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Trabajar cansa
Columna
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El gran camelo del reemplazo

Se supone que hay una gran conspiración para que, con la inmigración, el feminismo y los progres, el hombre blanco sea sustituido a gran escala. Vamos, lo lógico

Elon Musk en la Gala Met el pasado 2 de mayo, en Nueva York.
Elon Musk en la Gala Met el pasado 2 de mayo, en Nueva York.Noam Galai (GC Images)
Íñigo Domínguez

Imagínese que es usted Gerhard Schröder, el canciller alemán antes de Merkel. Ha cobrado hasta ahora 600.000 euros al año por ser consejero de la petrolera rusa Rosneft. Si después de saber esto le cuesta menos imaginarse que es Gerhard Schröder vamos bien. Ahora pasemos por alto que entró usted en esta compañía nada más dejar su cargo y tras aprobar un grandioso gasoducto de Rusia. Ya da igual, pero plantéese qué haría si Rusia invade Ucrania. Me dirá que de algo tiene que vivir, y entonces yo le puedo recordar que ya cobra usted 8.300 euros al mes por ser quien es. ¿Se arreglaría usted con eso? Lo firma uno donde sea. Pues al auténtico Schröder le ha costado casi tres meses de guerra dejarlo, no había quien se lo quitara.

No le voy a pedir ya que se ponga en el lugar de los magnates Elon Musk (Tesla), Jeff Bezos (Amazon) o Mark Zuckerberg (Facebook), porque lo que voy a decir le volaría la cabeza, y para uno que me lee no lo puedo perder por el camino. Ellos y otros 23 multimillonarios de Estados Unidos ganaron 500.000 millones de dólares entre 2013 y 2018, pero solo pagaron de impuestos, de media, un 4,8%. Decir esto en plena campaña de la renta es una crueldad, lo sé. Si le parece absurdo debe saber que al presidente de Estados Unidos también se lo parece. Joe Biden ha dicho: “Un bombero y un maestro pagan más del doble de tasa impositiva que un multimillonario, y eso no es justo”. Por eso propone un impuesto para que quien gane más de 100 millones de dólares pague un 20% sobre sus ingresos. No saldrá adelante porque eso solo pasa en las películas, y porque estos millonarios están indignados y harán de todo para pararlo. Lo curioso es que siendo ellos tan poquitos y los demás, muchísimos más, no podamos quitarles algo de lo que tienen.

Lo siguiente que, por lo visto, debemos pensar es que en realidad quien nos quiere quitar lo que tenemos, y hasta el sitio, es un pobre o un inmigrante. Gente a la que uno comprende perfectamente si se pone en su lugar, porque uno haría lo mismo, buscar donde puedes vivir y comer, y trabajar en lo que nadie quiere. Pero no, lo que quieren es borrarnos de la faz de la tierra y llegar a la Moncloa, a la Casa Blanca, al Elíseo, a la Puerta del Sol. Esto se le ha ocurrido a un señor que vive en un castillo en Francia, la teoría del Gran Reemplazo. Se supone que hay una gran conspiración para que, con la inmigración, el feminismo y los progres, el hombre blanco sea sustituido a gran escala. Vamos, lo lógico. Así en Estados Unidos a veces, como en 2019 en El Paso o el otro día en Búfalo, un tipo coge un rifle y se pone a cargarse gente de otra raza. En Europa también hay partidos que juegan con estas tonterías, como Vox, y aquí al menos no venden armas en el quiosco, pero son cosas que ya te sueltan en el bar.

Como todo lo majara lo copiamos de Estados Unidos estoy muy atento a la última tendencia supremacista: broncearse los testículos. No se rían. La virilidad del hombre blanco está en peligro, nos estamos amariconando, y ha surgido esta moda delirante, espoleada por el más popular locutor televisivo de ultraderecha, Tucker Carlson. Es intrigante que haya coincidido con el auge del blanqueamiento anal, dos fenómenos contra natural total, que para un creyente deberían escapar al diseño divino. Es muy importante no confundirse, y no blanquearse por delante y broncearse por detrás, porque si te pilla el Ku Klux Klan en un control te toma por un traidor a la causa y te cuelga. Ojalá Dios o el diablo les confunda. Con la empanada que tienen hay esperanzas.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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