Rodrigo Chaves, el tecnócrata populista que sacude Costa Rica
El presidente que canalizó el enojo hacia las élites recibe ahora críticas por desmantelar el Estado de Bienestar
En octubre de 2019, el entonces presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, sorprendió a todo el país al anunciar a su nuevo ministro de Hacienda. No era una figura de su partido ni de ninguna otra agrupación política, sino un funcionario del Banco Mundial, que en ese momento ostentaba un puesto directivo en Indonesia y Timor Oriental. El centrista Alvarado apostaba por el perfil técnico de Rodrigo Chaves —un doctor en Economía con más de 30 años de experiencia— para sanear las finanzas públicas. Pero Chaves estuvo solo sietes meses en el puesto. Se fue en mayo de 2020 sin pena ni gloria. El desconocido economista terminaba, en apariencia, su incursión en la política.
Dos años después, Alvarado le estaría pasando la simbólica banda presidencial al candidato sorpresa de las elecciones de 2022, su exministro de Hacienda, que inmediatamente después de dejar su puesto se embarcó en una cruzada contra la clase política tradicional y las élites nacionales. Ahora, en su segundo año de gobierno, se enfrena a un aumento de la inseguridad ciudadana al tiempo que recibe críticas por su errática política social en sanidad y educación.
Cuando renunció a la cartera de Hacienda por un desacuerdo con el presidente sobre la reducción de gasto público, Chaves se dedicó durante meses a denunciar la corrupción de la que fue testigo en el ministerio. Fue así como comenzó a ganar seguidores que alababan su estilo directo y envalentonado. El 7 de julio de 2021, el economista oficializó su candidatura a la presidencia para acabar con los males que enfermaban a las instituciones y llevar a Costa Rica hacia la prosperidad. Encontró una agrupación dispuesta a adoptarlo, el Partido Progreso Social Democrático —de línea conservadora—, que nunca había tenido representación en puestos públicos.
Las encuestas nunca situaron a Chaves en los primeros puestos y los analistas aseguraban que la disputa estaba entre los partidos tradicionales. Finalmente obtuvo el 16,7% de los votos y pasó a segunda ronda contra el expresidente José María Figueres Olsen, de centro derecha.
A Chaves le gusta presentarse como un hombre del pueblo, un costarricense como todos los demás. Por eso se refería a sí mismo como “el hijo de una maestra y del guardaespaldas y chófer de Don Pepe”. Su padre trabajó en los años cuarenta y cincuenta para el expresidente José Figueres Ferrer, una de las figuras más importantes de Costa Rica en el siglo XX y padre del exmandatario del mismo nombre al que Chaves se enfrentó en las elecciones. Así es como el economista marcaba la diferencia entre ellos: su contrincante era el heredero de la clase política de siempre, y él, un ciudadano de clase media que se abrió camino en la vida por sus propios méritos.
Proveniente de una familia numerosa que vivía en un barrio de El Carmen, en el corazón de San José, la capital, de joven inició sus estudios en la Universidad de Costa Rica, pero los dejó después de obtener una beca para ir a Estados Unidos a aprender inglés y estudiar en la Universidad Estatal de Ohio, donde se graduó con un doctorado en 1993. De la universidad pasó directamente al Banco Mundial, donde trabajó 27 años.
En su campaña, Chaves hizo hincapié en cómo la Costa Rica en la que creció era una donde las personas como él podían prosperar. El politólogo Gustavo Araya considera que es un caso que comparte muchas características con otros líderes populistas en Latinoamérica. “Rodrigo Chaves logra capitalizar ese enojo contra la clase política como se pudo ver en Brasil con Bolsonaro o en El Salvador con Bukele”, explica por videollamada.
A Chaves tampoco lo detuvo la controversia que surgió durante la campaña electoral cuando La Nación —uno de los periódicos costarricenses más conocidos— divulgó que había sido sancionado en el Banco Mundial en 2019 por acoso sexual a dos subalternas. El economista interpretó esto como una declaración de guerra del periódico, menospreció las acusaciones como “diferencias culturales” y acuñó el término “prensa canalla” para referirse a este y otros medios que se hicieron eco de la sanción y que posteriormente han sido críticos con su Gobierno. Un término que, además, los seguidores del presidente repiten como un mantra.
Como presidente, los ataques de Chaves a la prensa no han cesado. Tanto es así que Costa Rica —un país tradicionalmente considerado un espacio seguro para ejercer el periodismo— descendió 15 puestos en el ranking de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, pasando del puesto 8º al 23º en un año.
Tras año y tres meses de gobierno, la mayor fortaleza de Chaves es su alto porcentaje de aprobación, que ronda el 60% y es uno de los más altos del continente. Su discurso agresivo y chabacano sale a relucir en las conferencias de prensa que da desde Casa Presidencial, la sede del Gobierno en San José. Para el politólogo Gustavo Araya, estas conferencias son una manifestación de su “discurso de odio”: “Usa el lenguaje irónico para montar todo un espectáculo cada miércoles y tener, al igual que otros populistas en América Latina, espacios de control para la emisión de la verdad”.
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