Por roja
Qué tristeza estas dos Españas ignorantes la una de la otra, incomunicadas, que ni se leen, ni se escuchan ni se soportan
Hay un desdén muy español por el que piensa distinto que está muy lejos de la elegancia, es esencialmente tribal y troglodita, y alcanza sus momentos más logrados precisamente en los últimos momentos: ningunear al difunto. Donde haces la putadita final, que se la tenías guardada, y el otro ya no puede contestar, y dices la última palabra. El último caso es el de Almudena Grandes, ese desaire póstumo institucional de las autoridades de derecha, que ni van al funeral. Pero lo hemos visto antes, en ambos bandos.
¿Por qué hacemos estas cosas? En este caso no sé si es simplemente por roja o es que creen que no es tan buena, aunque no la hayan leído, porque seguro que la han hecho pasar por buena, solo por ser roja. Razonamientos de este tipo. Alguien que es muy importante para unos es infumable para los otros. Y si tú me quitas la calle de la División Azul yo te quito la de Gloria Fuertes (como si fuera lo mismo, pero debe de fastidiar igual). Qué tristeza estas dos Españas ignorantes la una de la otra, incomunicadas, que ni se leen, ni se escuchan ni se soportan.
Lo peor es que temo que la izquierda se lo habrá apuntado para la próxima, y devolvérsela. Porque, dicho esto, también está esa ansia de que el otro “se retrate”. No me digan que en la izquierda, conociendo como conocen a esta derecha, no se podían imaginar cuál iba a ser su respuesta en Madrid al sugerir nombrarla hija adoptiva y cosas así. Nunca se pierde la oportunidad de una pelea. Yo creo que unos podían no haberlo propuesto tan rápido, hablarlo antes, y también los otros, una vez que se lo habían planteado, pues lo podían haber aceptado, por pura cortesía. Qué bien hubiera quedado la derecha en Madrid. Pero el punto diabólico es que en su mundo se habría visto como una rendición o una traición. Ya es difícil cruzar líneas por una simple cuestión de calidez humana, se te echan encima. La derecha está muy pendiente del qué dirán, no la gente, sino sus troles. Al margen de nombres franquistas, en estas iniciativas se podría aplicar una máxima de patio de colegio: si le fastidia al otro, no lo hagas; si le hace ilusión, déjale.
Hubo un tiempo, ya no sé si lo he soñado, en que juraría que el Abc Cultural dedicaba páginas a la figura de Mao como poeta. En otras latitudes hay otro sentido del decoro: yo he visto en Roma a un histórico dirigente comunista asistir a la canonización de Escrivá de Balaguer. Aunque supongo que hay cosas que solo puedes ver en Italia. Allí todo desciende al nivel humano, lo demás es farsa, y eso que es un país drogado de política. Aquí siempre nos movemos en la categoría, somos un país drogado de prejuicios, parece del guionista del Antiguo Testamento. España, que pasa por país simpático, es en ese sentido un país descorazonador.
El tiempo, en cualquier caso, colocará a todos en su sitio. Somerset Maugham fue uno de los escritores más famosos y ricos del siglo XX, y hoy está bastante olvidado. Tiene una frase sobre nosotros que llama la atención. Se quejaba, en nuestros autores clásicos, del “constante empleo de cuerdas reflexiones que son la maldición de la literatura española y en cuyo abuso cayó incluso Cervantes”. Es curioso, porque si algo fascina, se disfruta, se paladea en Cervantes ese despliegue abrumador de sentido común, esas cuerdas reflexiones, un espectáculo que al español le parece sublime, de sabiduría perdida y conciliadora. Supongo que por eso nos gusta tanto, nos lo tomamos como una obra cumbre de la ficción, algo que nunca hemos visto en la vida real, casi del género fantástico.
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