Svenja Flasspöhler, filósofa. “Decir ‘no’ es un signo de autonomía. Pero puede ser más fuerte decir ‘te deseo”
La pensadora alemana le ha sacado peros al MeToo y a la izquierda ‘woke’. Dice que si las mujeres dan con su poder sexual, el miedo hacia ellas se volverá deseo
Svenja Flasspöhler, filósofa, siente inclinación por la controversia. Dedicó su tesis a estudiar la obra con tintes pornográficos del Marqués de Sade, donde afirmaba que, dado que Dios no existe, la única fuerza a la que los humanos podíamos aferrarnos era a la de nuestra propia estimulación sexual. Ella quiso analizar los vínculos entre esta idea y el sujeto moderno. En 2019 publicó La potencia femenina (Taurus), en el que criticaba algunas posturas del movimiento MeToo y abogaba por una feminidad activa, rechazando la mirada de la mujer como víctima. Y en marzo editó Sensible (Herder), en el que habla sobre la progresiva sensibilización social e individual y el límite de lo tolerable. La entrevista tiene lugar en un café de Berlín. Es una mujer potente y cercana de mirada turbadora. Teme ser malinterpretada. Las críticas, cuando las considera injustas, le hieren.
PREGUNTA. Usted dice que el sujeto moderno espera protección del Estado, de los demás, pero que a la vez no espera nada de sí mismo.
RESPUESTA. Veo una tendencia entre algunos a acusar y a pedir protección al Estado, pero ellos mismos no hacen autocrítica. Muchas mujeres no se paran a analizar que históricamente siempre se ha exigido que las mujeres seamos consentidoras, y que a resultas de esto algunas no muestran su deseo sexual o, en algunos casos, no saben negarse. En el MeToo falta este tipo de autorreflexión. Debemos meditar para empoderarnos a nosotras mismas y a nuestro género.
P. Escribe que la resiliencia es hermana de la sensibilidad.
R. Primero tengo que explicar lo que entiendo por resiliencia. Para mí, es una fuerza sensible y flexible que percibe lo que ocurre dentro y fuera, pero que tampoco se doblega ante la presión externa. Una mujer resiliente no se comportará pasiva y complaciente en el bar de un hotel si un hombre muestra interés sexual en ella. Tampoco rechazará las insinuaciones por principio ni obedecerá al antiquísimo cliché de la mujer burguesa que tiene que decir que no, ya propagado por Rousseau. Ella tiene una relación con su propio deseo.
P. O ser quien manifieste interés en el hombre, dado el caso.
R. Por supuesto. Esa es una de las cosas que me resultan más problemáticas del MeToo. No se abre la puerta a la posibilidad de que sea la propia mujer quien desee al hombre. Se concibe al hombre como el perpetrador, las mujeres son las víctimas. Y ya. Es como si la mujer siempre tuviera que decir que no. Decir ‘no’ es un signo de autonomía. Pero puede ser más fuerte decir ‘te deseo’. Para mí el MeToo no es una fuerza emancipadora, sino un peldaño en esa dirección.
P. Insiste en la responsabilidad que tenemos sobre nuestras vidas.
R. Cuando entiendes quién eres y cómo llegaste ahí, crece tu autonomía. Hay gente que culpa a las estructuras de la sociedad, pero olvidan nuestro poder individual. Yo viví en una familia compleja, mi madre nos abandonó por vivir con otro hombre. No fue fácil. Necesité psicoanalisis, fue mi forma de liberarme, de encontrar mi individualidad.
P. Usted llegó a desear que su madre sufriera por haberla abandonado. ¿Cómo logró perdonarla? Escribió un libro sobre ello: Verzeihen: Vom Umgang mit Schuld (Perdón: lidiar con la culpa, sin traducir al español).
R. Mi madre se divorció tres veces, tuvo amantes, tenía mucho deseo sexual, fue mucho más libre que muchas otras mujeres, pero no era responsable. Cuando vi que mis sentimientos hacia ella empezaban a cambiar y me vi un poco más cercana a ella, lo que me pregunté fue: ¿puedo llegar a entenderla?
P. Para poder ayudar a alguien, ¿hay que entender lo que siente?
R. La izquierda woke afirma que solo si un asunto te concierne puedes hablar sobre él. Sin embargo, los psicoanalistas no están concernidos por lo que afecta a sus pacientes y están mejor situados para ayudarlos. Es importante oír a la gente concernida, pero se necesita la perspectiva de la gente a la que el asunto no le afecta. Ojo: no me refiero a los perpetradores.
P. Al empatizar, a veces adoptamos tanto la perspectiva del otro que usted cree perdemos la perspectiva.
R. Nietzsche afirmó que cuando alguien es demasiado empático se pierde a sí mismo. El filósofo alemán Max Scheler dijo que cuando hablamos de empatía nos referimos a una especie de contagio emocional y que eso no es empatía, sino que estaríamos conmoviéndonos con los sentimientos del otro de una forma casi refleja. Y así, lo que consideramos empatía a veces puede convertirse en una agresiva agitación de masas.
P. Dice que deberíamos converitir en gozo el miedo de los hombres hacia la mujer.
R. Si analizamos el discurso de Freud, el miedo del hombre a la castración está ligado a la idea de que las mujeres carecen de pene. De esta forma, impotente y sin deseo, la mujer era —según Freud— una amenaza andante que había que quitar de en medio. Pero podemos elaborar un concepto distinto de qué es una mujer, uno en el que la mujer sea ella misma deseante y posea potencia. Entonces será posible que los hombres pierdan ese temor y reconozcan a ese alter ego femenino. De esta forma cambiaríamos miedo por deseo y gozo.
P. La cultura de la cancelación ha llegado a Europa. ¿Cómo deberíamos gestionar este tema?
R. Las instituciones están demasiado pendientes de las redes y del ambiente en la sociedad. Si ven que se puede avecinar una crisis reputacional, directamente cancelan la conferencia o lo que se tercie. Deberían superar ese miedo y ser resilientes. Si tienes miedo, solo te oprimes más y más.
P. ¿En qué momento diría que estamos como sociedad?
R. En uno de lucha. Se oyen muchas voces que reclaman derechos, su parte del pastel. En La democracia en América, Alexis de Tocqueville dijo que cuanto más igualitarias sean las sociedades, más sensibles se volverán hacia los privilegios existentes. Los conflictos que vemos hoy en día en todos lados son una señal de progreso; son necesarios.
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