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Columna
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Ser indultado es lo más español que hay

En el debate se ha eludido mencionar que los independentistas cumplen el principal requisito para dárselo: ser unos enchufados y parte del sistema

El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, llega al Palacio de la Generalitat para la toma de posesión de Pere Aragonès como presidente, este 24 de mayo.
El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, llega al Palacio de la Generalitat para la toma de posesión de Pere Aragonès como presidente, este 24 de mayo.Marc Brugat (EUROPA PRESS)
Íñigo Domínguez

En agosto de 1994 el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, inauguró un parador y anunció que indultaba al jubilado Amador Ruiz y su hijo Miguel, multados con un millón de pesetas por matar un lagarto protegido por la ley. Lo hicieron para comérselo, porque tenían hambre. Amador no sabía leer, cuando llegó la multa la leyó su hijo y casi les da algo. Entonces —decía la crónica de EL PAÍS— pensó en recurrir al cura del pueblo, “porque agarrarse a ello siempre da buenos resultados”. Movieron Roma con Santiago y al final les perdonaron. Qué historia tan bonita. Ah, ojalá siempre estuviera tan claro.

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Con lo de los indultos, en realidad, todos lo tienen clarísimo, como siempre, pero se ha eludido mencionar que los independentistas cumplen el principal requisito para dárselo: ser unos enchufados y parte del sistema. Esto el señor Amador lo había entendido perfectamente. Miren la lista histórica de indultados. Los motivos de cada momento dan igual, todos sabíamos la auténtica razón: estar por encima de nosotros, resto de mortales. Golpistas del 23-F, Barrionuevo, Vera, los de Filesa, el juez Gómez de Liaño, un alto cargo de la Generalitat, un gerifalte del Santander… ¿Cómo no van a indultarlos con los contactos que deben de tener? Eso pensábamos todos. Y los independentistas no son menos: de ellos depende el Gobierno de España. Si eso no es estar en el sistema que baje Dios y lo vea. Pero no es de ahora. Jordi Amat cuenta maravillosamente en El hijo del chófer cómo a Jordi Pujol ya le habían trincado en 1980, pero se ganó una vida extra para seguir 40 años más, por el bien del país. Eso sí que es un indulto y lo demás son tonterías. Lo más español que hay es ser indultado. Por eso les fastidia tanto.

En realidad el indulto importante no es este, sino el siguiente. Me explico. Ya sé que dicen que lo volverán a hacer, pero bueno, si es así, peor para ellos, volverán al trullo de cabeza y no les darán otro indulto ni de coña. Lo importante es la certeza de que les arrestarán o tendrán que huir del país y morirse de aburrimiento en Bélgica, aguantando las chapas de Puigdemont. Imaginen esas cenas, pueden ser una condena aún más cruel. Pero es mucho peor para Pere Aragonès y demás familia: saben que si la vuelven a armar ya se pueden despedir del indulto. No se puede vivir exigiendo que contigo se haga una excepción, porque eres excepcional. En resumen, el comodín del indulto solo se puede usar una sola vez. Por eso cuanto antes se use, mejor para todos. Aprendida la lección. Ya hemos tenido bastante con este lío, probemos otra cosa.

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Además es una decisión que a Pedro Sánchez no le va a hacer ganar ni un solo voto. Es más, los perderá. Es anómala en su naturaleza. Ya, me dirán, qué ingenuo, lo hace para sobrevivir y luego ya se le ocurrirá algo, porque es un tipejo sin escrúpulos y bla bla bla. Solo habría una manera de que le sirviera para ganar votos: que al final resultara que el indulto fuera útil, una buena decisión. Y entonces ¿cuál es el problema? Ese es el problema de la derecha, supongo. Las razones de la derecha son de orden temperamental: merecen un escarmiento, si no esto es la casa de tócame Roque, cualquiera se puede pasar la ley por el forro… Pero es que lo mismo se podía decir de todos los otros indultos, y no he visto que la gente atracara bancos al día siguiente de que dejaran en libertad a Barrionuevo. La gente asume que la política tiene esas cosas. Yo creo que a veces nos sobrevaloran.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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