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Trabajar cansa
Columna
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Hacer lo que sea por el poder, nivel usuario

Sánchez es capaz de todo para mantenerse en el Gobierno, como el PP es capaz de todo por quitárselo. Siempre será así, y es normal, basta no saltarse la ley (cosas como usar la policía para fabricar bulos contra tus adversarios o evitar que investiguen a tu partido)

Maria Guardiola Extremadura
La presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, el pasado 28 de mayo.Jero Morales (EFE)
Íñigo Domínguez

Fliparían como yo al ver a la líder del PP en Extremadura, María Guardiola, decir cuatro cosas bien dichas a Vox, para luego recular y juzgarles “imprescindibles”. ¿Qué pasó? En un encuentro de pasillos, Esperanza Aguirre le hizo notar el cabreo de la militancia: “¿Pero tú sales a la calle?”. Y Guardiola respondió: “La calle está bien, el problema son las redes”. Yo creo que esta frase resume todo lo que nos pasa. Cualquiera expuesto públicamente que mire las redes acaba medio loco. Crearían inseguridad al mismísimo Darth Vader, que empezaría a dudar de cuál es el lado bueno de la fuerza, si el oscuro o el otro. Dudaría hasta de si el negro le favorece. Guardiola notó rápido que empezaban a enfilarla, leería artículos talibanes enfurecidos y ya se vio en la trituradora. Sabe cómo funcionan los suyos cuando se ponen. Quizá hasta comprendió entonces a Pedro Sánchez. Debe de acojonar más salirse del guion en la derecha que en la izquierda. Si algo es imperioso, se hace lo que sea, como tragarte tus palabras.

Es curioso, pues la crítica esencial al presidente del Gobierno es precisamente esa: es capaz de lo que sea con tal de mantenerse en el poder. Lo hacen todos los políticos, pero si lo hace el otro es más grave. Hemos oído ya ejemplos de Sánchez, así que fijémonos en el PP: esta semana ha cerrado el círculo de un caso redondo, aunque para saber la verdad ha pasado año y medio. Veamos. Febrero de 2022, se vota la reforma laboral. Fue un circo de incoherencias. Partidos que solían apoyar al Gobierno querían apretarle por cosas suyas (repito que siempre es así) y lo de menos era la reforma en sí, que fuera útil a la gente. Estaban en contra PNV y Junts, además de Bildu, ERC, BNG, CUP, todos tan de izquierdas que aquello les parecía una mierda y preferían el suicidio colectivo (un clásico), o simular preferirlo sabiendo que de todos modos la reforma salía. Lo cierto es que al PSOE las cuentas le salían por un pelo, gracias a dos diputados de UPN. Pero en realidad se habían confabulado con el PP para votar en contra y dar la sorpresa. Sin embargo el famoso Alberto Casero se equivocó al votar y la reforma se aprobó. El PP votó con los enemigos de España. El Gobierno sacó de milagro una ley decisiva para que miles de ciudadanos tengan por fin un contrato indefinido. Pudo no salir, quizá habría caído el Gobierno. La historia pudo ser distinta. Porque el que cayó fue Pablo Casado, ¿lo recuerdan? Esta chapuza disparó la guerra interna y en veinte días su partido se lo cargó. Tras una frase de Casado justo sobre eso de hacer lo que sea a cualquier precio (nunca mejor dicho): “La cuestión es si cuando morían 700 personas al día se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros”. Por cierto, a la gente le dio igual: Díaz Ayuso arrasó en Madrid. A Casado le sucedió Alberto Núñez Feijóo (veremos lo que dura si pierde las elecciones), que el jueves dijo que la reforma laboral le parece buena. ¿Y entonces por qué el PP no la apoyó? Supongo que la prioridad era derribar a Sánchez. Él hace lo que sea por seguir en el poder y ellos por quitárselo. Siempre será así, y normal, basta no saltarse la ley (cosas como usar la policía para fabricar bulos contra tus adversarios o evitar que investiguen a tu partido). Ciudadanos, que hizo posible la reforma, ya no existe. La coherencia es realmente una cosa difícil. El único coherente aquel día lo fue por error, el ínclito diputado Casero. También es extremeño, esa tierra es un vivero de guías morales para el partido.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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