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Wolfram Eilenberger: “La Iglesia católica no quiere que la filosofía forme parte del currículo académico”

El escritor alemán, autor del exitoso ‘Tiempo de magos’, profundiza en su nuevo libro en el valor de la obra de Hannah Arendt, Simone de Beauvoir, Simone Weil y Ayn Rand

Elena G. Sevillano
Wolfram Eilenberger, en Berlín el pasado 2 de abril.
Wolfram Eilenberger, en Berlín el pasado 2 de abril.Patricia Sevilla Ciordia

“Pienso en la filosofía como en un arte de la vida”, proclama el filósofo, publicista y editor Wolfram Eilenberger (Friburgo, Alemania, 48 años), que defiende que las reflexiones sobre las grandes cuestiones existenciales deben aplicarse en el día a día cotidiano. Es lo que hicieron las pensadoras Simone Weil, Simone de Beauvoir, Hannah Arendt y Ayn Rand en los años treinta, cuando el auge del totalitarismo recorrió Europa. Las cuatro protagonizan su nuevo ensayo, El fuego de la libertad (Taurus), que aborda la compleja dialéctica entre el individuo y la sociedad en momentos de crisis. Eilenberger, que compagina la filosofía con el columnismo deportivo, repite la fórmula de su exitoso ensayo anterior, Tiempo de magos, que entrelazaba la vida y obra de los pensadores Benjamin, Heidegger, Wittgenstein y Cassirer en los años veinte. Ahora se centra en “filósofos que eran mujeres, no mujeres filósofas, que no es lo mismo”, dice durante la entrevista, que el frío y el viento de principios de abril en Berlín obligan a hacer a cubierto, con distancia y ventanas abiertas. Su respuesta a la zozobra fue “estar enteramente en el presente. O, en otras palabras, filosofar”. Los ecos de aquellas reflexiones en años convulsos resuenan en nuestros tiempos de proliferación de populismos, dilemas identitarios, banalización de la política y crisis sanitarias mundiales.

PREGUNTA. ¿Por qué eligió a esas cuatro pensadoras?

RESPUESTA. Me interesan los filósofos que no solo proclaman sus ideas, sino que las encarnan, que hacen de la filosofía el motor de su vida. Pienso en la filosofía como en un arte de la vida. En tiempos de crisis, estamos forzados a entender lo que la filosofía puede hacer por nuestras vidas. Sus biografías están muy influidas por la guerra y el totalitarismo. Pero lo más importante es que pensaban sobre el mismo problema: ¿cuál es mi relación con otros seres humanos? Están entre las más interesantes, subestimadas y casi olvidadas por la historia de la filosofía.

P. El libro se centra en la tensión entre individuo y colectividad, que vuelve a estar vigente con la pandemia. Perdemos libertades individuales por el bien común. ¿Cómo equilibrar ambas necesidades?

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R. No hay una respuesta clara. La pandemia es un punto de partida para que reevaluemos cómo vivimos con otros seres humanos y cuáles son nuestras obligaciones con ellos. Nuestra generación vivió en un tiempo de individualismo, algunos lo llaman neoliberalismo. Nos enseñaron nuestros padres, la sociedad y la política que cada uno de nosotros somos lo más importante del mundo. Y que no somos responsables de otras personas. Pero solo por el hecho de respirar vemos que nuestra existencia tiene un impacto en otros. Y eso es algo que nos cuesta reconocer, individualmente y también políticamente.

P. En tiempos de crisis como este, la ciencia aporta soluciones: vacunas, tratamientos, test. ¿Cómo puede ayudar la filosofía?

R. Los políticos invitan a un filósofo y esperan que les diga qué tiene que hacer. Y eso es una catástrofe para los políticos, para las expectativas que se generan, y para los propios filósofos. La verdad es que no sabemos qué hay que hacer. Es una vergüenza que en el campo de la ética aplicada los filósofos asuman ese papel porque les da poder. Nunca ha sido bueno para los filósofos dar consejo a gente poderosa. Si me preguntas qué hacer, no soy la persona adecuada, porque la filosofía no consiste en eso. Pero si nos encontramos con una experiencia que nos desconcierta o nos asusta, estas cuatro pensadoras pueden darnos ejemplos de cómo pensar y vivir en tiempos de desesperación.

P. Si las trasladamos al presente, ¿cómo responderían? ¿Weil se ofrecería voluntaria para probar la vacuna? ¿Rand sería una negacionista antivacunas?

R. A Weil la veríamos ahora en Lesbos en un campo de refugiados trabajando con gente sin vacunar y sin vacunar ella misma. Rand estaría en las calles con estos querdenker [el movimiento alemán de protesta contra las restricciones de la pandemia] y antivacunas que dicen que obligarnos a llevar mascarilla es el primer paso para un Estado totalitario. La persona que más se parecería hoy a Weil es Greta Thunberg. Tiene la misma actitud inconformista y la misma madurez.

