Charles Saumarez Smith: “Si haces dinero, te ven como un representante del capitalismo malvado”
El historiador del arte británico y exdirector de la Royal Academy of Arts y de la National Gallery, trata en su nuevo libro de la llegada de la experiencia individual a los museos
Los museos del Reino Unido abrirán sus puertas un mes después que las tiendas y las terrazas de los bares. La lucha contra la pandemia ha establecido prioridades claras. Las medidas de distanciamiento social, estrecheces en la financiación o un turismo internacional incierto obligan a las instituciones culturales de todo el mundo a reinventarse o languidecer. Charles Saumarez Smith (Redlynch, Reino Unido, 66 años) mantiene la fe en que estos templos de la cultura seguirán siendo una necesidad humana. Director sucesivamente de la National Portrait Gallery, de la National Gallery o de la Royal Academy of Arts, tres tótems sagrados, ha dedicado su último libro, The Art Museum in Modern Times (El museo de arte en los tiempos modernos, no publicado aún en español), a analizar con detalle la historia de más de 40 museos surgidos a partir de la II Guerra Mundial en todo el mundo. Una excusa, en realidad, para reflexionar sobre la relación entre contingente y contenido; el salto desde el concepto clásico que presentaba una narrativa ordenada y didáctica de las colecciones expuestas a la primacía de la experiencia individual del visitante al contemplar la obra.
PREGUNTA. La pandemia estalló cuando escribía su libro, pero la idea de que los museos estaban amenazados ya la tenía en la cabeza.
RESPUESTA. Y señalaba tres líneas claras de ataque. En primer lugar, el cuestionamiento cada vez más intenso de la procedencia del dinero que los financia; en segundo, el debate creciente sobre la restitución de obras de arte a sus países de origen. Y finalmente, una revisión de lo que ha sido el canon occidental, junto con movimientos sociales de gran ímpetu como el Black Lives Matter o una nueva mirada al pasado colonialista.
P. La financiación es un asunto más propio de Reino Unido o EE UU, ¿no?
R. No tiene la misma incidencia en Alemania, Francia o España, donde los museos están bajo la responsabilidad del Gobierno nacional o local. Pero en el mundo anglosajón, el que yo más conozco, esa cultura de las grandes fortunas, que en algún modo es una cultura patricia moderna, está siendo sometida a ataque y está contaminando la actitud de muchas personas hacia estas grandes instituciones. Gracias a internet, puedes obtener muchísima información de cualquier persona. Siempre encontrarás algo que alguna de sus empresas ha podido hacer con lo que no estés de acuerdo. Bien porque hayan invertido en combustibles fósiles o porque tengan algún tipo de conexión con Rusia. Observé que este juicio moral sobre la procedencia del dinero había pasado de ser demasiado liberal, acomodaticio, no cuestionado, al extremo opuesto. A partir de ahora, si has conseguido hacer dinero, te conviertes en un representante del capitalismo malvado.
P. ¿No exagera?
R. No querría aportar una visión demasiado negativa sobre los cambios que estamos experimentando. Muchos de ellos los considero necesarios, y los respaldo. Pero la gente todavía quiere ver la Acrópolis. El modo en que se presentan hoy las exposiciones se ha vuelto mucho más estrecho y convencional. Este año lo dedicamos a Rafael, el siguiente a Leonardo y el próximo a Monet. No parece que el gusto del público haya cambiado demasiado. La gente sigue viajando a París, Londres, Roma o Madrid.
P. Lo que usted plantea es que las instituciones hagan un esfuerzo por entender la realidad que les rodea.
R. Hace un año observamos este sentimiento extendido de ansiedad y de culpabilidad, fruto de la cantidad de rabia que existe entre la comunidad negra aquí o en Estados Unidos. Y respondía a la idea de que se sentían invisibilizados. Cuando estaba al frente de la Royal Academy of Arts era consciente de que la representación expuesta necesitaba, primero, un cierto reequilibrio de género y, más tarde, un reequilibrio étnico. Es algo que seguirá cambiando. Puede comprobarse con los artistas que se exhiben. Hace poco han recuperado la obra de un fotógrafo jamaicano que retrató a la comunidad afrocaribeña del Londres de los años setenta. Nadie le hizo caso y acabó montando un restaurante. Ahora, debajo de su cama han descubierto esas fotografías fascinantes. En realidad, el canon nunca está tan fijado como creemos que está, y en el momento en que se toma la decisión de alterarlo cambia con rapidez.
P. ¿Diría lo mismo del feminismo?
R. Me interesa mucho cómo va a ser la nueva Galería Nacional de Retratos, que se halla en proceso de renovación. Abrirá en 2023. Cuando yo estaba al frente, teníamos claro que su propósito era celebrar los logros comerciales e industriales de Gran Bretaña. Un 90% de los retratos eran hombres y solo un 10% mujeres. Durante los años noventa ya intentamos corregir ese desequilibrio añadiendo más obras de mujeres, echando mano incluso de la fotografía para incrementar su presencia. Hicimos lo que pudimos, pero la realidad ineludible es que la Inglaterra victoriana era predominantemente masculina. Puedes hacer un esfuerzo por mostrar mayor variedad de género o étnica, por resaltar a quienes lograron destacar, pero hay un límite natural a ese esfuerzo. Todo irá cambiando. El feminismo ya se ha incorporado de modo natural a la narrativa. Poco a poco se normalizará el modo de representar el arte, pero no puedes revertir la realidad.
P. ¿Veremos la devolución de las obras a sus dueños originales?
R. Nadie ha discutido la devolución de las obras requisadas por los nazis. Se estableció una comisión para determinar las piezas que debían ser devueltas a sus propietarios originales, y los museos implicados comprendieron la fuerza histórica que había detrás y colaboraron. Era lo correcto. Posiblemente estemos alcanzado un punto de inflexión. El caso de los Bronces de Benín ha sido muy influyente. Francia, Alemania o Escocia ya se han comprometido a devolver las piezas a Nigeria. El Museo Británico ha comenzado a diseñar préstamos a largo plazo con Nigeria. Prefiero esta vía de colaboración, pero intuyo que cada vez está más cercana la devolución.
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