada semana.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.
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