P. ¿Y Arendt y De Beauvoir?

R. Arendt escribiría artículos diciendo “Mira, entiendo que esta es una situación crítica pero no podemos dar al Estado este poder absoluto de decirnos cuándo podemos salir de casa o hacer esto o aquello. Si empezamos así podemos caer por una pendiente resbaladiza”. De Beauvoir iría a fiestas ilegales y trataría de vivir la vida, y básicamente negaría la situación. Hablo de la época en la que las describo en el libro.

P. Eran todas muy jóvenes.

R. Me interesa describir a los filósofos cuando desarrollan su pensamiento, no cuando ya han llegado a él. Cuando ya son iconos no es tan interesante. En este libro trato de entenderlas en su desarrollo inicial para comprender qué significa embarcarse en la filosofía y qué supone en tu vida. Sus preguntas, sus pasiones, son las nuestras.

P. Vivimos un auge del populismo: Trump, Bolsonaro, Orbán. ¿Con qué herramientas protege la filosofía a los ciudadanos ante la simplificación del lenguaje político?

R. El populismo crea un colectivo fantasmático, al que se le conceden ciertos derechos de los que se priva a los que no pertenecen a él, y aparece un líder que se presenta como la encarnación del movimiento. Hay que preguntarse: ¿qué clase de colectivo es ese? ¿qué tipo de valores representa? ¿y quién es la persona que dice representarlo? Si sigues estos pasos estás prácticamente vacunado contra el populismo. Tienes que ser intelectualmente capaz de hacerlo, pero también valiente.

P. Le damos muchas vueltas a la cuestión de la identidad y del nacionalismo. ¿Cree que España tiene un problema con eso?

R. Tuve un profesor en España que me dijo: “El problema alemán es la historia. El problema español es España”. Ante el franquismo, la gente luchó por mantener su lengua, su cultura, su tradición. Creo que ahora nadie niega el acceso a esas tres cosas. Todo lo demás es secuestrar la política identitaria y llevarla a una esfera dominada por la economía y el lado oscuro del nacionalismo. Cataluña es un caso claro. Si fuera menos poderosa económicamente no tendríamos ese problema. No se puede argumentar que la cultura catalana esté en peligro. Es un movimiento populista.

P. Suele decir que damos por supuesta la democracia. ¿Cuál es la principal amenaza?

R. La cuestión ecológica. La pandemia nos muestra las restricciones que tendremos que sobrellevar si queremos abordarla con éxito. Quizá en el futuro el individuo no tendrá tanta libertad. Quizá podamos abordarlo con medidas democráticas. ¿Pero y si no es así? La segunda amenaza es la inteligencia artificial. Algoritmos que tomen decisiones por nosotros de forma que no tengamos responsabilidad política. Si combinas ambas cosas resulta un mundo muy distinto.

P. Tres de las protagonistas del libro eran judías. ¿Qué supuso para Europa la pérdida de la tradición judía en los años treinta?

R. En términos de la historia intelectual de mi país, nunca nos recuperamos de las pérdidas de los años treinta. Si piensas en la historia de la filosofía, nada de lo que ocurrió después de los años cuarenta en EE UU sería posible sin los pensadores judíos que emigraron y construyeron otra cultura filosófica.

P. Heidegger decía que solo se puede hacer filosofía en griego o en alemán. ¿Cree que cada lengua conlleva una forma distinta de pensar?

R. Sí, por dos vías. Si tienes una larga tradición de filosofía en una lengua son más naturales para ti las palabras, los conceptos. Las lenguas conceptualizan el mundo de forma diferente. No deberíamos subestimar el poder de las lenguas para ver el mundo de la forma en que lo vemos, y por eso es una vergüenza que un filósofo que se presente a un puesto académico deba hacerlo en inglés. Es una gran pérdida no poder expresarse en el propio idioma.

P. ¿Por qué cree que la filosofía está cada vez más arrinconada en el sistema educativo?

R. La Iglesia católica no quiere que la filosofía forme parte del currículo académico. En Alemania es una asignatura opcional y a veces ni siquiera se ofrece. Donde hay rivalidad con la Iglesia, la filosofía siempre pierde. No tiene sentido porque no hay una oposición entre teología, religión y filosofía. Las tres tienen el mismo deseo: encontrarte en un mundo que es demasiado complicado de entender. La filosofía puede ser una parte de tu vida diaria. La filosofía no es una disciplina académica más, responde a una necesidad de hacernos preguntas que están en el centro de nuestra existencia.




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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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