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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Moxie Marlinspike, el ‘hacker’ que desafía a Whatsapp

Exempleado de Twitter, anarquista, es el creador de Signal, un sistema de mensajería alternativo

Enrique Alpañés
Moxie Marlinspike, por Luis Grañena.
Moxie Marlinspike, por Luis Grañena.

Según el mito fundacional de Silicon Valley, las historias de éxito empiezan en un garaje. La de Moxie Marlinspike comienza en un barco, en medio de una tormenta. Era marzo de 2012, estaba a punto de anochecer en San Francisco cuando decidió salir a navegar. Fue una mala idea. Tan pronto como llegó a mar abierto, una ráfaga de viento golpeó la embarcación, alejándola de la costa y zarandeándola hasta hacerla volcar. Marlinspike cayó a un mar bravo y cada vez más negro. “Había oído historias sobre personas que se ahogan en la bahía”, contaría después. “Siempre me había preguntado cómo se acababa en esa situación”. El agua no superaba los 10 grados y a Marlinspike la vista se le empezaba a nublar. Una embarcación lo vio. No solo le salvó la vida, también se la cambió.

“Hay una tensión entre cómo funciona el mundo y los sentimientos que genera una experiencia cercana a la muerte”, reconoció en una entrevista en la revista The New Yorker en octubre. Esa tensión acabó por explotar menos de un año después del incidente. Marlinspike dimitió como jefe de seguridad de producto de Twitter, renunciando a cerca de un millón de dólares en acciones, creó una organización sin fines de lucro, Open Whisper Systems, y retomó los proyectos de encriptación de código abierto que abandonó al entrar en Twitter. Fueron los primeros pasos para crear Signal, el servicio de mensajería cifrada de extremo a extremo, que vio la luz en 2014.

Moxie Marlinspike es el director ejecutivo de Signal. También es anarquista, hacker, carpintero, autoestopista y (no muy buen) patrón de barcos. No encaja en el perfil de Silicon Valley y eso se nota a simple vista. Es alto y desgarbado. De su melena desharrapada cuelgan unas cuantas rastas, pesadas como cabos de barco. Tan críptico como cabría esperar de un criptógrafo, se puede trazar su biografía solo por aproximación. Nació en algún lugar de Georgia (EE UU) y ronda la treintena. Moxie es un apodo. Pocos conocen su verdadero nombre.

Para entenderlo, uno tiene que analizar su carrera. “Tyler Durden se equivocaba, tu trabajo te define”, proclama en su blog respecto a una de las máximas del protagonista antisistema de El club de la lucha. “El contexto de tu vida define cómo piensas y un trabajo tiende a dominar ese contexto. Tu trabajo te cambiará”. Signal ha cambiado a Marlinspike, pero su intención es que este acabe cambiando el mundo. Empezó a trabajar en encriptación en el apogeo de la Primavera Árabe. Quería crear un sistema de mensajería que no pudiera ser intervenido por la autoridad. Desde su nacimiento, la aplicación ha estado vinculada con movimientos de protesta, del Black Lives Matter a las manifestaciones de Hong Kong.

Signal tiene una gran implantación entre hackers y activistas, pero su uso empieza a ser transversal. A principios de 2021, con el anuncio de cambios en la política de privacidad de WhatsApp (propiedad de Facebook), crecieron de forma espectacular las descargas en el mundo de Signal y Telegram —que pone énfasis en la privacidad y es popular, por ejemplo, en las desaparecidas repúblicas soviéticas—. Hoy a través de Signal se comunican sindicalistas, periodistas, camellos… Y muchos funcionarios. En mayo, la Comisión Europea pidió a sus empleados que limiten la comunicación mediante WhatsApp y utilicen Signal. Y los políticos se están pasando a una aplicación creada para evitar su vigilancia.

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De entre los usuarios de Signal, quizá el más simbólico es Edward Snowden, el antiguo analista de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense. Conoció a Marlinspike en 2015 en Moscú. Snowden lo describió como “fenomenalmente interesante”, “tremendamente divertido” y una “figura salvaje, casi literaria”. Este respondió diciendo que lo importante es que los usuarios confíen en su software, no en él.

Signal está cifrado de extremo a extremo. Cuando envías un mensaje, este entra en un túnel y su contenido solo puede ser visto cuando sale al otro extremo. Si alguien intentara echar un vistazo por alguna grieta, vería un montón de dígitos sin sentido. Este tipo de protocolo ya existía antes de Signal, pero el usuario tenía que cortar y pegar un montón de códigos antes de enviar cada mensaje. No era muy práctico. “Signal demostró que esto es posible de manera elegante y eficiente”, explica Carmela Troncoso, especialista en privacidad de la Escuela Politécnica Federal de Lausana. Signal, a ojos del usuario, se parece a WhatsApp y ese es uno de sus grandes logros. El mayor ha sido que WhatsApp quiera parecerse a él. Entre 2014 y 2016, Marlinspike trabajó en la implementación de su protocolo en WhatsApp, Facebook y Google. Millones de usuarios usan hoy su sistema de encriptación.

Esto no significa que todas estas empresas tengan el mismo respeto por la privacidad del usuario. “Todos los mensajes en WhatsApp están encriptados, pero Facebook puede, de forma voluntaria o a petición de un gobierno, apagarlo para ciertos usuarios o ciertas zonas. Y no podemos saber cuándo lo hace”, explica Jan Penfrat, asesor político de la red de activistas online European Digital Rights. Signal, en cambio, es una organización sin fines de lucro que se financia con donaciones. “Su misión es hacer que el cifrado sea ubicuo, no un éxito comercial”, suele decir Marlinspike. La misión, por ahora, marcha viento en popa y sin tormentas a la vista.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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